La selección española de baloncesto inicia esta tarde un nuevo ejercicio de fe. Tras el tropiezo ante Croacia, taponados en su juego y no solo en la última jugada, los de Sergio Scariolo tendrán que volver a empezar con el lastre de una derrota que ha reducido su margen de error a la mínima expresión.

No se trata de una situación nueva para España. Esta generación parece sentirse cómoda en los arranques irregulares. Es como si necesitasen jugar bajo presión para poder dar lo mejor de sí. Ya les ha pasado en los varios campeonatos y la reacción ha sido generalmente muy positiva.

Demostrar que lo de la línea ascendente es un asunto que manejan a la perfección pasará una nueva reválida esta tarde ante Brasil. Un equipo que tendrá al Carioca Arena a sus pies con la intención y espoleados por ese tapón de Saric que ha abierto la espita de la confianza más absoluta en los rivales que sucesivamente le saldrán al camino de los Gasol y compañía.

La condición de anfitrión no debe ser precisamente lo que más respeto imponga al vigente subcampeón olímpico. El hambre de los jugadores brasileños se ha visto multiplicada con su derrota inaugural ante Lituania, por lo que se encuentran ante la amenaza de quedarse cerca del desastre a las primeras de cambio, es decir, un partido con aroma a final en la segunda jornada de la fase de grupos.

España tendrá enfrente a una selección que ha potenciado su gen competitivo con la presencia de un argentino en el banquillo. Además Rubén Magnano no es ningún recién llegado. Es el único entrenador aún en vida que ha conseguido derrotar a los Estados Unidos en una Olimpiada. Él también sabe de empresas grandes como lo fue colgarse el oro en la casa de los dioses del Olimpo. Fue en Atenas 2004 y con un equipo liderado por un tal Manu Ginobili. Si bien las posibilidades de España pasan por evitar los picos de juego mostrados ante Croacia, los jugadores que estarán hoy enfrente no son ningunos advenedizos. Muchos de ellos talentos precoces fogueados en la Liga ACB como son los casos de Raulzinho Neto, Vítor Benite, Marcelinho Huertas, Augusto Lima o los ex obradoiristas Rafa Hettsheimeir y Rafa Luz. Pero no se quedan ahí las potencialidades de un Brasil que tiene en los también NBA Nené Hilario y Leandro Barbosa a sus líderes naturales a los que recurrir en momentos de apuro.

Ante Lituania su derrota por 76-82 encierra muchos matices. Los cariocas protagonizaron una primera parte tan mala en todos los conceptos del juego que le hizo llegar al descanso con el partido prácticamente insalvable (29-58). Sin embargo, su metamorfosis en la segunda parte le llevo a quedarse a las puertas de lo que sería una remontada histórica.

Y si bien España es evidente que tendrá enfrente muchas amenazas, todo apunta que el principal problema a resolver está en el propio fueron interno del equipo. Sergio Scariolo seguro que ha tenido que estudiar al detalle todo lo relativo a la producción de los quintetos elegidos ante Croacia. La ascendencia de Pau Gasol sobre sus compañeros es innegable, si bien lo que si es evitable es la escasa productividad de jugadores decisivos en el engranaje del equipo.

Que entre Gasol y Mirotic hayan anotado el 65% de los 70 puntos del equipo es una cuestión preocupante. Más aún cuando muñecas necesarias como las de Juan Carlos Navarro o Rudy Fernández terminan el partido sin haberse estrenado. Un hecho más preocupante aún cuando también se va con un cero en su casillero Ricky Rubio y dos tiradores como Álex Abrines y José Manuel Calderón han quedado inéditos en el banquillo.

Croacia ha marcado el camino a seguir en cuanto a planteamiento del partido contra España. Del nivel de desgaste que acumule Gasol a lo largo de los minutos parece que van a depender muchas de las posibilidades de victoria de los de Scariolo.

La dureza con la que Planinic se empleó sobre el de Sant Boi, unido a las dobles defensas ordenadas por Aleksandar Petrovic, colapsaron en el último cuarto a una España que necesita subir su tono defensivo para poder encontrar los puntos en transición tan básicos para dominar cualquier partido. Ahora espera Brasil, el termómetro para la fiebre de podio de los españoles.