Basta un vistazo rápido a la calle para comprobarlo. La mayoría de los coruñeses decidió seguir llevando mascarillas el primer día en el que la norma permitió prescindir de ellas, siempre y cuando, tal y como detalla el Diario Oficial de Galicia, se esté en exteriores y sea posible guardar la distancia de seguridad entre personas no convivientes. La estampa era similar en todos los barrios y calles, más o menos concurridos: lo extraño, como viene siendo habitual estos meses, fue toparse, ayer, con algún paseante a cara descubierta. “Yo no me atrevo a ir sin ella, cada día hay nuevos contagios, no cuesta nada llevarla. Es la norma que menos molesta”, asevera una mujer que pasea, bien provista de mascarilla, por Cuatro Caminos.

Los pocos que sí se atrevieron a despojarse de las mascarillas, sin embargo, admiten que lo estaban deseando. “En calles muy abarrotadas me la pondré, pero si estoy a diez metros de la gente, iré sin ella. Estoy vacunado, hay que ir volviendo a la normalidad”, juzga Enrique Abuín, que descansa en un banco del barrio de Os Mallos con la mascarilla en la mano. Con el avance del día, no obstante, cada vez son más los que se animan, desde la lejanía del resto de sus congéneres, a dar la cara y relajar la tensión de los últimos meses, siempre con la prudencia por delante. “A mí me da miedo quitarla, aunque no descarto hacerlo mas adelante, pero a medida que pasen los días supongo que irá más gente sin ella. Estamos todos muy acostumbrados todavía”, juzga Mar Sarandeses.

Aunque la mascarilla ganó ayer por goleada en todos los barrios, hubo quien contradijo a la mayoría y salió a pasear a cara descubierta por primera vez en meses. Fue el caso de Sandra Yanet, ama de casa, que ayer dio un agradecido primer paseo sin mascarilla con sus dos hijos. “Estoy encantada. Tengo asma, y con la mascarilla lo pasaba fatal, no podía respirar y sentía que me faltaba el aire”, asegura. Quien se mostró en un principio algo más reacio fue su hijo mayor, que decidió conservarla prudentemente hasta cerciorarse de que la norma le permitía prescindir de ella. “El niño me decía, mamá, ¿será verdad?, porque salimos y todo el mundo la tenía puesta. Al principio pensó que solo se podía sacar en el monte o en la playa”, asegura la madre, que estaba deseando la llegada de la relajación de la norma tras haber tenido que pasar su embarazo en pandemia.

“Me quedé embarazada en el confinamiento, fue horrible, las nauseas con la mascarilla, con el calor...”, recuerda. Otro de los que se sintió lo suficientemente seguro como para renunciar al accesorio fue Roberto Castro, pintor, que dio su primera caminata sin mascarilla poniendo atención en cuántas personas hacían lo mismo. “Estoy bastante sorprendido de que todo el mundo la siga llevando. Creo que hay que ir cambiando el chip”, juzga. Como él, gran parte de la población gallega ha recibido las dos dosis, lo que avala, a su modo de ver, la confianza a la hora de aventurarse a salir sin ella.

“En los interiores me la pondré, claro. Me han contado casos de gente que está bastante obsesionada, y que ahora con esta norma está incluso más reticente a salir de casa”, relata.

Entre quienes optaron por conservar la mascarilla estuvo, ayer, Juana Basoa, jubilada, que a pesar de haber recibido ya las dos dosis de la vacuna hace algunos meses, prefiere extender la prudencia hasta que la situación mejore considerablemente. “Creo que la cosa aun no está bien como para dejar de llevarla. Creo que tardaré en quitármela”, asegura. El motivo de su recelo, salvaguardar a los suyos. “Tengo hijos y nietos, hay que tener cuidado. Si estoy caminando por el polígono me la puedo bajar, pero por la calle no. Así protejo a los que no están vacunados”, argumenta. Un punto en el que coincide, también, la actriz Amalia Gómez, que recorre la calle Barcelona como un día cualquiera de los últimos meses. “Es un sitio demasiado concurrido para arriesgarse. Sin mascarilla solo he visto a dos personas”, observa.

Como ella, la mayoría escoge esperar un tiempo para tantear el comportamiento del virus antes de caminar hacia la tan ansiada normalidad de antes. “Estoy vacunada, pero seguiré llevándola. Todavía puedo contagiar a alguien, y esa responsabilidad no la quiero”, asegura.

Amalia Gómez Víctor Echave

“Estoy vacunada, pero seguiré llevando mascarilla, todavía puedo contagiar a alguien”

Roberto Castro VÍCTOR ECHAVE

“Hay que ir cambiando el chip, estoy sorprendido de que todo el mundo la siga llevando”

Sandra Yanet VÍCTOR ECHAVE

“Yo estoy encantada, tengo asma y con la mascarilla lo pasaba fatal, no podía respirar”

Julia Basoa VÍCTOR ECHAVE

“Creo que la cosa aún no está bien como para dejar de llevarla, creo que tardaré en quitármela”