El catedrático Anton Aubanell reconoce que durante años las matemáticas "no han tenido suficientemente en cuenta las conexiones con el mundo". Aboga por ir más allá de la pizarra y del cuaderno e introducir en ellas dos nuevas dimensiones: la vida y la emoción. "Para una población general debemos pensar en una matemática más concreta. Porque si no, no sirve para nada ni es divertida", explica.

- Afirma que las matemáticas "son la gran herramienta para entender el mundo". ¿Cree que la población, en general, y los estudiantes, en particular, comparten esta visión?

-Probablemente no y por ello es importante demostrar que esto es cierto. A lo largo de muchos años la educación matemática no ha tenido suficientemente en cuenta las conexiones con el mundo, su aplicación en lo que nos rodea, y le hemos hecho un flaco favor. Pero esto se resuelve con educación, intentando que el sistema educativo refleje el aspecto más aplicado. Sin saber matemáticas es difícil entender el mundo pero debemos poner más en evidencia en ese aspecto.

- ¿Por qué siguen causando tanto temor entre los estudiantes?

-Es verdad que cuando les preguntan qué asignatura les da más miedo dicen que las matemáticas. Y, sin embargo, probablemente es la más bonita o una de las más bonitas que estudian; lo que pasa es que a veces lo disimulamos en exceso. Creo que las matemáticas pueden seducir. Hay dos tipos de personas: las que les gustan las matemáticas y las que aún no lo saben pero que han de darles una oportunidad, pues nunca es tarde para tener una experiencia matemática feliz.

- ¿Qué quiere decir?

-Seguro que recuerda la emoción que sintió ante un problema curioso, una cuestión matemática, lógica, que le costaba y del que finalmente obtuvo la solución. La emoción de ese pequeño éxito logrado cuando se lucha desde un punto de vista matemático con un reto y se saca. Pues deberíamos conseguir que todos los alumnos a lo largo de sus años de escolarización tuvieran estos minutos de gloria matemática. Lo que pasa es que hay estudiantes cuya relación con las matemáticas es oscura, triste, y eso es un problema, porque a la larga serán ciudadanos que no apreciarán la matemática.

- ¿Cree que el sistema educativo actual, tal y como se enseñan las matemáticas, contribuye a ir en esa línea de tener esta experiencia feliz?

-Yo creo que llevamos una tradición de muchos años en los que el sistema educativo no ha ayudado en esa línea, es verdad. Pero también creo que quizás nunca como ahora había habido tantos síntomas de cambio.

- ¿Cuáles son esos síntomas?

-Nunca había habido tantos profesores que se habían empeñado tanto en un cambio profundo y también los programas de formación de profesorado van en ese sentido. Debemos ser optimistas. Estamos ante una generación de maestros y profesores que probablemente cuando se jubile dejará una educación matemática distinta de la que ellos tuvieron cuando fueron alumnos.

- ¿Y cómo hay que enseñar esas matemáticas que se tocan, se ven y se viven?

-Seguro que debemos seguir enseñando una matemática que tenga que ver con la abstracción, la educación de hábitos, porque si no se tienen unos mínimos hábitos de cálculo, mal asunto. Pero quizás debemos moderar determinados excesos de mecanización y subrayar más los aspectos más reflexivos.

- ¿Entonces?

-La línea está en hacer una matemática más conectada con la realidad que nos envuelve. También más conectada con el reto, la reflexión, la resolución de problemas. Y sobre todo, más experimental: una educación matemática que entre por todos los sentidos, por la vista, por las manos, no solo una matemática que vive en la pizarra.

- Ir más allá de la pizarra.

-Nosotros decimos que la pizarra, el cuadernillo de ejercicios son como ecosistemas en los que viven unos números, unos símbolos, que son bidimensionales. Y en estos ecosistemas debemos poner una tercera dimensión, que es la vida. Y creo que hemos de poner aún una cuarta dimensión.

- ¿Cuál?

-La emoción. Yo creo que la matemática se ha de hacer en cuatro dimensiones: la pizarra, el cuadernillo, el libro, no hay problema, pero también en la vida y la emoción.

- ¿Y este cambio, esta nueva manera de enseñar depende solo del profesorado?

-Casi todo ese enfoque depende de la metodología y la metodología, nos cambien las leyes o hagan lo que quieran, siempre estará en manos del profesorado. Lo que sí es cierto es que esto requiere formación del profesorado, pero bueno, creo que hay un esfuerzo en esta línea y poco a poco se va abriendo camino. Es ir cambiando nuestra manera de ver.

- Porque...

-Quizás muchos de nosotros, yo mismo, hemos sido educados en la formalización, la abstracción. Y a mí, de verdad, me seduce la estética de las formas, una deducción en la pizarra. Sin embargo, hay que entender que los matemáticos somos una parte muy pequeña de la población y que muchos ciudadanos desearían una visión de las matemáticas que les sedujera en otro sentido, en el sentido más de aplicaciones, de descripción de la realidad.

- ¿ Existe una brecha de género también en el campo de las matemáticas?

-Yo creo que no. A diferencia sobre todo de las ingenierías y las carreras más técnicas, donde hay una brecha evidente que desgraciadamente excluye demasiado a la mujer, en Matemáticas no. Yo he estado 25 años dando clase y probablemente he tenido más mujeres que hombres.