"A avanzada edad ha fallecido en Madrid, y anteayer recibió sepultura en el cementerio de Nuestra Señora de la Almudena, la señora doña Emilia Calé y Torres, viuda de Gómez-Quintero, distinguida escritora coruñesa, que tuvo su época de nombradía y cuyo recuerdo está asociado al de los precursores é iniciadores del renacimiento literario gallego", decía la necrológica de el periódico madrileño El Liberal, el 21 de octubre de 1903.

La otra doña Emilia coruñesa -ilustre narradora, poetisa, dramaturga y periodista- cayó inexplicablemente en el mayor de los olvidos a pesar de que en su tiempo fue una reputada escritora, que gozó de reconocimiento tanto en su ciudad, A Coruña, como en Madrid, donde tuvo su propia tertulia literaria. La obra de Emilia Calé, que en algunas ocasiones utilizó el seudónimo de Esperanza, está recogida en libros, periódicos y revistas.

Nació en A Coruña en 1837 y se crió en la Ciudad Vieja con sus padres, Francisco Calé Martínez, de Orihuela y procurador de la Audiencia Territorial, e Inocencia Torres Fernández, que falleció cuando Emilia tenía pocos años. El padre volvió a casarse, con Ana Sanjurjo, de cuyo matrimonio nacieron cinco mujeres y un varón, con los que creció como una hermana más.

Escritora precoz, sus primeras composiciones poéticas aparecieron publicadas en 1862 en el Álbum de la Caridad de Pascual López Cortón, sufragado por el mecenas literario coruñés, que reunió en él los trabajos presentados a los primeros Juegos Florales de A Coruña.

En 1871, cuando ya había publicado con éxito algunas obras en su ciudad, se trasladó a Madrid y en solo cuatro años de estancia se convirtió en una de las principales animadoras culturales de la capital, ayudada, en buena medida, por la repercusión que tuvo La Galicia Literaria, una sociedad que fundó con su primo el escritor Teodosio Vesteiro Torres -según algunas fuentes, su novio entonces- Curros Enríquez, Francisco Añón o los hermanos Muruais. Esa tertulia, que tenía su lugar de reunión en los salones de su casa, le sirvió a la escritora para hacerse un sitio entre la intelectualidad y publicar en la prensa madrileña y en periódicos hispanoamericanos.

Instalada de nuevo en A Coruña en 1875, se casó con Lorenzo Gómez-Quintero, nacido en Puerto Rico y de origen ferrolano que, además de funcionario y escritor, se dedicó al periodismo y fue director de la revista El Eco de Galicia, publicada en La Habana. El matrimonio tuvo varios hijos. Uno de ellos fue la pianista de fama internacional Emilia Quintero Calé.

La familia se vio obligada a sucesivos traslados (Lugo, Oporto, Ferrol, Pamplona, Vigo) por el trabajo de su marido, quien ya entonces denunciaba el aislamiento gallego por la ausencia de tren y escribió Justicia para Galicia y Asturias en la cuestión del ferrocarril del Noroeste y de Orense a Vigo, publicado en 1874 en Madrid, donde había fijado su residencia definitiva.

Calé compartió con la otra Emilia, la Pardo Bazán, la presidencia de un concurso literario del Circo de Artesanos, que contó con la presencia del rey Alfonso XII, y la Real Academia Galega la nombró socia correspondiente en 1906.

Pese al desconocimiento para el gran público de esta mujer, han sido varios los estudiosos que han tratado -con más o menos dificultad pues los datos existentes son escasos e inexactos- de seguir su rastro: la profesora Sonia Otero Pereira, Juan Antonio Hormigón, María del Carmen Simón Palmer, Enrique Cornide o Couceiro Freijomil. Ahora, han abordado su figura y su obra con amplitud los investigadores Carlos Pereira Martínez y Ana Romero Masiá, autores del trabajo Escrita na dor, publicado en el último número de la revista Nalgures.

El dolor por la pérdida está, en efecto, presente en la obra de Emilia Calé, que no sólo sufrió la muerte de su madre cuando era niña, sino la un hermano y la de dos de sus de sus cinco hijos, Consuelo, la mayor, y Sofía, la tercera, además de un yerno -el marido de la hija menor, Emilia- que murió tempranamente dejando una huérfana. También asistió a la dramática muerte de su amado primo Teodosio Vesteiro, con el que vivió en Madrid, y que en 1876 se suicidó de un tiro ante el Museo del Prado tras destruir sus primeras obras. A él dedicó un sentido poema.

Dedicó también versos a sus hijas: Consuelo, Áurea (religiosa), Sofía, Lorenzo y Emilia, la pianista, a la que acompañó en muchas de sus actuaciones fuera de España. Horas de inspiración, que dedicó a su patria, Galicia , recoge esas composiciones así como un poema dedicado a Vilaboa, donde vivió, en el pazo familiar de su marido. Allí firmó otros seis, entre ellos una elegía a su admirada Rosalía. Compuso también canciones para piano y el libro de versos Crepusculares.

Entre su producción teatral sobresale Los lazos rotos, con todos los ingredientes del drama romántico tardío, Lazos rotos y De la cima al abismo. Escenas de la vida reúne una serie de relatos y Los saboyanos es su novela de mayor extensión. El artículo La coqueta constituye uno te los textos más reivindicativos de cuantos escribió sobre el papel de la mujer en la sociedad la ignorada Emilia Calé.