El que pudiéramos considerar último polígrafo coruñés, Carlos Martínez Barbeito, trazó con precisión el perfil del personaje, uno de los hombres más preclaros del siglo de las luces: "Escribió alguno de los mejores trabajos de economía y sociología de Galicia. Influyó en la promulgación de normas humanitarias y convenientes para acabar con la infamia de cierta clase de oficios. Y dio vida a dos memorables fundaciones. Una, la de la Escuela de Curtis; y otra, la Biblioteca Pública, que confió a los cuidados del Real Consulado del Mar de La Coruña". Se trata del canónigo y catedrático compostelano Pedro Antonio Sánchez Vaamonde, gran figura de la Ilustración en Galicia todavía por descubrir, salvo eruditos y buscadores de tesoros bibliográficos, que seguro lo conocen bien.

"Su talla intelectual, aportaciones mecenísticas, obraje publicitario, capacidad de trabajos de investigación le convierten en una de las figuras estelares" del siglo XVIII, escribe también el gran estudioso coruñés Antonio Meijide Pardo, que se ha acercado a la figura de Sánchez Vaamonde y es autor de una sucinta biografía del ilustrado.

Pedro Antonio Sánchez Vaamonde nació en el seno de una familia hidalga en 1749 en Curtis y murió en 1806 en Santiago de Compostela, donde fue enterrado en uno de los claustros de su catedral. Heredó un opulento legado familiar formado por varios mayorazgos, entre los que figura el de la Casa do Pazo, de Curtis, donde creció, además de numerosos bienes raíces en torno a Santiago y en la comarca de Bergantiños, además de fincas urbanas.

Obtuvo por oposición las cátedras de Retórica y Teología en la Universidad de Santiago. Fue el canónigo elegido por el claustro como director de estudios del colegio Fonseca. Organizó y dirigió la biblioteca de la Mitra compostelana por encargo del arzobispo Alejandro Bocanegra, quien quedó "prendado de la instrucción y demás recomendables dotes del joven Sánchez", lo puso al frente de la biblioteca y lo hizo llamar para nombrarlo, primero, fiscal y más tarde, juez eclesiástico de la diócesis.

El canónigo coruñés fue uno de los fundadores de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago, de la que fue su presidente, y convirtió en una de la instituciones más prestigiosas de la Ilustración. Otro gran ilustrado, el compostelano, Joaquín Díaz de Rábago, dijo de él: "Fue Sánchez Vaamonde, sin disputa alguna, la persona de más valor que produjo en aquellos años la Sociedad Económica, su fundador y alma. De variadísima instrucción que cumplidamente lo acreditan las obras que dio a la estampa y sobre materias bien heterogéneas. Su amor a las ciencias y a las artes no le incidía a guardar, avaro para sí, tales conocimientos, sino a propagarlos y difundirlos entre las gentes".

Sánchez Vaamonde no dudó en invertir su fortuna familiar en obras de mecenazgo. Creó una academia de dibujo en Santiago, que sostuvo durante años; con su dinero se construyeron los baños minerales de Bea y se llevó a cabo el análisis de sus aguas, así como las de Caldas de Reis. Ayudó a sufragar una carretera y la Casa de Misericordia de Santiago, que estaba en un estado lamentable, y financió también estudios a varios jóvenes. Una de sus mayores contribuciones fue la Escuela de Primeras Letras de Curtis, para la que dio un edificio de su propiedad, y donó 50.000 reales. También sufragó una academia de Griego ante la ausencia de esta enseñanza en la Universidad.

La idea de erigir a sus expensas una biblioteca pública le rondó siempre por la cabeza, porque consideraba que era el medio más eficaz para "adelantar o perfeccionar la Ilustración en el reino de Galicia". Su proyecto no tomó forma hasta 1803, cuando le hizo llegar su iniciativa a Marcial Francisco del Adalid, prior del Real Consulado de Comercio, de A Coruña, cuya corporación la aprobó por unanimidad. El ofrecimiento fue anónimo y conllevaba fondos económicos para sostenerla y una gran colección de libros de "agricultura, artes, comercio, economía política y bellas artes". Además, dispuso que, al morir, se invirtiese su herencia en más adquisiciones.

En 1806 se inauguró la biblioteca en el Real Consulado, con presencia de personalidades de la vida social y cultural de A Coruña. Godoy, el primer ministro de Carlos IV, dijo que no había "nada más loable y patriótico". Más de 4.500 libros, según los primeros cálculos. Al acabar el siglo superaban los 30.000. Los herederos contribuyeron con sus donaciones, a las que se sumaron legados como el de Joseph Cornide o Juana de Vega.

Además de un inédito de Quevedo, entre sus fondos hay libros extraordinarios como varios publicados por Aldo Manuzio, el gran editor veneciano del Renacimiento, además de una Tabula Philologica, de las que sólo se conocen dos ejemplares en el mundo, una está en Londres y otra en A Coruña.