Mutantes, heridas purulentas y seres antropomorfos o de dos cabezas. Ese es desde hace nueve años el escenario de trabajo de Alberto Hortas, el maquillador de efectos especiales que ha instalado, en un pequeño rincón de A Grela, su particular altar al cine fantástico y de ciencia-ficción. En 4ojos Estudio, el coruñés pasa las horas modelando y esculpiendo criaturas que solo existen en su mente, ya sea por encargo o como parte de un rodaje. Su experiencia, en la que se cuentan filmes como El laberinto del Fauno, la compartirá mañana con una demostración de maquillaje en la sede de la ONCE en el Obelisco (20.00 h.), como parte de la clausura del Festival de Cinema Fantástico (FKM).

¿Se reconoce el trabajo que hay detrás de un buen maquillaje?

No. Primero, porque la propia gente que trabaja en el medio desconoce la cantidad de pasos que hay detrás. Aquí no hay nada enlatado, todo se hace artesanalmente. Si quieres hacer una arruga o un poro lo tienes que moldear tú, no hay una máquina 3D que imprima la máscara. Son muchos procesos y materiales muy caros.

¿Y muchas horas?

Sí. A lo mejor estoy tres semanas para hacer algo interesante si es una escultura. Si es un maquillaje, quizá un poco más, porque dependes del actor, lo tienes que dividir por partes para que sea más sencillo colocarlo... Hay gente que viene a hacer cursos conmigo y se desespera porque piensa que en la primera semana ya van a hacer el maquillaje y no. Yo hace un par de años hice varias esculturas para el Museo de la Trashumancia en Ávila, y fueron dos meses de trabajo exclusivo para eso.

Uno de sus proyectos más famosos fue El Laberinto del Fauno, ¿cómo fue su participación en el filme?

Trabajé para DDT Efectos Especiales de Barcelona, modelando parte del sapo que sale en la película. Estuvimos como seis meses currando a tope. Gracias a Dios, ganó luego el Goya y el Oscar al mejor maquillaje.

Guillermo del Toro se inspiró en Sleepy Hollow y los cuentos de los hermanos Grimm para la película, ¿esas fueron también sus referencias?

En realidad, aquí cada uno bebe de diferentes fuentes. Yo me empapo mucho de la realidad y de gente que veo por la calle. Ahora estoy haciendo a una mutante que está basada en una señora que vi en A Coruña con un gorrito de lana. El sombrero estaba deformado en forma de cono y en mi escultura se debe a una especie de mutante que tiene dentro de la cabeza. Unir los realismos y la ciencia-ficción siempre me ha gustado.

Los Lobos de Arga serían para usted un paraíso, entonces.

Sí. Ahí trabajé para Arturo Balseiro, un compañero de Madrid. Creo que después de El laberinto del Fauno fue la película con más trabajo de taller. Luego estuvimos casi un mes y medio en Silleda, pasando un frío del copón. Uno hacía los maquillajes y otro por la noche los seguía porque era un rodaje continuo, y ayudé también a hacer los trajes. Estuvimos casi 11 meses trabajando a destajo.

¿Es el terror o la fantasía lo que le permite desplegar más su potencial?

Aquí cada uno te contará una historia, pero a mí me gusta más la fantasía. Porque tienes miles de opciones. El terror es un poco más previsible, está ya muy visto...

También ha participado en el realismo, como en El Desconocido. Dice que Dani de la Torre le marcó como artista.

Había trabajado con él ya en un corto que se llamaba Lobos. Esa fue la primera noche que me pasé sin dormir antes de ir al rodaje, que no es una cosa normal [risas]. El Desconocido me gustó mucho por la experiencia, porque hubo mucho tiempo para hacer pruebas. Fue un trabajo complicado, porque el maquillaje tenía que estar en la pierna del niño y por debajo llevar un pequeño tubo con fluido de sangre. Unir las dos cosas era difícil, pero al final salió bien.

¿No marean mucho los directores en los rodajes?

Al final no. Si tienes tiempo para hacerlo y el director sabe lo que quiere, mola ese momento en el que ves que lo que él tenía en la cabeza funciona cuando lo llevas a la realidad. El año pasado, el director de Feedback venía al taller, me mandaba dibujos que tenía como referencia... Otros sí es verdad que te dicen: "Quiero un zombi", y nos vemos dentro de un mes en el rodaje y se acabó.

Mañana hará una demostración en el FKM, ¿qué debe tener interiorizado un maquillador de efectos especiales?

Hay que tener una mezcla entre técnica y creatividad. Tienes que organizarte, ser responsable con tu trabajo... También con la parte empresarial. A nosotros nadie nos dijo cómo ser autónomos, pedir los materiales o limpiar el taller. A veces me falta tiempo para todo.

Usted se arriesgó y decidió quedarse en Galicia con 4ojos Estudio. ¿No le sacaba rédito artístico al nomadismo?

Sí. He estado en Madrid y Barcelona, y una temporada fuera, pero yo quería tener mi campamento base aquí. Los proyectos pueden ser más pequeños, pero prefiero esta vida más pausada.

El género fantástico no es el más popular en la industria española. Muchos se preguntarán cómo sobrevive...

No es fácil. Doy cursos de maquillaje y escultura, y con eso voy viviendo. Porque si dependes de las productoras... Es complicado.

También le ayudarán los encargos, ¿cuál es el más extraño que han recibido en su estudio?

Yo tengo un dicho, que Dios crea a los frikis y nosotros los juntamos [risas]. Por aquí pasa un poco de todo. Ha venido un chico que quería hacerse una máscara de carnaval de la Duquesa de Alba, y tenía un secretismo con sus padres porque no quería decirles que se había gastado un dinerillo en ella [ríe]. También vino una chica porque su madre estaba intentando convencerla para que se ligara las trompas de Falopio. Quería ver si era capaz de reproducir la cicatriz de la operación, para que su madre la viera y se acabaran sus discusiones. Para que veas. ¡Hasta qué punto llega ese lado medio friki!