En 2014 la Policía Local comenzó su programa de Agente Tutor para dar una respuesta adaptada a las necesidades de los menores; en palabras del inspector principal Ángel Merelas, que tiene el grupo a su cargo, el espíritu del programa es ayudar a las víctimas y, cuando se saltan las normas, “darles una salida” para ayudarles a reconducir su vida, más allá del mero castigo. Actualmente el grupo cuenta con seis profesionales, además de su oficial, José Lago, y el Ayuntamiento apuesta por “mantener y reforzar este servicio”, en palabras del edil de Seguridad Ciudadana, Juan Ignacio Borrego.

El edil resalta los “buenos resultados” del programa. Sus agentes, hasta septiembre de este año, realizaron 158 intervenciones, entre ellos casos de abusos sexuales, hurto o uso de armas. Más frecuentes son los conflictos de los chicos en el instituto o con la familia, o la identificación de casos de riesgo y desamparo de menores menores. También persiguen el bullying (acoso escolar) el absentismo y los pequeños menudeos y crímenes que pueden encaminar hacia la marginalidad, informando a jóvenes y a padres de soluciones.

. ¿Qué debo hacer si sufro bullying? Lago tiene clara la respuesta: contarlo. “Hay que dar un paso al frente. Si te lo guardas, el acoso puede solventarse por sí solo, pero también puede agravarse; lo más valiente es contarlo y buscar ayuda para afrontarlo” explica el oficial. Han quedado lejos los tiempos en los que al acoso no se le daba importancia por parte de los adultos, según explica la Policía Local. Los centros educativos están obligados a poner en marcha un protocolo antiacoso si se produce entre sus paredes. También se puede denunciar ante la Policía Local, tanto en el 092 como en el correo policialocal@coruna.es, y el caso llegará a manos de los agentes tutores. Si el caso tiene trascendencia, los agentes informarán a la Fiscalía de Menores.

.Las señales del ‘bullying’. Muchas veces los niños y adolescentes creen que contarle su problema a los adultos está mal o no les ayudará, y los padres tardan en enterarse. Merelas explica que hay señales a las que estar atento: “El menor cambia. Los padres pueden ver que se empieza a comportar de manera diferente, más reservado, más triste, le gusta salir menos, es más reticente a ir al colegio, bajan las notas...” Los profesores, en especial los tutores, también pueden dar pistas.

.Peligros de las redes. El acoso ha existido siempre, pero ahora también se produce a través de las redes sociales y de Internet, ámbitos en los que algunos padres y abuelos se pierden. “Es difícil detectar estos casos si no hay quien los ponga en conocimiento”, admite Lago, que sin embargo explica que los padres los “tienen derecho a saber qué hacen sus hijos, y es su obligación”. En este sentido, recomienda establecer controles parentales en los dispositivos con conexión a la Red “y de vez en cuando controlar el tipo de conversaciones que tienen” los niños y adolescentes.

.Cuando el hijo es el verdugo. Otra ocasión en la que los padres pueden acudir al programa se produce cuando tienen a su cargo a un menor violento. “Cuando un padre llama a la policía” explica Merelas “es porque se ha visto desbordado. Hay menores que no se limitan a dar un portazo, o pegar un grito: los agentes se encuentran al llegar a casa puertas rotas, espejos destrozados, todo tirado por el suelo”. O miembros de la familia agredidos. La intervención policial ayuda a calmarlos. “Cuando llegamos, la mayor parte de las veces, el menor empieza a razonar algo” señala Merelas “somos algo externo, y cuando le transmitimos que no vamos a hacerle daño suele interactuar bastante bien”. En muchos de estos casos los menores “no tienen control de la ira, y se descontrolan totalmente cuando se enfadan”. También suelen ser “reincidentes”.

.¿Castigar o mediar? La aproximación habitual al mal comportamiento es el castigo, que, señala Merelas, “ha estado ahí desde siempre, y sigue estando cuando todo lo demás falla”. Pero la filosofía del programa es dar a los jóvenes “una salida” y mediar entre el chico, su familia y los diversos organismos que pueden ayudarlo o dar la alarma cuando se mete en problemas. Así, están en contactos con centros educativos, padres, la Fiscalía de Menores, los servicios sociales, asociaciones... Y dan charlas en colegios de las que a veces surgen contactos con los propios alumnos. Pero la clave, señalan los responsables de la unidad, es que los agentes sepan leer al menor, ganarse su confianza y crear una relación con él. “Usamos gente con mucha implicación, motivación y formación especializada, gente con sensibilidad especial para tratar con menores” desgrana Lago. Los miembros de la unidad pasan por estudios organizados por la Federación Española de Municipios y Provincias; excepto alguna nueva incorporación, todos, mandos incluidos, se han formado como mediadores.

.Investigar unas pellas. Un ejemplo de esta aproximación holística se da cuando los agentes detectan a un chico faltando a clase. Una cosa, señala Lago, es un chico que lata esporádicamente, pero hay quien lo hace “de manera reiterada, o incluso con conocimiento de los padres”. Así, los agentes tienen que interpretar sus motivos: “lo llevamos al colegio, vemos el entorno y por qué se produce la situación” señala Merelas, “y si es repetitivo lo comunicamos a la Fiscalía o a servicios sociales, si hay un problema en casa. El agente tutor tiene que tocar muchos palos: ver el origen del problema, su repercusión, si en el entorno hay más menores que pasan por eso, si los padres son cómplices, si hay dejadez o si están trabajando fuera y los desatienden...”

.Cortar el camino a la delincuencia. Los agentes tutores suelen lidiar con jóvenes de entre 13 y 16 años. En esas edades, señala Merelas, “todos hemos sido rebeldes”. Pero algunos empiezan en la pequeña delincuencia o el menudeo, una actitud que se puede ver potenciada, explican los agentes, por una familia en la que hay problemas o por amistades que están en ese mundo. Para evitarlo los agentes emplean varias tácticas, como “orientar al menor para que vea en qué terreno se está metiendo, las consecuencias, y cuál será el final de ese camino”. También llevarlo a asociaciones que pueden guiarlo, así como una iniciativa novedosa: el programa solidario de ocio saludable para jóvenes y familias puesto en marcha hace poco y que ofrece ya un curso de sambo, lucha olímpica y defensa personal para jóvenes y con el que se puede contactar en el 616 121 058. Aunque todo depende, al final, de la voluntad del joven. “Les vamos a aportar herramientas que pueden ayudarles en su camino” reflexiona Lago “si es que el menor quiere; hay unos que sí, otros que no”. Y hay historias de éxito: Merelas señala que “alguno ha venido a visitarnos, ya algo más mayor, y nos ha dicho: “Aquello me vino bien””.