- ¿También hubo problemas en el seno de Bilbao Ría 2000?

-En veinticinco años han pasado muchas cosas en la empresa, pero que nadie piense que fue un paseo militar, sino un proceso largo y con momentos difíciles. Pero siempre ha habido voluntad de intentar resolverlo todo mediante el consenso. Aunque haya cierta tentación de avanzar en solitario, este tipo de procesos es necesario llevarlo a cabo entre varios porque hay diferentes competencias administrativas. Y al abordarlo con la idea de que van a ganar todos, se llega mucho más lejos e incluso más rápido.

- ¿Hace falta una actuación con el Guggenheim que sirva de emblema?

-El elemento identificativo es importante, pero tiene que haber pastel para que haya guinda. Cuando se construyó el Guggenheim tenía al lado una estación de contenedores de Renfe, por lo que la imagen era muy diferente a la actual. El museo ha aportado mucho en la imagen de marca de Bilbao y mucha gente nos pregunta cómo hacer algo semejante, ya que si tuviéramos que volver a hacerlo no sé si lo haríamos igual. Los ciudadanos no entendían que con el paro que había dedicáramos el dinero a construir un museo de arte contemporáneo.