"Las constantes protestas contra el impuesto de consumos, que en más de una ocasión, pasando de las palabras a los hechos, han originado conflictos de orden público, tienen explicación completa en la antipatía que inspira y en los sufrimientos que impone a los vecindarios sujetos a múltiples trabas. Pero si atentamente se analizan, las quejas no provienen tanto de la naturaleza del impuesto como de la forma en que la exacción se verifica y de las perturbaciones que trae a la vida moral de las poblaciones".

El hacendista Segismundo Moret reconocía el carácter problemático del impuesto de consumo en la exposición de motivos del Real Decreto de 14 de diciembre de 1905 por el que se creaba una Comisión extraparlamentaria para transformar el tributo, que había llegado a convertirse en un grave problema nacional.

Unos meses antes, en A Coruña, ese mismo año de 1905, varias asociaciones obreras se unían para protestar contra este gravamen que afectaba al precario nivel de vida de las clases populares y, en este caso, incluso, repercutía en su alimentación, según argumentaban.

La Luz del Progreso, que agrupaba a los toneleros coruñeses; La Cosmopolita, sociedad de cocineros y camareros marítimos, o La emancipación, de carpinteros, suscribían la petición al Ayuntamiento coruñés de exención del gravamen sobre ciertos productos de pesca. Encabezaba el escrito la sociedad de Tripulantes de Traineras.

Otras agrupaciones firmantes eran La Fraternidad, sociedad de obreras y obreros sastres; el Gremio de operarios zapateros y La Aurora Social, de albañiles y ayudantes. Sociedades obreras de adscripción anarquista, en general, como revelan sus denominaciones, cuya doctrina libertaria tuvo gran arraigo en A Coruña hasta la Guerra Civil.

"Teniendo en cuenta que está próximo a terminar el arriendo de consumos", estas agrupaciones "suplicaban" en su escrito al Ayuntamiento que excluyese del pago de dicho impuesto las siguientes especies: "sardina, pancho, jurel, caballa y pesca pequeña que muere con el aparejo traíña como lo es en los demás puertos de Galicia".

"No desconocerá esa corporación lo difícil que se hace para la clase obrera en la actualidad y siendo este uno de los alimentos más indispensables para dicha clase, sería esta medida que facilitaría los medios de alimentación, la cual se hace hoy difícil", manifiestan las sociedades obreras en el texto, fechado en A Coruña el 7 de junio de 1905.

"A la par desearíamos se excluyesen también del pago de dicho impuesto las clases de marisco de primera necesidad, pues cuando a su pesca nos dedicamos es porque estamos absolutamente agobiados y carecemos de otros medios de vida, pues nunca por esto se nos ha cobrado, habiendo empezado a hacerlo en el presente año", explican.

Consideran que su solicitud "está al alcance de los dignos representantes de esta ciudad" y se muestran seguros de que su "justa petición" será tenida en cuenta, puesto que, a su juicio, "favorece al pueblo en general". Concluía así el texto, al pie del cual figura la firma de los responsables de la Sociedad de Tripulantes de Traineras, seguido de los tampones de las restantes agrupaciones obreras.

La excención de impuestos de consumos fue una reiterada reivindicación durante la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, las turbulencias de la época, marcada por la sucesión de pronunciamientos absolutistas y breves momentos del orden liberal fueron dejando atrás la modificación de estos tributos que suponían un alivio fundamental para la hacienda.

El odiado tributo, que cargaba artículos de primera necesidad y por lo tanto repercutía sobre los precios del consumidor, se afianzó en la segunda mitad del siglo XIX y fue causa de motines y protestas sociales que a veces acabaron en sangre incluso en el siglo siguiente. Fue suprimido en junio de 1911.

Cuatro años antes de la mencionada petición al Ayuntamiento, en 1901, una huelga general en A Coruña acabó con ocho muertos y decenas de heridos. Su germen había sido un paro de los obreros de la empresa concesionaria de consumos en pro de unos salarios dignos.