A Palavea nunca le han regalado nada. Lo que tiene lo consiguió gracias a la lucha tenaz de un vecindario orgulloso de su carácter obrero y su conciencia de clase, que resiste desde hace años el asedio de las carreteras que lo acorralan por los cuatro costados hasta convertirlo en un barrio casi sin salida a pie, y cuya belleza aún se puede rastrear a pesar de las aberraciones de la peor época del urbanismo. Curtidos en luchas como la de los desahucios y la de las obras de la autopista que partió en dos el núcleo hace cuarenta años, ahora las mujeres han recogido la memoria histórica de este lugar en un libro que presentaron hace unos días: Palavea, a porta sempre aberta.

Mujeres de Palavea y niños de la escuela infantil Cativos, lavando a la manera tradicional. | // CAMPO DA PENA

“Es sobre todo un reconocimiento al trabajo callado de las mujeres y también para limpiar un poco la memoria del barrio que a veces quieren oscurecer. Preparando el libro hemos escuchado cosas increíbles, como la de tiendas que financiaban los viajes de los vecinos que emigraban e incluso se hacían cargo de la manutención de los hijos que quedaban hasta que volvían los padres, una vez al año, y les podían pagar. Es algo grandioso”, relata Laura Rey, vecina del barrio e integrante del grupo de mujeres que se conformó de forma espontánea para sacar adelante esta publicación, dentro de la convocatoria Xanela Aberta, en la que Marea Atlántica destina parte de los salarios de sus cargos públicos a financiar proyectos sociales.

“Me dijo muchas veces mi abuela que entre Palavea y Pedralonga había once ríos de lavar”, cuenta María Jesús Criado. La abundante presencia de agua en la zona fue determinante como fuente de ingresos para un gran número de mujeres que se convirtieron en lavandeiras, “que lavaban para la gente bien de A Coruña”, añade esta vecina de cuarta generación. Llegó a haber hasta seis lavaderos. Hoy solo se conserva, tras grandes esfuerzos, uno de ellos. En él hace unas semanas volvieron a lavar las mujeres acompañadas de los niños de la escuela infantil Os Cativos.

Las lavanderas Lola y María. | // GRUPO DE MULLERES PALAVEA

“Vinieron los pequeños y estuvieron lavando sus baberos, con jabón, pusieron su ropa al clareo... Fue una actividad intergeneracional donde todos lo pasaron de maravilla”, explica Marta Pérez, integrante también del grupo de mujeres. Los oficios de lavandera y costurera fueron un pilar para las economías de este barrio, y así se documenta en el libro, pero también otros trabajos que desempeñaban las mujeres, como en el puerto, como “mandadoras”, o en la planta de Cofaga con gasas médicas.

La actividad con los niños, una sesión de cuentacuentos y la presentación del libro conformaron las Xornadas As Mulleres Tecendo a nosa Historia, que se celebraron con una participación masiva del vecindario, y cargadas de gran emoción al relatar las más mayores sus historias y anécdotas. “El título del libro, A porta sempre aberta, viene porque de siempre las casas de Palavea tenían la puerta abierta, los niños merendaban un día en una y otro día en otra, si en una casa querían ir al cine o al baile, se turnaban para quedar con los niños”, señala otra vecina de Palavea e integrante del grupo femenino, Victoria Mejuto.

“El libro trata de poner en valor el trabajo de muchas mujeres del barrio que creían que lo que ellas vivieron no le interesaba a nadie. Pero son historias que merece la pena conocer. Tenemos muchas ideas pero pocos medios. El libro lo sacamos gracias a una convocatoria de ayudas de Marea”, añade Victoria.

Jóvenes de Palavea en una imagen antigua. | // G.M.P.

El volumen publicado deja traslucir el dolor de fondo que tienen los más mayores de este barrio, que creen que ningún Gobierno les ha tratado con respeto, que han sido sistemáticamente olvidados y maltratados. La construcción de la autopista es aún hoy una herida abierta, un trauma porque el trazado elegido les eliminó el Campo da Pena (nombre hoy de la asociación vecinal), y se quedaron sin el espacio comunal de reunión y de vida social, sin campo da festa, sin lugar de juegos.

“La falta de apoyos políticos y vecinales hará que el MOPU y la empresa concesionaria impongan el trazado previsto”, los aísle como barrio, y tengan que sufrir porrazos de la policía en manifestaciones, mientras recibían promesas de dotaciones públicas que aún hoy no se han cumplido. También fue dramática la pérdida de patrimonio, como ruinas de antiguas casas señoriales, “un jardín colonial con un laberinto y una fuente con mosaicos y casas para el servicio”, recuerdan en el libro, donde precisan que gracias a sus movilizaciones lograron al menos que la autopista solo “rozase” las viviendas.

Los mayores de Palavea son los que recuerdan cómo era hace años ese núcleo y cómo podía haber sido, si se preservase su carácter tradicional, rehabilitando las casas, si se hubiese planificado el urbanismo en lugar de permitir “desfeitas” como bloques encajonados entre casas de una planta. “Los más jóvenes, los que han venido ahora a vivir aquí, hacen menos vida de barrio y ya están resignados, no conocen cómo era esto antes”, apunta Vitoria.

Este núcleo tiene unos espectaculares penedos, un palomar centenario, una fuente y un lavadero, monte, caminos tradicionales. El Concello restauró recientemente uno, el de A Fontaíña, con un impresionante mirador.

“Todas y cada una de nosotras estamos de acuerdo en lo injusto de la memoria que arrastramos, por eso con esta publicación deseamos romper con los estigmas, recuperar Palavea y su historia real, que como ocurre habitualmente en los barrios localizados en la periferia de las grandes ciudades, se vio ensombrecida por el acompañamiento de la mala fama”, destacan las mujeres en esta publicación. “Esta no es la historia de Palavea, este es el fruto de una reunión de mujeres que comparten sus vivencias y el amor por su barrio. Es también un comienzo, un punto de partida (...)”, porque el barrio siempre tiene “las puertas abiertas”, finaliza el libro.