Hubo un tiempo en el que mi pueblo, marinero hasta las cachas, se despertaba con la sirena de la lonja y con la misma sirena se dormía. Durante la jornada, desde muy temprano y hasta que el sol ponía a remojo sus barbas por las lomas de Cariño de Riba, los carros de bueyes de carreteiros como los Orizales, Os Mixarandos o los Garrote, con los ejes de madera bien empapados en petróleo, "cantaban" las horas transportando madera por las montañas que circundan este pueblo mío y, cuando era menester, las redes -entonces de algodón- que recogían directamente de los barcos para extenderlas en los secaderos naturales de O Castro, O Coto o "A Laguna" (Lagoa) o bien para "alquitranarlas" con el objetivo de que los peces no pudieran distinguirlas en el mar hasta que ya estaban en el copo.

Mi pueblo es Cariño, más o menos cinco mil habitantes sumados los de todo el municipio compuesto de, además de Cariño, por A Pedra, Sismundi, Feás y Landoi. Es, tristemente, un pueblo que languidece. Un pueblo que en 50 años, ha perdido todo su potencial pesquero, conservero y salazonero, hoy reducido a ni siquiera media docena de fábricas de las que, sin embargo, se extrae la delicatessen de una producción que se cotiza al alza en todos los establecimientos que presumen de conservas y salazón. Ha perdido, además, sus marineras tarrafas, sus lanchas bailadoras que se asomaban a la barra y desafiaban el cabo para brincar las olas allí donde el Cantábrico y el Atlántico se unen familiarmente. Quedan testimonios de aquel esplendor, como el edificio de la lonja, la fábrica de hielo (un monumento a la añoranza de lo que pudo haber sido), la cofradía de pescadores, y quedan los marineros que pasean sus recuerdos entre palmeras y plátanos que Riola cuida esmeradamente enlazando sus ramas hasta formar con ellas una especie de corona que verdea en primavera y se desnuda en el otoño. Quedan edificios entrañables y la iglesia parroquial con su espadaña desafiante y su no menos desafiante San Bartolo, espada en mano, y sin riló (así denominamos los pixíns un también recordado reloj de campanario que un día desapareció y nunca más volvió, como en la canción famosa). Y queda, cómo no, la vieja e histórica Danza de Arcos, que antes integraban los marineros de Cariño y actualmente conforman rapaces y rapazas del mismo pueblo.

Este pueblo que tuvo empleo para todos sus habitantes (hombres y mujeres) hasta el inicio de la segunda mitad del siglo pasado. Nunca se conoció aquí un parado, porque trabajo lo había para dar y tomar. No trabajaba el que no quería: ya en la mar y en tierra, ya en las fábricas de conserva, con centenares de mujeres que, a primera hora de la mañana salían a la carretera o bajaban las empinadas calles cariñesas hacia las fábricas de Tallón, de Carrodeguas, de Fanego, etc., muchos de ellos también armadores de buen número de barcos. Hoy, el paro y la ameigración ronronean por todas las esquinas, junto a las pensiones nunca suficientes de jubilados y viudas.

Cariño, mi pueblo -y perdone el lector la inmodestia- tenía ante sí un espléndido futuro. Pero en los años 60 comenzó la emigración a Europa y, quien más, quien menos, optó por un futuro mejor a pesar de lo incierto, en Inglaterra, Suiza, Francia, quedando Cariño a expensas de las remesas de francos, libras o cualquier otra moneda.

Aquellos emigrantes son la estampa viva de un tiempo que fue y no fue. Ellos ganaron más que en Cariño, pero Cariño perdió: la cofradía se fue al garete (ahora empieza a levantar cabeza), la fábrica de hielo compite en altura con la espadaña de la iglesia en ambos casos improductivamente, lo que iba a ser una productora de renovables se ha quedado en una estructura asimismo improductiva, los barcos van a menos y el puerto solo es cargadero de dunita y madera. Se ha construido mucho y se confía en un futuro de turismo. Pero no se da respuesta a dos preguntas formuladas estos días por un cariñés, Valentín G.L.: ¿Por qué no se han sustituido los barcos desguazados, por qué los jóvenes marineros no se animan a patronear sus propios barcos?

No hay respuestas a estos y otros por qué, cuando el futuro de Cariño -mi pueblo, al que invito a conocer a quien quiera vivir una grata experiencia- debería estar, como siempre, en el mar. Dicen que es la UE la culpable de que no sea así.

¿Quién lo sabe?...