Cinco países y 25 años después, la siria Fadile Chami ha encontrado su casa en A Coruña. Ya no escapa y junto a su hija, que llegó a la ciudad hace once meses, aprende a disfrutar de una vida marcada por el miedo y la valentía. El proyecto Acampa le ha permitido dar visibilidad a SAWT, asociación sirio-gallega de la que es vicepresidenta y que acoge y ayuda a las refugiadas en Galicia. No se considera una de ellas, pero su historia no está exenta de obstáculos. Igual que la de las 6.855 personas acogidas en España, 120 en A Coruña.

Hija de inmigrantes, nació en Venezuela y con 11 años se instaló en Siria, donde la dictadura marcó su adolescencia de tal manera que en los años 90 decidió dejarlo todo para asentarse en Europa. Con ideas afines al Partido Comunista de su país, se vio obligada a esconderse y buscar su sitio lejos de casa. Lo encontró en Suiza, pero por poco tiempo. "No tenía contrato de trabajo y me tuve que ir a Venezuela, pero en mi cabeza estaba regresar a Siria". Allí la esperaba su familia, así que en 2002 hizo las maletas y viajó con sus dos hijos, pero una vez en tierra empezó la pesadilla. "Mi nombre estaba en una lista de personas buscadas así que me detuvieron y me quitaron a mis hijos durante cuatro meses", relata.

Cuando recuperó la normalidad tras varios interrogatorios, se reencontró con sus pequeños y eligió Inglaterra como destino. Casi tres años pasaron en territorio británico, pero no fue tiempo suficiente para "arreglar los papeles". "De nuevo en Venezuela, mi marido me quitó a mis hijos, no me dejó llevarlos a España, así que me fui sola". La decisión más complicada de su vida. Un duro camino que le llevó hasta A Coruña, donde reside desde hace once años. Pero la pesadilla no había acabado. Un infarto cerebral le hizo pasar tres meses en el hospital y necesitó ayuda para recuperarse durante más de un año. "Sé que eso me ocurrió por haber dejado a mis hijos atrás. Iba seis horas al día a rehabilitación porque quería recuperarme". Y lo hizo. Tanto que ahora lidera una asociación para ayudar a refugiadas sirias y ya empieza a sonreír, sobre todo tras el reencuentro con su hija. "Gracias a Facebook y WhatsApp pudimos mantener el contacto. Como ya es mayor de edad, viajó hasta aquí para estar conmigo", explica. No ocurre lo mismo con su hijo. Musulmán, considera que el hombre es el centro de la familia y ha decidido quedarse en el bando de su padre, sin escuchar la versión de su madre.

Dejando a un lado su historia, en su corazón también hay sitio para los familiares y amigos que tardaron más en escapar del infierno sirio o que ni siquiera llegaron a conseguirlo. Paseando por el campo de refugiados instalado en los jardines de Méndez Núñez hasta el domingo, Fadile Chami asegura que "en algunos lugares de Europa son peores" y no quiere ni nombrar su experiencia en Jordania. "Me enfermo si cuento lo que pasé allí", apunta.

Sus dos hermanos se encuentran refugiados en Alemania, adonde escaparon tras perder a sus mujeres en un bombardeo. Les costó encontrar la libertad. "Uno de ellos intentó escapar tres veces. Una le pilló la Guardia Civil, a la siguiente volcó la lancha y a la tercera fue la vencida". Ahora, cuando puede, viaja a Alemania para seguir construyendo recuerdos con sus hermanos.

Ese es su final feliz. El que acabó en tragedia fue el de una amiga suya que se lanzó al mar con sus hijas para dejar muy atrás Siria y conocer en primera persona lo que Fadile le contaba sobre Europa. "Fue muy valiente. Llegó a Líbano y de ahí a Turquía. Entonces me llamó y me dijo que cogerían un barco de noche sin saber dónde desembarcarían. Solo me prometió que buscaría un sitio para contactar conmigo". Tres días y tres largas noches pasaron hasta que Chami se enteró de que su amiga y sus hijas habían fallecido ahogadas. Le resulta inevitable llorar cuando lo cuenta. Pero rápidamente se recupera y asegura que por ella y otras muchas mujeres lucha. Por eso nació SAWT. Por eso alza la voz en Méndez Núñez.