Suelos y columnas revestidas en piedra, madera en los techos, dorados, espejos omnipresentes y camareros en traje. Es único en su clase en la ciudad, y quizá, también de los últimos en todo el estado. La cafetería Manhattan, símbolo de la plaza de Pontevedra, con permiso del Eusebio da Guarda, se ha mantenido congelada en el tiempo a lo largo de las décadas.

Desde que en 1989 cobrara su aspecto actual, los años parecen no haber pasado por el Manhattan. Los clientes siguen siendo, de igual modo, los mismos que entonces. "Todos los clientes que se sientan aquí vienen si no todos, casi todos los días. Son clientes de siempre, que piden lo de siempre. Son fieles", explica Antonio Taibo, actual gerente del local.

Muchos se preguntan la razón de ser de esta línea de negocio que busca mantener el local en la inmutabilidad. Si la gerencia no ha introducido cambios en el café es precisamente, según explican, por condescendencia con esta clientela tan leal. Antonio Taibo lo tiene claro. "Todo nuestro esfuerzo está encaminado en que el ciente de siempre esté a gusto".

La empanadilla, la croqueta y la tortilla. Los camareros enfundados en sus trajes negros. El café con mucho más café que en el resto de locales. "El café normal lleva entre siete y ocho gramos de café por taza. Aquí echamos 13", explica el responsable. Si algo falla en un sabor tan arraigado, los clientes se dan cuenta al momento.

El gerente recuerda una anécdota que da buena cuenta de ello. Se retrotrae dos años atrás, cuando se vio en la obligación de contratar a un nuevo camarero que desconocía la indicación con respecto a esta dosis tan medida.

El camarero nuevo, "todo un profesional", matiza Taibo, se limitó a hacer su trabajo como siempre lo había desempeñado en otros locales, con los siete gramos regulares, al desconocer la peculiaridad de los 13 del Manhattan.

"Cuando llegué ese día a la cafetería, me encontré con una protesta muy enérgica por el cambio en el café", explica el gerente. No hay discusión con respecto a lo que los clientes del Manhattan buscan en el establecimiento. Lo de siempre. Taibo afirma estar, no obstante, encantado con su clientela. "Son gente maravillosa. La educación es estupenda y el nivel cultural, muy alto", revela. Sin embargo, ni el gerente ni nadie duda de quién manda en el lugar. "El Manhattan no es de nadie. Es de todos los coruñeses", zanja.