Ángel Garrandés Lanza recuerda lo incorrecto de la expresión "arrasar el caladero sin control" cuando, realmente, "sin control, se arrasa el caladero" sería la frase correcta.

Con qué pocas palabras, el marinero asturiano sitúa la realidad de los hechos. Porque, efectivamente (y esto lo sabe bien el pescador) el caladero se agota con prontitud si la autoridad competente, bien la administración o los propios pescadores, no realizan un control exhaustivo del mismo.

Lo malo está, sobre todas las cosas, cuando tal control pasa a ser ejercido como a cada uno le viene en gana. Porque no me negará el lector que no ha habido intentos y más intentos para, mediante un control férreo de las capturas, mantener los precios en unos niveles de rentabilidad que permitan que esta sea válida para la economía, al tiempo que lo es para el propio caladero porque, pescando menos, se logran mejores precios, no se agota la pesquería, se dispone de más tiempo para el descanso y se alcanza la tan deseada compatibilidad del trabajo y la atención a la familia.

Pero se ve que hay demasiadas personas que solo entienden rentabilidad si las bodegas de su barco van al tope aunque ello no signifique sino tirar los precios para el barco que supera lo acordado y aquellos otros que le sigan en la venta en lonja.

No lo hace peor la administración pesquera de turno cuando, por decisión propia, suspende una pesquería al estimar que esta se halla próxima a superar el cupo establecido y, ante tal evidencia, cuelga en Internet el cartel de "agotada la cuota".

De esta forma la administración no contribuye en España al control del caladero porque, en demasiados casos, barcos extranjeros -portugueses y franceses, específicamente- se encargan de acabar con lo poco o mucho que en el caladero referido ha quedado.

Lo peor de todo es que los tales barcos lusos o galos lo son, exclusivamente, por el pabellón que enarbolan: sus propietarios armadores son españoles que pescan lo que sus compatriotas no pueden pescar y lo hacen, además, en días en los que sus homónimos españoles guardan el reglamentario descanso de fin de semana o día festivo.

No es este, no, el mejor sistema para mantener un control efectivo del caladero. Por si fuera poco lo dicho, hay lonjas que abren sus puertas para la descarga de esos barcos en días en los que, técnicamente, debieran estar cerradas a la actividad pública. Y esto lo saben en el Norte de Lugo y algunos otros lugares de la Galicia costera.

Para que no se arrase el caladero, control. Control de verdad, aunque moleste inicialmente. Va en beneficio de la mayoría. Control de la actividad, no de esa media docena de jureles que han llegado a bordo con ejemplares de otras especies no prohibidas y que son suficientes para que se levante al barco en los que han sido hallados un acta de infracción y la consecuente sanción a la embarcación.

Lo dicho: Sin control se arrasa el caladero". Lo ha plasmado lisa y llanamente Ángel Garrandés, de profesión la mar y con domicilio en Asturias. Ah, y sin tren de bolos, aunque este se siga utilizando sin miedo en el caladero nacional Cantábrico Noroeste, a la espera de que el Gobierno en funciones funcione como Gobierno.