El actor aragonés Jorge Usón, conocido por series como Brigada Costa del Sol o Amar es para siempre, ha realizado con Carmen Barrantes, con la que fundó Nueve de Nueve Teatro, varias comedias musicales. Esta semana llegan al Rosalía de Castro con otra obra de este género, Con lo bien que estábamos (Ferretería Esteban), en la que interpretan a un matrimonio de comerciantes con una vida rutinaria en la que irrumpe el teatro. Los pases serán hoy y mañana a las 20.30 horas.

¿Qué desencadena la historia?

El objeto de conflicto es el poder transformador del arte y la pasión ante la lógica de lo preestablecido, de las vidas predestinadas. ¿Debemos hacer lo que debemos hacer, o lo que nos manda el corazón? Dos ferreteros aragoneses van un día al teatro. A ella no le gusta nada. A él, mi personaje, Esteban, se le mete dentro, literalmente, el espíritu de la música, convirtiendo su vida en un grotesco musical. Marigel [Carmen Barrantes], su mujer, pelea porque todo vuelva a ser como estaba y se cumpla lo que de ellos se espera.

Siendo los dos aragoneses, ¿es una obra de humor maño?

Trabajamos un tipo de lenguaje muy asentado en las raíces y nuestros orígenes, que coincidió con la manera de verlo de José Troncoso, el director y autor. Pero no creo que haya un tipo de humor aragonés, y aquí no está buscado ni representado.

En Con lo bien que estábamos hay danza. ¿Cuál es la importancia del movimiento en la obra?

Absoluta. La obra se hizo de manera artesanal, con nueve meses de ensayos y desde la página en blanco. Con Troncoso, su ayudante Belén Ponce de León, el músico Mariano Marín...Construimos una atmósfera de trabajo en la que el cuerpo estaba en primer plano. Nuestros gestos y ademanes están inspirados en lo que el teatro iba pidiendo.

Recibieron dos galardones en la última edición de los premios Max.

Lo vivimos con muchísima ilusión, aunque no pretendemos emborracharnos de éxito. Es un aliciente para seguir trabajando. En el Max a mejor labor de producción creo que se ha premiado el riesgo que fue hacer el espectáculo solo sustentándonos en los ingresos de la taquilla, sin subvenciones. El de la composición musical, a Mariano Marín, es la corona de nuestro espectáculo, sustentado en la música. Este el teatro musical que más nos gusta, y que echábamos en falta: por eso hicimos la obra.

¿Qué musicales sirven de inspiración y referencia a este?

Nos gustan mucho Curval, Rufus, hay muchas referencias a Buñuel, Chaplin, Fellini... Es una mezcolanza. Teniendo referentes, hemos intentando construir un musical que creo que es inclasificable y no se parece nada. Por momentos es cine mudo, por momentos puro cabaret español... El melómano que se acerque podrá ver una paleta totalmente ecléctica, al servicio de la acción.

¿Cómo fue el trabajo de personajes con Carmen Barrantes?

Como ocurre en los matrimonios de la vida real, nuestra relación es dinámica. Es un trabajo a fuego lento; llevamos muchas funciones pero la obra todavía está en expansión, cada pase estamos dispuestos a ver qué hay de nuevo. Barrantes y yo nos conocemos desde hace muchos años y formamos la compañía hace once, y, con la incorporación de Troncoso, la relación creció.

Quizás hay un cierto paralelismo entre su personaje y usted, que estudió medicina, y ejerció de psiquiatra, antes de dejar ese camino, quizás más seguro, por el espectáculo.

No sé si se puede llamar totalmente casualidad, porque estas no existen, pero me siento profundamente identificado con el personaje de Esteban. No solo por haber dejado la medicina y una senda que a priori parecía más segura y tranquila, pero en la que mi deseo más profundo estaba postergado. Como Esteban, sigo buscando llegar cada vez más alto. El teatro es una militancia que estoy dispuesto a seguir hasta sus últimas consecuencias. Esteban y yo estamos en lo mismo (ríe).

¿Haber sido psiquiatra le ha ayudado como actor, a la hora de estudiar los personajes?

La psiquiatría me ayuda a muchas cosas. Una formación es importante, porque estructura el pensamiento. Pero como actor he tenido que desandar mucho: el actor se tiene que mover con el cuerpo, no con la cabeza. No es tan importante conocer cerebralmente a los personajes, sino sentir lo que les pasa.