Tenía solo trece años y la crítica quedó deslumbrada por su precocidad. Era 1895, Pablo Ruiz Picasso vivía en A Coruña y estaba en la plenitud de su creación adolescente. Expuso en un establecimiento de la calle Real y los críticos reconocieron de inmediato su talento. Un nuevo documento dado a conocer ayer por la Fundación Picasso, de Málaga, lo atestigua.

Se trata de una crítica inédita, titulada Un pequeño pintor, publicada el 22 de febrero de 1895 en el Diario de Galicia, en la cual se reconoce que "es ya un artista", e incluso es comparado nada menos que al Giotto.

El documento fue descubierto en los archivos de la Real Academia Galega por Rubén Ventureira y Elena Pardo y es rescatado en el último cuaderno de La hoja que se ríe asomada, la colección que publica la Casa Natal del pintor.

La crítica se refiere a la exposición de "varias cabezas pintadas por un niño de trece años, hijo de un profesor de esta Escuela de Bellas Artes, R, Ruiz Picasso". "Lo primero que se admira en dichos trabajos es la precocidad; y lo segundo son ciertas adivinaciones de artista en algunos detalles".

"No dicen aquellas obras pictóricas que su autor es ya un artista", escribe el crítico anónimo, "pero algo dicen. Dicen que lo será". "Y esto es mucho", añade. "Como mucho era lo que presagiaban a Cimabue los nada correctos bosquejos de Giotto, que llegó a ser uno de los pintores más afamados", concluye.

La publicación de la Fundación Picasso incluye las otras dos críticas de los albores artísticos de Picasso en A Coruña, ciudad en la que se instaló con su familia, en 1891, con motivo del traslado de su padre para ocupar una plaza de profesor de dibujo. Publicadas por La Voz de Galicia, fueron sacadas a la luz en su día por Ángel Padín, experto en la etapa coruñesa de Picasso. Una de ellas, aparecida un día antes de la hasta ahora inédita, destaca "la valentía y soltura" del pintor. "No dudamos en afirmar que ese modo de empezar a pintar acusa muy buenas disposiciones para el arte pictórico en el infantil artista": "Continúe de esa manera y no dude que alcanzará días de gloria y un porvenir brillante", anima.

Días después, otra crítica del 3 de marzo corrobora esa opinión ante un cuadro mostrado en otro escaparate de la calle Real del joven artista, que representa a un conocido mendigo de la ciudad en actitud de pedir limosna: "La ejecución denota verdadera valentía, como si los pinceles, en vez de ser manejados por débil mano, lo fuesen por la de un pintor ya avezado".

De prodigiosa memoria, Picasso recordaba en una ocasión al periodista gallego Antonio D. Olano que la prensa había publicado unas "notas" sobre su exposición coruñesa de 1895, el último año de su estancia en la ciudad y el más fértil. Están datadas en ese año obras consideradas fundamentales de ese periodo como La niña de los pies desnudos o el retrato de su primer mecenas, el doctor Pérez Costales -siempre colgado en su estudio parisiense de la Rue des Grands Augustins-, que apuntaban ya trazos de verdadero artista.

También está fechado en 1895 el retrato de Modesto Castilla disfrazado de moro, óleo de 44,4x21 vendido en Christie's el pasado junio por la inusitada cifra de 2,6 millones de euros, cuando la casa de subastas calculaba que no alcanzaría los 185.500 euros. "El precio más alto pagado hasta ahora por un picasso coruñés. Y el cuadro de un niño más caro de la historia", dice regocijado Ventureira, que persiguió el documento hasta la obsesión. "Han tardado nada menos que 117 años en reconocer el valor de la obra pintada por Picasso en esta etapa", dice este estudioso del artista adolescente: "A Coruña supo apreciar el talento precoz de Picasso".