En un mundo dominado por la hipereficacia de la inteligencia artificial que resuelve muchos de nuestros problemas pero que nos conduce al tenebroso túnel de perder la maravillosa capacidad de pensar por nuestra cuenta y de tomar decisiones por nosotros mismos, voces como la del filósofo francés Éric Sadin alertan de las dañinas consecuencias que acarreará el discurso de las grandes compañías tecnológicas con su arrogante propósito de querer perfeccionar la obra de Dios.

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