-¿Está justificada la eutanasia cuando lo que se persigue es la muerte digna del paciente?

-La cuestión no es que esté justificada o no. Es que se trata de una buena práctica médica, es lo que hay que hacer. La sedación en la agonía es el tratamiento de los síntomas que presenta un paciente que está en los últimos momentos de su vida y la sedación paliativa terminal es el tratamiento de esos síntomas. Muchas veces para vencer estos síntomas hay que inducir el coma. No tiene ningún sentido despertarlo si se va a morir. Es la eutanasia indirecta y es una buena práctica médica. Puede adelantar la muerte, pero no siempre. Lo contrario es dejar al paciente en el abandono.

-¿Qué ocurre si el enfermo pide en su testamento vital que lo dejen morir o que le provoquen la muerte para dejar de sufrir?

-Eso sería la eutanasia directa que no reconoce nuestro ordenamiento jurídico y, por tanto, no se puede incluir en el testamento vital. Sí se puede planificar el tipo de cuidados que desea o incluso se puede rechazar el tratamiento, es decir, que se prolongue la vida de forma artificial. La ley de autonomía del paciente es clara: no puede existir ningún procedimiento médico que el enfermo no acepte.

-¿Qué objetivo persigue la ley de autonomía del paciente?

-Defiende el derecho del paciente a tener información verídica, asequible y no inductiva; así como el de no querer recibirla y nombrar a un representante que se informa en su lugar. El principio ético que regula la relación médico-paciente es la autonomía del enfermo. Debemos favorecer esa toma de responsabilidad del paciente con su salud y con la toma de decisiones sobre su terapia.

-¿Por qué el Gobierno no afronta la eutanasia?

-El poder y la ideología dominante no quieren que decidamos y menos, en la muerte. El decidir nuestro proceso final de la vida nos hace pasar de súbditos a ciudadanos. Ningún poder y menos la derecha va a querer que los ciudadanos decidan sobre su futuro. Una sociedad de posibles suicidas es ingobernable para ellos.