El reloj del Obelisco necesita un repaso. Después de quince años sin someterse a una reparación integral, el Ayuntamiento ajustará sus engranajes para que sus manecillas no despisten a los viandantes de los Cantones que quieren consultar la hora. No hay otra forma de arreglarlo que subiéndose al andamio. No es fácil, estarán en torno a tres semanas trabajando en él.

Así lo explica Antonio González, el relojero encargado desde hace cuatro décadas del mantenimiento de esta máquina y otras del patrimonio municipal, como la de la fachada del Palacio de María Pita y el reloj floral de los jardines de Méndez Núñez. "Está desajustado y hay que ajustarlo, ya estuve allí hoy [por ayer] y saqué unas piezas", relataba ayer el especialista.

Tardará "no menos de diez días" porque después de ajustarlo para que funcione a la perfección estará un tiempo en pruebas para confirmar que funciona correctamente. El reloj, uno de los iconos de la ciudad, ha sufrido el paso del tiempo, la salitre, "la arenilla, el viento...", según cometa el relojero que describe que el trabajo en el andamio es laborioso. "Y yo no soy un equilibrista", bromea. El resto de los relojes municipales "están perfectos", comenta el encargado, "hasta el reloj floral, que de vez en cuando estropean".

El reloj luminoso de la emblemática columna meteorológica tiene forma de globo con cuatro esferas y está coronado por una veleta con una carabela y un pararrayos. La columna es hueca en su interior y tiene una escalinata octogonal, en referencia a las direcciones del viento.

Encargado a Gabriel Vitini a petición popular para rendir homenaje a Aureliano Linares Rivas, el Obelisco fue inaugurado el 10 de febrero de 1895 en medio de, según las crónicas de la época, un temporal que se llevaba los paraguas y sombreros de los asistentes, por lo que parte del acto se celebró dentro del palacio municipal. El constructor recibió 1.995 pesetas por el monumento. A mediados del siglo pasado, el alcalde Alfonso Molina ordenó un proyecto para darle altura y ajardinar su entorno. En la base están grabados en placas de bronce los datos geográficos y climáticos extremos de la ciudad.