Cuando Salif Keita nació, había dos cosas que le hacían extraordinario. Una era la voz, un instrumento que pulió y perfeccionó durante ahora 50 años, y que le llevaron a ganarse, desde su propio Mali natal hasta el extranjero, el título de la voz de oro de África. La otra, menos amable, fue un obstáculo que le puso las cosas difíciles en el camino, y que evidencia con Un autre blanc [Otro blanco], el trabajo que presentará este sábado en el teatro Colón (20.30 horas). Su piel clara, fruto del albinismo, le valió el rechazo de la supersticiosa sociedad africana, a la que Keita se sobrepuso a base de talento y trabajo a favor del colectivo albino.

Se dice que ya no grabará más discos, ¿esta es su despedida de los escenarios?

Sí que he dicho que este es mi último álbum, pero no que vaya a dejar de actuar. Estoy orgulloso de mis 50 años en la música, y muy contento de actuar en A Coruña y para la gente de allí.

¿Por qué ha decidido apartarse del camino discográfico?

La industria musical ha cambiado mucho en los últimos tiempos. La gente ya no compra discos como antes, sino que se enfoca en los singles. Es posible que yo haga alguno, o que colabore con otros artistas, pero no habrá más álbumes para Salif Keita.

El adiós lo da con su disco Un autre blanc. En él cuenta con colaboradores jóvenes, ¿buscaba sangre nueva?

Parte del objetivo del álbum era grabar con buenos amigos, artistas que fueran cercanos a mí, como Angélique Kidjo y Alpha Blondy. Pero también colaborar con artistas que están surgiendo en los últimos años, como MHD. Por su parte, Yemi Alada, de Nigeria, es una artista tremenda. La conocí hace un tiempo, y quería hacer algo con ella, porque es fantástica.

Junto a ellos, continúa esa línea reivindicativa que ya esgrimía en discos anteriores.

Sí. Por ejemplo, una de las cuestiones que tratamos en este álbum es la situación de Siria, en una canción que muestra el lado terrorífico de la guerra. En ella me pregunto: ¿Quién piensa en las mujeres y en los niños, que son las víctimas mayoritarias de los conflictos bélicos?. El título del tema es Siria, pero en realidad habla de los enfrentamientos armados en todo el mundo.

¿El conflicto de Mali fue una inspiración?

Absolutamente. Para nosotros es algo muy cercano, porque el problema de Mali ha estado ocurriendo desde hace seis años sin encontrar una solución. Tenemos la sensación de que no estamos yendo en la dirección correcta.

Como contrapartida a todo ello, reivindica en el disco el orgullo por África, ¿hacía falta recordar ese amor propio?

Sí. Es muy importante para las generaciones jóvenes de África tener seguridad en sí mismas, porque hay muchos problemas y dificultades a la hora de desarrollar el continente. Los conflictos, pero también la corrupción política, están impidiendo que África progrese del modo en el que debería.

¿También en la situación de los albinos? ¿No ha mejorado en estos años?

No ha avanzado. Creo que, si sus condiciones fueran las correctas, África podría estar avanzando mucho más rápido y podría estar mucho más desarrollada a día de hoy. Pero todas estas cuestiones están en su camino, y hay que buscarles una solución. Tener paz es una, pero muchos de los motivos que mantienen atrasada a África se deben a que la gente sigue explotando recursos naturales que deberían estar beneficiando a los países a los que pertenecen y no a los poderes coloniales que llegan y se asientan aquí.

¿Cómo le marcó a usted crecer en un entorno así?

Cuando era joven, la gente era muy supersticiosa y no entendía la condición de los albinos. Eso fue muy duro para mí. Tuve que irme a Bamako para empezar mi carrera musical, y desarrollarla fue complicado por el albinismo.

Después de tantas penurias, ¿le chocó aquel título que le dieron, la voz de oro de África?

Eso fue algo que se fue desarrollando con los años. Ocurrió una vez que me fui, y grabé en Estados Unidos. Ahí es cuando mi carrera comenzó a avanzar.

¿Fue difícil no perder la conexión con África tras tanto tiempo en el extranjero?

Totalmente. Viví en Francia entre 1983 y 1999, y luego volví a Bamako, porque el hogar es el hogar, y es muy importante no perder el contacto con él. Ahora paso mucho tiempo en una isla de Bamako, porque está muy alejada del ruido y de la gente.

Da la sensación de que, desde M'emba y hasta ahora, ese vínculo con su tierra se ha hecho más fuerte.

Puede que desde el 2000, desde el lanzamiento de Moffou. Ahí hice una aproximación a la música más acústica y tradicional, como parte de un compromiso con África y sus melodías. Quería resaltar los instrumentos y las armonías tradicionales de Mali.

Su música ha logrado superar esa frontera que se crea entre África y España. Aquí no solemos recibir a artistas del conteniente, a pesar de la cercanía.

Creo que, incluso aunque la gente no comprenda la lengua en la que canto, entiende las melodías y las emociones que trato de transmitir. Yo siento un vínculo muy fuerte con España, porque tengo una gran audiencia y normalmente me invitan dos o tres veces al año desde diferentes sitios del país. Siempre estoy buscando actuar de nuevo aquí, porque está muy cerca de mi arte.