Nací en la calle Teresa Herrera, en la casa de mi abuela y a los tres años me fui a vivir a una casita de sindicatos de la calle Río Mandeo con mis padres, Pepe de Llano y Maruja Cervero, y mis tres hermanos, José, Ramón y Pedro. Estuve allí hasta que me casé y me mudé con mi marido a Riazor y después a la calle Torreiro. Mi padre era muy conocido en la ciudad porque tenía la empresa Ramón de Llano Publicidad, que empezó con mi abuelo y fue la primera en hacer publicidad en Galicia. Mi madre, que era de Valencia, se dedicó a las labores de la casa y a criar a sus hijos.

Mi primer colegio era una pequeña academia de la calle Río Mendo, donde estuve hasta ingresar en el instituto Femenino, hasta cuarto de Bachiller. Luego hice un curso de gimnasia en el Albergue de la Marina Española, que estaba en Sada. Al acabarlo, con 18 años, me casé con Argimiro Rey Pichel y tuvimos tres hijos, Laila, Berta y Pablo, que ya me han dado cinco nietos: Adrián, David, Laura, Cristina e Isidro, que llenan por completo mi vida de abuela.

En la pandilla que tuve hasta que me casé estaban Tina, Kana, Santiña, Blanca, Pitusa y Piluchi, y con ellas guardo una gran amistad. Lo pasábamos muy bien jugando en la calle a lo que estaba de moda en nuestra niñez, como la cuerda, la mariola y el brilé. También nos llevaban al monte de Santa Margarita y los niños hacíamos tómbolas en la calle para intercambiarnos lo que teníamos las amigas. Lo que más ilusión me hacía era ir a los cines de barrio, a las sesiones infantiles de los domingos y festivos en el Doré, el Equitativa, el Rex y el España; cuando se iba la luz en las sesiones pateábamos el suelo como locas.

Mis padres me llevaban a los bailes del desaparecido Leirón, en Juan Flórez, e íbamos a la romería de Santa Margarita, donde había barracas y vendían todo tipo de chucherías y se juntaban muchísimas familias. Más tarde, al cumplir 15 años, me dejaban pasear con mis amigas de arriba a abajo por la calle Real, Olmos y Los Cantones, donde nos cruzábamos con chicos, que también gastaban suela, como decíamos entonces. Por Riazor paseábamos también y parábamos en el Playa Club y en el Richard, donde iban los jugadores del Deportivo. Fue en la zona de Riazor donde conocí al que sería mi marido. Al casarme joven y tener los hijos muy seguidos, la vida en pandilla cambió, aunque no perdí el contacto con las amigas, con las que quedaba en la cafetería Copacabana.

Cuando me separé de mi marido, decidí abrir una cervecería en la plaza Fuente Luisa con mi amiga Veva, que llamamos María y yo, que traspasé a unos conocidos. Después abrí otra con una empleada que se convirtió en socia: fue el pub Retro, en la calle Orzán. Años más tarde pasé a mi hija mi parte del negocio, que acabó cogiéndolo mi exmarido y lo transformó en el pub Los Elefantes; allí él me ofreció trabajar como cocinera, y estuve hasta que me marché un año a Alicante con mi amiga Paloma y su hija Marta. Volví a Coruña cuando nació mi primer nieto y no me perdí los de los demás. Ahora, jubilada, tengo nuevas amigas como Mercedes, Marian, Chus y Gloria, con quienes paseo, voy de viaje y me dedico al teatro con el grupo Abanca +60.

Testimonio recogido por Luis Longueira