María Casero se dedicaba a la cocina creativa en Barcelona y, cuando volvió a A Coruña y dejó los fogones, empezó a hacer turbantes para ceremonias. "Mi padre viajaba mucho y siempre traía cuadros enrollados de mujeres con turbantes", recuerda. Dio el paso a tener una tienda física en A Falperra porque quería "un local pequeñito", en el que el alquiler no le supusiese una gran carga todos los meses y lo encontró. El curso, confiesa, le ha ayudado a "mejorar el escaparate y a aprovechar una pared que tenía perdida".