El lunes hacía frío en Portosín. Como en toda Galicia. Pero en el puerto de Portosín, los ánimos estaban calientes. Y los armadores que no pertenecen a la asociación Acerga y que continúan pescando pese a las restricciones impuestas por la Comisión Europea y el inadecuado reparto de las cuotas por parte de la Secretaría General de Pesca, los que dicen ser "del lado oscuro", tenían los ánimos en modo "ebullición". Alguien, no se sabe quién, había arrojado un ácido sobre el aparejo de pesca del Arela y, todos sobre aviso, acudieron al muelle por si esa acción podría haberles afectado a ellos también en sus respectivos barcos.

No fue así. Los daños se causaron, exclusivamente, al citado cerquero. Pero no es la primera vez que esto ocurre: en Malpica, hace unas semanas, se produjo el mismo acto vandálico en el pesquero San Ignacio, con el perjuicio añadido de que, al ser un ácido el que quema las redes, estas se encuentran aparentemente en perfecto estado y, cuando calan las mismas, se rompen. Lo que provoca que se pierda el aparejo y la posible carga de pescado, con lo que el daño causado es importante.

En la misma localidad de Malpica, días pasados, el coche propiedad del armador de cerco (que, como los anteriores, gestiona su propia cuota) del Casal Novo, fue manchado con pintura y sus ruedas pinchadas por personas desconocidas. Otros armadores se quejan porque no se les permite vender sus capturas de jurel en la lonja de A Coruña debido, según me cuentan, a que algunos armadores han establecido cupos máximos de venta de 500 cajas diarias y este tope no puede ser superado, según una norma (que me dicen, tiene connotaciones mafiosas) impuesta por aquellos que, después de haber descargado en A Coruña las capturas legales, trasladan los restos de las realizadas -ya no legales, por exceder los topes- a otras localidades donde, a poco más de tres euros por caja, entran en subasta. De este modo no hay control oficial sobre lo que cada cual pesca.

Para el patrón mayor de la cofradía de pescadores de Portosín, los incidentes que se comentan no son ciertos. No admite que se culpe de ellos a los socios de Acerga y considera que nadie del sector puede realizar acciones de ese tipo.

Iván Carreño dice haber consultado con rederas sobre la posibilidad de que alguien hubiese arrojado ácidos sobre los aparejos y concluye que se trata de aceite hidráulico del barco que, en caliente, puede haber saltado a la red y quemarla.

Pero en Portosín, el frío y el sol se mezclaban el lunes con el cabreo. Los barcos arranchaban para salir a pescar por la tarde. Son barcos que tienen una cuota de 80.000 kilos y once tripulantes a bordo con sus respectivas familias detrás. Embarcaciones cuyos armadores se preguntaban por qué el paro que ahora se lleva a cabo no se hizo en enero pasado, sin esperar a hacerlo justo cuando más falta hace el dinero. Estos días se ha vendido la caja de jurel a entre 8 y 10 euros, pero el de tamaño grande cotizó a 30 euros la caja.

A pesar de todos los contratiempos, el actual está siendo un año histórico en la pesquería del jurel dada la abundancia de este. Y sin que los barcos gallegos, en general, pudieran capturarlo por esas puñeteras cuotas fijadas por Bruselas y Madrid, y aceptadas sin chistar por Galicia.

Afirman los propios armadores que hay amenazas, además de esos actos vandálicos que relato. Y esto no es lo que se trasluce de una protesta que, sin ser secundada por todos los cerqueros de Galicia, ha sido respetada por unos y otros y, a lo que se ve, aprovechada por quienes siendo pescadores de río revuelto, quieren ir más allá.

Hay que asumirlo, seamos serios.