Isabel Fouz es la hermana de Humberto, desaparecido en marzo de 1973 en Biarritz junto con Jorge Juan García y Fernando Quiroga. Fueron confundidos con policías españoles por refugiados vascos. Su historia no acaba ahí. Sus familias han exigido durante estos 45 años que ETA, a la que atribuyen la desaparición, revele el paradero de los tres coruñeses. Al llamamiento se unieron el pasado fin de semana el Gobierno vasco y la Cátedra de Derechos Humanos de la Universidad del País Vasco. "A ver si ahora alguien se decide a decir dónde están sus cuerpos", reclama Isabel, que no pierde la esperanza. Defiende que todas las víctimas terroristas "se merecen el mismo respeto" y no quiere que el nombre de su hermano y sus dos amigos caiga en el olvido.

- El informe de la Universidad del País Vasco sobre el caso defiende que "la desaparición es actual", ¿ese es el mensaje de las familias?

-Claro, no queremos que se olviden. Siempre nos agarramos a algo, una pequeña esperanza de que aparezcan. Ojalá se pueda conseguir.

- ¿Esa esperanza se mantiene intacta tras 45 años?

-Por supuesto. Hay veces que me desespero, que pienso qué más puedo hacer o a dónde más acudir. Pero mantengo la esperanza, no quiero dejarlos en el olvido. Lo que pasa es que mis padres y los del resto fallecieron. A Jorge, hasta sus hermanos, solo le queda una sobrina. Queremos los cuerpos para decir: "Ahí están".

- ¿Qué tipo de apoyo recibieron las familias en el momento de la desaparición?

-Ninguno. No interesó a las autoridades en su momento. Lo único, un abogado, que resultó ser el jefe del Movimiento. Mi marido fue a San Sebastián para saber por qué quería ayudarnos. Como todas las víctimas eran afines a Franco, se ofrecía a llevar al tema. Luego, cuando vio que no tenía que ver con Franco ni con nadie, lo dejó.

- ¿Y durante estos 45 años?

-Hemos hecho muchas cosas. Por ejemplo, mi sobrina Coral expuso en el Senado el tema. Fue cuando Mayor Oreja era ministro del Interior. Se les facilitó toda la documentación sobre el caso, pero no hicieron nada. También pedimos el apoyo del Gobierno municipal, al tratarse de tres coruñeses.

- La ciudad incluirá en su callejero el nombre de su hermano y sus dos amigos desaparecidos, ¿es un paso adelante en esa lucha por no olvidarlos?

-Sí. Es algo que nosotros no pedimos, fue una moción del PSOE. Está bien, es un reconocimiento.

- ¿Con la reclamación del Gobierno vasco, que pide a ETA que revele el paradero de los tres desaparecidos, cree que cambiará ese desinterés?

-Eso esperamos. Es lo que buscamos, que las autoridades nos apoyen porque te da la sensación de que hay víctimas de primer, segundo o tercer grado. Hace muy poco hubo un homenaje a Miguel Ángel Blanco. ¿Y los demás? Todos se merecen el mismo respeto.

- También se ha abierto un correo electrónico [ desagertuak@euskadi.eus]desagertuak@euskadi.eus] al que se puede remitir datos sobre el caso.

-A lo mejor así es más fácil porque no tienen que dar la cara, pueden mandar un correo electrónico de forma anónima contando lo que sepan, cualquier cosa.

- ¿Se pusieron en contacto con ustedes para la elaboración del informe del Gobierno vasco y la Cátedra de Derechos Humanos de la Universidad?

-Sí. Hablaron con mi hermana, que vive en Eibar, y por proximidad era más cómodo. Esperamos que este informe nos ayude a saber algo más. Antes, la situación era más complicada, por la relación entre Francia y España. Esperemos que ahora sea diferente.

- ¿Es posible que los que estuvieron implicados en la desaparición hayan fallecido?

-Sí, pensamos que sí. Pero eso es algo que se sabe, hay documentos. En un libro de Soares Gamboa figura el tema. A ver si ahora alguien se decide a decir dónde están.

- ¿Cómo fue aquel 24 marzo de 1973?

-Un batacazo. Recuerdo que mientras comíamos, comentaron que irían a ver una película a Francia que estaba censurada. Mi marido dijo que no, que tenía que trabajar. Cuando después no aparecieron, yo pensaba que seguro que habían cogido a mi hermano porque sabía nueve idiomas y lo usarían para conectar con gente de otros países. Te aferras a cualquier cosa, sobre todo porque yo le había dicho a mi hermano que viniera a Irún.

- ¿Por qué?

-Vivía allí con mi marido, que era ferroviario. Así que llamé a mi hermano y le dije que al estar en frontera y dominar tantos idiomas, encontraría trabajo seguro. Y así fue, lo contrataron en una empresa de transportes. Me queda la sensación de que fui yo la que lo llevó a Irún y justo le tocó eso. No fue culpa mía, pero te queda ahí. Nosotros volvimos a A Coruña en noviembre de 1980.

- ¿Por qué a ellos? ¿Es una pregunta que se hace a menudo?

-Sí. Eran tres trabajadores que no representaban a ningún colectivo. Ni policías, ni guardias civiles, ni políticos. Solo tres jóvenes de A Coruña, ni siquiera del País Vasco.