Los Correos Marítimos transportaban la correspondencia oficial para distintas ciudades del Caribe desde el año 1764. Uno de sus barcos era la fragata Lanzarote, cuyo capitán era el sevillano Jacinto Vargas Machuca.

En el año 1786, el Lanzarote se dispone a cruzar el océano. El día 2 de enero recoge su carga. Son veintiún cajones con destino a Canarias, Puerto Rico y La Habana. Los dos últimos puertos eran punto de enlace con otras ciudades coloniales.

El viaje no empezó bien. El barco tuvo que esperar a que el tiempo amainara. El día 16 de enero, una fragata francesa llega a la bahía en busca de abrigo. Fondea en las inmediaciones del castillo de Santa Cruz. En su palo mayor ondea la bandera de Morrón como señal de avería. La turbonada continuaba. Desde los Correos Marítimos ordenan al capitán del Lanzarote que socorra a la fragata en peligro, que envíe gente con una lancha. El viento, el agua y el temporal de mar aconsejan la espera. Era ya noche cerrada.

Al día siguiente ya no se ve la fragata francesa. Aquella noche había naufragado y se había hundido en el entorno de Santa Cruz. En el Lanzarote nada se supo de aquella tripulación. El día 17 el buque se pone en franquía entre los castillos de San Diego y San Antón, dispuesto para zarpar.

No es hasta el día 18, a las dos de la tarde, cuando el Lanzarote se da a la vela. El capitán anota que espera fuera "los buenos tiempos que indican los horizontes". La navegación dependía de su pericia. Como dice en su Diario de Navegación: "Si mis conjeturas no salieren bien nos conformaremos de una u otra manera con la voluntad de Dios".

Una hora más tarde el barco se encuentra a la altura de la Torre de Hércules. Desde ahí toma rumbo NNO. Ya a las cinco está a la misma distancia de la Torre que de las Islas Sisargas. El buque cambia la dirección, ahora OSO. Con el nuevo día llega el buen tiempo y la costa se divisa con claridad. El buen viento permite largar todos los rizos de las gavias. A las doce del mediodía pasa el cabo Fisterra.

La travesía a Tenerife durará quince días. Momentos hubo de calma que obligaron a navegar en papahigos (solo con las velas mayores), en otros la mar gruesa, el viento fresco y los cielos cargados de lluvia obligaron a tomar todos los rizos de las velas. La posición del barco en la mar solo se puede averiguar cuando los cielos están despejados, el resto de los días se hacen cálculos aproximados. No es hasta el día 4 de febrero cuando se divisa la isla de Madeira. Se costea por el oeste para seguir después el rumbo SE. El día 7 se divisa Punta Anaga, es la isla de Tenerife.

El viento amaina. El capitán anota en su diario "mareamos toda vela en demanda del Puerto". La villa de Santa Cruz se divisa a las tres de la tarde. Se distinguen perfectamente las embarcaciones fondeadas. El Lanzarote largó bandera, gallardete y un cañonazo. A las cuatro fondea al lado de una fragata holandesa.

La estancia en el puerto canario será corta. El piloto Jerónimo Zalvidea es quien entrega los tres cajones de correspondencia. El capitán del buque escribe al Administrador Principal de los Correos de A Coruña, Bernardo Caro García, dando cuenta de su viaje. El día 9, a la una, embarca un cajón con los pliegos de correspondencia para Puerto Rico y La Habana.

De cuatro a cinco de la mañana del día 10, el Lanzarote leva anclas. Se cazaron e izaron las gavias y a distancia de tres millas "mareamos a toda vela". Pronto sobrepasan la punta que señala el sur de la isla de Tenerife, la Montaña Roja. Por delante queda todo el Atlántico para cruzar.

La travesía desde las Islas Canarias hasta las Antillas durará diecisiete días. La mayor parte de ellos se navega a toda vela, con un "tiempo hermoso". El último día del mes de febrero pasa por el norte de la Isla Barbuda y el sur de la isla de Anguilla. Son las primeras islas del Mar Caribe. Las condiciones para la navegación siguen siendo buenas. Solo el día 6 de marzo el viento, con chubasco y aguaceros, obliga a navegar solo con las velas principales.

El día 12 de marzo el Lanzarote vuelve a navegar a toda vela. Poco a poco supera las islas de San Bartolomé y San Martín. Al día siguiente son las Islas Vírgenes las que quedan atrás. Ya el día 14 se avista la Cabeza de San Juan, la punta más oriental de Puerto Rico. Un día después lo que se ve es el Morro de Puerto Rico, fortaleza que protege la entrada a la rada de San Juan.

El capitán manda largar bandera y gallardete y dar un cañonazo de saludo. No tarda en llegar el práctico, quién ordena virar a la espera de que la brisa de la mar permita la entrada cómoda en la bahía.

A las diez refrescó el viento y entran en puerto. Casi a las once dejaban caer el ancla, fondean y llevan el Correo a tierra. En la balandra llamada Floridablanca embarcan los pliegos destinados a La Guayra, mientras en el bergantín Doña Mariana van los de Cartagena de Indias. La estancia se aprovecha para la limpieza y pintado de costados. Se embarca un cajón de correspondencia para La Habana y un paquete para Monte Cristi. A día veinte la fragata se hace a la mar.

El Lanzarote recorre la costa norte de Puerto Rico. En un momento le acompaña un bergantín catalán, que pronto le adelanta y se pierde de vista. En la costa se van divisando la Punta Aguada, el Cabo del Engaño, el Cabo Francés, el Cabo la Roca, y el Monte Plata hasta divisar el siguiente destino, la villa de Monte Cristi. Por el camino se cruza con una goleta que había salido de Boston cargada de madera.

Se fondea en puerto y se echa el bote al agua. El piloto lleva la correspondencia a tierra. Regresa seis horas más tarde trayendo varios pliegos para La Habana.

A la isla de Cuba tarda el barco en llegar dos días. En las inmediaciones de Baracoa, el capitán llama al práctico Lino Fernández para que se haga cargo de la dirección del buque. Todo el norte de Cuba, con los cayos de su costa, supone un peligro para la navegación. El día 27 se divisa la Sierra del Cristal. Los cayos Confites, Cruz, Lobos, Guinchos, Cádiz y Cruz del Padre van quedando poco a poco atrás. La Punta Hicacos (actual Varadero) y la playa del Rincón anuncian la llegada a La Habana. A media legua del Morro se vuelve a anunciar la fragata con bandera, gallardete y cañonazo. A las 10 entró la brisa que permitió entrar en la bahía, dando fondo al mediodía. A bordo sube un oficial de Correos de La Habana y se le entregan todos los cajones de pliegos, los recogidos en A Coruña, Tenerife y Monte Cristi. El viaje, tres meses después de su inicio, había terminado.