Las diferentes características de los establecimientos de hostelería hacen que afronten de manera distinta algunas de las situaciones a las que deben enfrentarse como consecuencia de la pandemia, pero las restricciones impuestas por la Xunta esta semana a causa del rebrote que afecta a la ciudad y el área metropolitana hacen que sí haya un sentimiento unánime, el de la incertidumbre ante el futuro.

"Si esto continúa en invierno, el que tenga terraza cubierta igual va tirando, pero en principio no veo que la gente se vaya a meter dentro del local", comenta Begoña Caamaño, quien gestiona junto con su marido los bares Sol y Mar y Begamar. Según explica, la pandemia hace que conseguir la rentabilidad de los establecimientos sea "muy difícil, porque hay que hacer frente a todos los gastos y hay que vivir al día, un día o dos pueden ser buenos, pero el día siguiente no".

El Mesón Os Castros había reiniciado la actividad con fuerza, hasta el punto de que este verano había sido "mejor que el del año pasado porque la gente no se fue de vacaciones", explica su propietario, José Antonio López, quien destaca sin embargo que ahora hay una "incertidumbre total porque tememos que haya que volver atrás".

En los establecimientos Sol y Mar y Begamar la vuelta al trabajo tras el confinamiento fue menos favorable, por lo que las nuevas limitaciones impuestas a causa del rebrote causan desánimo. "Que vuelvan a prohibir la barra, que se usa bastante, es complicado. y en el Sol y Mar hay poco espacio dentro, por lo que al poder usar solo la mitad se queda al mínimo", se lamenta Caamaño. A pesar de que este local dispone de una buena terraza, también tiene que limitar su aforo a la mitad, cuando era la mayor fuente de ingresos porque los clientes "se piensan bastante consumir dentro, ya que la gente viene aún con bastante temor y la mayoría prefiere fuera". "La mayoría usan la mascarilla y te piden que limpies la mesa, hay alguno que tienes que decirle que lo haga, pero estos días la gente está más sensibilizada", indica sobre la actitud de los clientes en la terraza.

Con el Begamar vive la situación contraria, porque casi no tiene terraza pero es muy amplio, de forma que "ahora estamos tirando más del otro, cuando antes era todo lo contrario, allí estamos al mínimo del mínimo", detalla Caamaño sobre ese local, del que dice que "aunque es grande y hay posibilidades de mantener la distancia y hasta para hacer grupos de diez, la gente no va porque tiene miedo."

El Mesón Os Castros tiene terraza desde hace solo unos días, pero ayer recibió la visita de la Policía Local para que redujera su aforo a la mitad. López explica que esta semana la calle Monte das Moas se convirtió en peatonal y que interpretó que podía mantener todas las mesas manteniendo las distancias, pero los agentes le sacaron del error. Sus clientes, muchos de ellos fijos, no tienen miedo de comer en el interior, ya que "se adaptan a las circunstancias y esperan a que montemos la mesa sin problema". Pero López ya recibió una comunicación de la Asociación de Hostelería en la que le advierten de la posibilidad de que la ciudad regrese a la fase uno de la desescalada, lo que le llevaría a volver a solicitar un ERTE para sus empleados. "Habrá que volver a bajar la persiana", vaticina el hostelero, quien ya gastó casi 500 euros en cursos para el personal sobre el Covid-19 y 150 en desinfectar el local, a lo que suma el gasto diario en mascarillas y gel.