Nací en el Camino del Pinar, en Peruleiro, en casa de mi tía Josefa, quien fue mi matrona y mi madrina. Cuando tenía tres años, mis padres, Ángel y María, decidieron mudarse a San Roque de Fóra, detrás del bajo donde estaba el club Sin Querer. Allí viví también con mi hermano Ángel hasta que a mediados de los cincuenta nos trasladamos a un piso de Labañou. Mi abuela Geno fue cigarrera y mi abuelo Andrés fue farero de la Torre de Hércules, mientras que mi padre trabajó en Industrias Castaño y en Feca-Neón hasta que a finales de los sesenta decidió ir con toda la familia a Inglaterra, donde estudié hasta los dieciocho años.

Empecé a trabajar de camarero en el hotel donde también lo hacían mis padres y más tarde nos cambiamos a un hospital en el condado de Kent, donde conseguí un puesto de asistente supervisor de hostelería. Allí me casé con una irlandesa con la que tuve dos hijos, José Tomás y Andrés Miguel, aunque años después me divorcié y marché a trabajar a Londres, donde lo hice en el Royal Westminster Hospital, cuya presidenta es la reina de Inglaterra. Me encargaba de preparar los banquetes cuando acudía algún miembro de la familia real, por lo que conocí a importantes personalidades.

El autor, a la izquierda, con su madre y su hermano. | // LA OPINIÓN

Eso me permitió entrar a trabajar como funcionario de correos y ser el cartero de la calle Portobello Road en el barrio de Notting Hill hasta comienzos del año 2000, año en el que me jubilé y regresé a la ciudad para instalarme en la calle Alcalde Abad Conde, en Labañou, con mi segunda mujer, Rosa Mari, y disfrutar de mi retiro en la misma zona en la que pasé mi juventud.

Durante mi estancia en Inglaterra, en 1991 formé parte junto con otros coruñeses del grupo musical Charanga Anduriña, con la que tocábamos para los españoles que trabajan allí, por lo que nos invitaron varias veces a actuar en la televisión inglesa. También organizamos una romería gallega todos los años a la que acudieron grupos como A Roda y Fuxan os Ventos.

Mis amigos de la infancia fueron Lalo, Piturro, Juan, Maquita, Emilita y Fina, con quienes jugaba en la calle o en los campos de los alrededores, aunque también hacíamos escapadas a lugares como el monte de San Pedro, O Portiño y Santa Margarita, además de hasta el centro para recoger las postalillas de las rifas de la Tómbola de Caridad que estaba en los jardines de Méndez Núñez.

José Luis, a la izquierda, con su hermano y su primo.  | / L. O.

José Luis, a la izquierda, con su hermano y su primo. | / L. O.

Nuestras playas preferidas eran las de San Roque y la de Riazor, ya que en esa última aprendí a nadar en la llamada piedra del Cagallón, que estaba frente al colegio de las Esclavas. En Semana Santa solíamos ir a coger marisco y erizos de mar durante las mareas bajas, ya que esas fechas eran muy aburridas para nosotros.

A los catorce años me hice popular en la ciudad por unos días porque tuve la mala suerte de atropellar a una señora con la bicicleta y le atravesé una pierna con uno de los radios de la rueda. Aunque me llevaron a la comisaría de la plaza de Vigo, un señor que vio el accidente testificó que la mujer había cruzado la calle sin mirar, por lo que dejaron marchar y al día siguiente me llamaron de la radio y del periódico para que hiciese unos anuncios de educación vial en los que advertía de la necesidad de tener cuidado al cruzar la calle.

Testimonio recogido por Luis Longueira