Comienza con su hija corriendo por un campo de algodón. Dice Maude Schuyler, la fotógrafa responsable de la imagen, y de las otras 79 que se exhiben desde ayer en el Museo de Arte Contemporáneo como parte de la exposición Mississippi History, que decidió que encabezara la muestra porque representa a la perfección lo que pretende transmitir con su trabajo. La relación de confianza con quien retrata, la espontaneidad del instante que captura y, sobre todo, la esencia del Misisipí que lleva desde los 90 fotografiando se ven, asegura, en esa primera imagen, en la que Anna, ahora ya mayor, experimenta "el milagro de la llegada del algodón en otoño".

"Quería hacer un inventario de cómo se desarrolla la vida en el Misisipí. La exposición va sobre ese lugar, pero también sobre mi interpretación personal del mundo que veo", explica la artista.

Lo íntimo de esa visión se percibe claramente en los protagonistas escogidos. Familiares como su padre, su hermano y sus tres hijos son, junto a los amigos o vecinos de la estadounidense, la mayoría de los sujetos retratados. La confianza que mantiene con ellos, Schuyler la traslada también a sus imágenes de extraños, a los que suele pedir permiso antes de retratar: "Para mí, tener una relación con el sujeto es muy importante. No hago retratos urbanos porque me parece que es como si les estuviese robando el alma, así que les pido permiso. De ese modo siento que estamos juntos en la imagen", comenta.

A pesar de esa conexión, la fotografía estrella pertenece a una conocida. Bonnie Claire, la que fuera durante un tiempo novia de su hermano, aparece retratada ante un árbol, de espaldas, con la melena confundiéndose con el follaje: "Es una de mis favoritas. Representa mi búsqueda de la verdad y la belleza", dice Schuyler, señalando después otra imagen, en la que la que se ve a la misma joven, esta vez desnuda. "Cuando iba a hacer mi primera exposición, recuerdo que me dijo: '¡No irás a poner esa foto en la que se me ve el pecho!', pero ahora tiene 50 años, y me pidió que la pusiera", bromea.

Junto a estos allegados, y a veces entre ellos, hay también alguna celebridad. Los escritores Richard Ford y Eudora Welty, el cantante de blues Bill Abel y el también fotógrafo William Eggleston son, además de Claire, otras de las piezas de esta historia del Misisipí, que Schuyler reconoce que se ha acabado convirtiendo en propia. El mismo Eggleston, por ejemplo, resulta ser el primo de la artista, que en el 75 recibió de sus manos la Rolleiflex que usó hasta el 2005 para componer su muestra. "Es una cámara en la que para hacer la foto tienes que estar mirando hacia abajo, así que es menos intimidante y la gente se relaja", afirma Schuyler, que asegura no usar trípode ni preparar sus imágenes. "Al ser un instrumento analógico, a veces tengo que pedirle a los retratados que se queden quietos, pero no les hago posar", afirma.

Tampoco prepara la iluminación. Lo artificial no tiene cabida en las instantáneas de la estadounidense, que busca siempre "la luz adecuada". "Es la que hay al atardecer, cuando se acerca el crepúsculo. La luz del amanecer también es bonita, pero desgraciadamente no soy una persona madrugadora, así que me la pierdo siempre", dice riendo.

La atmósfera que crea con ella rodea todas las imágenes de la exposición, desde celebraciones del 4 de julio hasta juegos infantiles. Un "álbum familiar" que se ha vuelto público y que, asegura, no podría haber nacido en ningún otro lugar: "No creo que hubiese sido capaz de hacer las mismas fotos en otros sitios, como Nueva York o España, porque tienen algo muy íntimo. Reflejan la conexión entre nativos", declara.