Desconcierto y también bastante enfado entre los hosteleros de la ciudad tras conocer la comunicación de la Xunta de imponer nuevas restricciones a la hostelería, después de que el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG) negase su aval a la medida que habían acordado el sector y el Gobierno gallego para mantener abierta, aunque con limitaciones, la actividad de los bares y restaurantes en los ayuntamientos en nivel máximo y alto de restricciones y también el ocio nocturno en el nivel medio y medio-bajo. Aunque a los hosteleros no les gustaba tener que solicitar a sus clientes el certificado COVID para dejarles consumir en el interior de sus negocios, la ponían en práctica con la intención de salvar la campaña de agosto, que ahora ven peligrar.

Laura López, de la cervecería Gol Carlos Pardellas

Con las nuevas restricciones que entrarán en vigor mañana —limitación al 30% en el interior de los locales en los concellos que, como A Coruña están en nivel alto—, los hosteleros consideran que la campaña de final del verano, que es cuando estos negocios tienen su “pico” de facturación, según destaca Javier Fraga, de A Pulpeira do Rompeolas, se irá al traste. Fraga piensa, como el resto de sus compañeros, que lo peor vendrá en septiembre, cuando los clientes vuelven a sus trabajos y los jóvenes y los niños empiecen las clases, porque tradicionalmente, baja la afluencia al bar, también que estas nuevas medidas caerán como una losa sobre todo entre los negocios que no tienen terraza o que cuentan solo con un par de mesas, ya que el aforo estará restringido en el exterior al 50%.

Gastón Rodríguez, del baro Oasis Carlos Pardellas

En un día como el de ayer, en el que había partido en Riazor —aunque fuese amistoso y el equipo no compita en el fútbol profesional—, sería “impensable” que los bares de la zona del estadio estuviesen vacíos en el interior, según explicaba ayer Laura López, de la cervecería Gol., muy cercana a Riazor.

Flor y Flor, de Amaranta Carlos Pardellas

Los hosteleros, tal y como había manifestado el presidente de la asociación provincial, Héctor Cañete, pensaban que solicitar el certificado COVID a sus clientes excedía sus responsabilidades, aunque, tal y como relatan los que a diario se ponen del otro lado de la barra y levantan las persianas de sus negocios, al final, no resultó tan engorroso como parecía, ya que eran los propios consumidores los que les decían que no podían entrar o los que hacían la reserva en la terraza porque no cumplían con las exigencias de la Xunta para poder sentarse en el interior.

Los hosteleros consultados por este diario y también el presidente de la asociación provincial consideran que se está poniendo el foco sobre su sector y que se les culpabiliza de los contagios, ya que, por ejemplo, en ningún momento se puso sobre la mesa la posibilidad de pedir el certificado COVID en los centros comerciales o en el transporte público.

“Me parece una pataleta de la Xunta, porque, como no le aprueban lo de solicitar el certificado, nos fastidia a los demás, que no tenemos ninguna culpa. Ahora hay trabajo, si no hay trabajo en agosto ya... El problema vendrá a partir del 1 de septiembre, con los colegios, los niños, lo que se gasta en vacaciones... La hostelería baja un 60%. Agosto es el pico del año y tenemos que aprovecharlo”, comentaba ayer Javier Fraga, de A Pulpeira do Rompeolas, que apuntaba a que no solo es un buen mes para los que están cerca de las playas sino también para todo el sector en la ciudad. “Hay mucha gente y eso se nota, el centro está lleno”, concluía.

A pesar de que su negocio tiene terraza y podía dar servicio en el exterior a los no inmunizados, las restricciones del 50%, tanto en interior como en exterior, que estaban vigentes con la normativa del certificado COVID, le estaban haciendo “perder un montón de dinero”, sobre todo, en verano. “La gente que no tenía el certificado, ya no entraba y a los que se lo pedíamos, lo tenía. Pero no podíamos coger todas las reservas que nos llegaban por la limitación en la terraza. Estamos a lo que nos manden, pero parece un capricho, porque ahora, ya están bajando los contagios y, si estamos trabajando de esta manera y están descendiendo, no sé por qué nos tienen que meter más limitaciones. No lo entiendo”, comentaba ayer Javier Fraga.

Para Laura López, de la cervecería Gol, la situación es muy diferente a como era antes de la pandemia. “Yo trabajo por la tarde, por la noche casi no hay clientes porque tienen que estar en la terraza y tienen frío y no se les puede dejar entrar. Normalmente, a esa hora, vienen los jóvenes, que no tienen la pauta completa de vacunación y, muchas veces se van porque prefieren estar dentro, pero no pueden”, comentaba ayer Laura, que cree que todas las medidas que se imponen perjudican a la hostelería. “Estamos hablando de una actividad en la que los clientes vienen para estar juntos y para compartir”, destacaba ayer, una hora antes del parido y en un momento en el que no tenía clientes en el interior y tan solo una mesa ocupada en la terraza.

Para Flor, de la cafetería Amaranta, en la calle María Luisa Durán Marquina, las restricciones son ya su día a día. Ella y su madre abrieron el negocio la semana pasada, así que, todavía se están adaptando. “No sabemos cómo será tener el aforo completo, igual el 30% es lo que vamos a tener normalmente cuando podamos abrir sin restricciones. Nosotras no conocemos otra cosa, cuando abrimos ya había limitaciones y mascarillas y así seguimos”, decían ayer Flor y su hija. Para Gastón Rodríguez, de la cafetería Oasis, la terraza es lo que les ayuda a cuadrar las cuentas. “Hay gente que lo está pasando mal, aunque nosotros no nos podamos quejar”, comentaba ayer, ya a la hora de recoger las mesas. “Al final, siempre pagamos los mismos”, concluía, ya que la hostelería se ha tenido que ir adaptando a la pandemia y a las restricciones impuestas por la Xunta más que otros sectores.