Muchos sueñan con acabar la carrera con un sobresaliente. Algunos lo intentan. Pocos lo consiguen. Eduardo Lampón es uno de ellos: coronó su grado en Derecho en la Universidade da Coruña con un 9,34, una meta para la que, asegura, no existen fórmulas mágicas. “Descubrí que me apasionaba el Derecho. Eso fue lo que me llevó a tener buenas notas, no fue premeditado. No tuve que encerrarme como un monje de clausura”, simplifica.

Se ha llevado el premio Extraordinario de Fin de Carrera que la universidad concede, cada año, a sus expedientes más brillantes. Además de los 3.500 euros con los que está dotado, Eduardo se obtiene algo más importante: la confirmación de que ha nacido para desempeñar la disciplina que ha escogido. No todo eran, admite, buenos augurios al principio. “Ni en el instituto ni en el colegio tuve buenas notas. En el colegio, una profesora me llegó a decir que no iba a ser capaz de terminar el instituto”, recuerda.

Los hay más clarividentes, desde luego. Solo hacía falta encontrar una titulación que realmente se ajustase a lo que estaba buscando. No hizo falta buscar mucho, porque Eduardo Lampón parece que siempre lo tuvo más o menos claro. “La película 12 hombres sin piedad me cambió la vida. Van a ejecutar a una persona, solo hay uno que cree en el, pelea contra todos y al final le salva la vida”, ejemplifica.

El joven supo entonces de qué lado quería estar; vio más allá de la teoría de los manuales, de las interminables páginas del código penal y de los voluminosos textos de Derecho Romano. “Con esta carrera puedes cambiar la vida de las personas, marcar la diferencia”, asegura. Observando el resultado, es complicado no creer en sus palabras. Terminados los estudios de grado, Eduardo Lampón se ha marcado una meta mayor: las oposiciones a juez, que ya prepara.

Aunque se muestra optimista, no minusvalora su complicación. “Son unas oposiciones muy duras, soy consciente. Si no lo consigo intentaré otra cosa. Me atrae la Universidad, me gustaría doctorarme, o, sino, dedicarme a la abogacía”, reflexiona. Si la carrera judicial le falla, se orientará hacia su rama predilecta, el Derecho Constitucional, aunque gran culpa de esta preferencia la tiene el período que le tocó vivir como estudiante. “Era mi asignatura favorita. De toda la vida, parecía que solo eran un montón de artículos que no se iban a aplicar nunca. En estos cinco años, me he topado con el Brexit, el 155 en el conflicto de 2017 y el Estado de Alarma. Lo tuvimos muy presente en las aulas. Es una época apasionante para dedicarse a esto”, asegura.