Muchas veces nos hemos preguntado por el valor de una vida en un medio tan hostil como es la mar y, especialmente, en el trabajo diario de la pesca. Lo hemos hecho, especialmente, cuando se plantean inhibiciones como las propias de un gobierno, en este caso el de Galicia, ante la decisión de suprimir el famoso seguro de vida de los tripulantes de la flota pesquera gallega.

Pero hoy el arriba firmante pregunta directamente a todos y cada uno de nuestros marineros cuánto vale su silencio. O, dicho de otro modo, ¿cuánto oculta el silencio propio y el ajeno ante circunstancias muy claras en las que las opiniones debieran expresarse clara y formalmente?

En la mar, en la pesca, casi nunca se ha hablado claro. Se han dejado en manos de los que se dicen "representantes del sector" los planteamientos relativos a los sistemas de trabajo, la aceptación o no de topes de capturas, de TAC y cuotas, sin que los más directamente afectados tuviesen la más mínima oportunidad de exponer su punto de vista al respecto. Y este silencio se ha valorado como una total aceptación de todo aquello que los dirigentes de la política pesquera y los armadores organizados en asociaciones distintas asumían como necesario. Fue siempre un silencio mal interpretado, especialmente por parte de aquellos que lo guardaban y guardan, como si les estuviese vedado expresar una opinión.

Ha sido, hasta ahora, una especie nueva del famoso "que inventen ellos", de don Miguel de Unamuno. Una malhadada asunción que no encaja con los nuevos planteamientos de unión de los marineros y armadores españoles para decidir o, cuando menos, exponer sus puntos de vista sobre una situación que conduce inexorablemente al marre y achatarramiento de la mejor flota pesquera comunitaria y la mejor plantilla de profesionales de la pesca que un país europeo haya parido nunca.

Entre los días 15 y 18 del próximo mes de septiembre, la ciudad asturiana de Gijón va a acoger a docenas de profesionales de la pesca de toda España decididos a no callar más, a que no se malinterprete su silencio, a que no se les juzgue porque non expresan con palabras sus pensamientos, sus sentimientos. Están hartos de callar y de arar los mares cómo, cuándo y dónde quieren la UE, la Secretaría General de Pesca y las Comunidades Autónomas. Los barcos no pueden ser tales si no cuentan con tripulaciones que los dirigen. Desde el patrón al último "cho", del armador a las cofradías de pescadores y asociaciones de armadores.

Reniegan del silencio al que se han visto sometidos toda su vida y ahora quieren hacer valer su fuerza como colectivo para dictar a Bruselas, Madrid y sus respectivas CCAA las líneas ¿rojas? de la pesca. Porque consideran que hasta aquí hemos llegado y que las cosas no pueden seguir siendo lo que han sido hasta el día de hoy.

Son conscientes de que el silencio no tiene valor. Y lo van a gritar a pecho descubierto y, si es necesario, a calzón caído: la mar es de todos y no sólo de los políticos y organizaciones de armadores. Porque ellos, patrones y marineros, viven de la mar, como pregona Océanos de Gaia. Sin ellos, la pesca no existe.