A pesar de su pasado barriobajero, el tango se bailó y emocionó en palacios de París. Y para vivirlo más intensamente, el bandoneón de un portal de la calle Florida, en Buenos Aires, o en el "Viejo Almacén" más porteño, reclamó silencio a la noche. El mismo silencio que la Consellería do Mar aplica a las demandas de Lira y Cedeira en un afán de marcar el camino a seguir y sin vuelta atrás, porque no hay consideración para quien no va por la senda del tango.

Calla la Consellería y la Federación Galega de Confrarías de Pescadores otorga.

Es como si no le importase que dos de sus pósitos den gritos al vacío que les hace la Administración ante un caso que debiera hacer suyo la Federación de don Benito.

¿Qué impide a Benito González, posicionarse con Lira y Cedeira para que se mantenga el servicio de vigilancia de las reservas? ¿Tal vez la militancia política, quizás la dependencia ideológica o el agradecimiento por el sostenello y no enmendallo de la Xunta a pesar de los planteamientos judiciales respecto al cargo de Benito González? ¿Ve en peligro González los emolumentos que percibe en caso de que dé la razón a Lira y Cedeira en sus reclamaciones, avaladas por Bruselas?

Es patético que la bajura y el marisqueo gallegos no ayuden conocedores de que es el camino para la pesca sostenible y una garantía de futuro.

El de Benito González es un silencio cómplice que sólo puede acarrear daño a la institución que preside por más que la Xunta diga que Gardacostas cubre la vigilancia de las áreas marinas protegidas.

Éste es insuficiente. Lo saben en la Consellería y González Sineiro. Igual que el Gobierno, y lo critica la UE.

El tango de Gardel pasó del viejo barrio a palacios de París. La demanda de Cedeira y Lira no traspasa los muros de San Caetano ni las paredes del edificio de la Federación en el Polígono Industrial Novo Milladoiro, de Ames.

Silencio en la noche, aunque no todo esté en calma.