La respuesta es no. Los parques coruñeses distan mucho de ser espacios adaptados a todo tipo de necesidades. Una condición que, probablemente, solo ha constatado quien se enfrenta a ella día a día. Es el caso de todas aquellas familias coruñesas que se ven obligadas a buscar espacios que permitan que sus hijos con sillas de ruedas u otro tipo de problemas de movilidad, puedan jugar en igualdad de condiciones. En la ciudad de A Coruña, esta búsqueda se torna, en muchas ocasiones, infructuosa.

Sara González, recién titulada en Terapia Ocupacional, escogió como tema para su Trabajo de Fin de Grado poner a prueba la accesibilidad de los parques coruñeses de dos distritos, para descubrir cuántos son los que hacen posible la inclusión de la diversidad funcional en ellos. Ayudada por sus tutoras, las terapeutas Thais Pousada y María José Darriba, González plasma sus resultados, que distan mucho de ser optimistas, en forma de guía cuya impresión hizo posible la asociación ENKI.

El estudio de Sara González, analiza los parques emplazados en los distritos seis y diez, que abarcan los barrios de Eirís, As Xubias, A Pasaxe, O Castrillón, Monelos, y Monte Alto, Ciudad Vieja y Pescadería, respectivamente. Con el fin de discernir cuáles de estos parques eran accesibles y cuáles no, Sara González echó mano de la clasificación fijada por el autor Jorge Palomero, que establece tres grados de accesibilidad.

Un primer grado cataloga aquellos juegos que excluyen a las personas con algún tipo de problema de movilidad. Los grados dos y tres sí serían accesibles para niños con necesidades especiales. Los de grado tres, concretamente, abarcan aquellos diseñados específicamente para niños con diversidad funcional. González no ha encontrado, por el momento, ninguno en la ciudad que cumpla las características de estos últimos.

La terapeuta ocupacional determina dos criterios para poder considerar un parque como accesible. "En primer lugar, que el 50% de su equipamiento sea, como mínimo, de grado dos. Después, que el acceso al mismo esté garantizado", explica. Esta última condición sí la cumplen los parques coruñeses de estos dos distritos, puesto que la mayoría de ellos están libres de barreras arquitectónicas que impedirían el paso, además de disponer de un pavimento adecuado como es el caucho. Donde fallan es en el primer requisito. En A Coruña, de 30 parques analizados, solo tres pasan el corte: Oza, plaza Vigía y el del cementerio de San Amaro.

"El de Oza es un buen parque. De seis elementos que tiene, tres son accesibles, tiene columpios adaptados, una rayuela contrastada en el suelo por si se tienen problemas de visión y una estructura de juegos con una rampa con barras, por lo que los niños con movilidad reducida pueden usarlo", apunta González.

La clasificación falla en el caso de los dos últimos, en los que el concepto de accesibilidad hay que cogerlo con pinzas. En el parque de San Amaro, Sara González concluye que los elementos accesibles sirven más al propósito de la seguridad que al de la inclusión. "De cuatro juegos que tiene, tres son de grado dos. Lo que ocurre es que están destinados a niños de seis meses a cinco años, por lo que gran parte de la población se queda fuera. Creo que se debe más a temas de seguridad que a una voluntad de hacerlo accesible", reflexiona. El parque de Plaza Vigía pasa el corte por los pelos. "Tiene un tobogán que no es accesible y una rayuela contrastada, que sí lo es. No es un parque que yo recomendaría", apunta González.

Pese a lo poco alentador del panorama, González apunta a que el punto de partida para lograr la inclusión en los parques, que quizá cierran sus puertas a más gente de la que parece, pasa por el trabajo común de diferentes profesionales. . "El principal reto ahora mismo es el diseño del equipamiento. La figura del terapeuta ocupacional es clave dentro de un equipo interdisciplinar de diseñadores, arquitectos y otros profesionales. Nuestra formación en entornos accesibles puede y debe complementar a su conocimiento. Se puede formar un gran equipo", propone.