Inma Chacón (Badajoz, 1954), profesora de Documentación en la Universidad Rey Juan Carlos, publicó su primera novela, La princesa india, en 2005, poco después de la muerte de su hermana gemela Dulce, también escritora y poeta. Desde entonces ha publicado varias obras de prosa y poesía, y una de ellas, Tiempo de arena, fue finalista del premio Planeta en 2011. Hoy presenta en el FNAC de la plaza de Lugo, a las 19.00 horas, su última obra, Los silencios de Hugo, en la que el personaje que da nombre a la obra oculta durante años a sus allegados que tiene sida, pese al alejamiento que esto introduce en sus relaciones.

Se inspira en una historia real.

La de una amiga mía y su hermano. Este contrajo el VIH a mediados de la década de 1980, y decidió no contárselo a nadie. Para que nadie sufriera, para que nadie tuviera que padecer la espera que le aguardaba a él, pues entonces el diagnóstico era prácticamente una condena a muerte. Estuvo doce años en silencio. Entonces empezaron las enfermedades oportunistas [por la caída del sistema inmune] y se lo tuvo que decir a su familia y amigos más íntimos.

Es una obra en la que lleva trabajando muchos años, desde antes de sacar su primera novela.

Estuve muy implicada en esa historia, y la empecé a contar hace 25 años. Pero me tenía que alejar. Intenté contarla tal y como había sucedido, pero no me salió. A veces la realidad no es verosímil, y la novela no funcionaba. La metí en un cajón unos cuantos años, y cuando publiqué mi primera novela la volví a sacar, la retoqué, seguía sin parecerme que estaba... Así varias veces, hasta que mi agente me dijo: “Esta novela tiene que salir ya”. Decidí que tenía que ficcionarlo muchísimo más.

¿Qué quería contar?

Sobre todo, lo que quería era hacer un homenaje a los enfermos de sida y sus familias. Es una enfermedad que se llevó por delante a 33 millones de personas.

El guardar silencio de su personaje condiciona su relación: con su novia, con amigos... ¿Cómo es explorar psicológicamente a un personaje que decide llevar su carga él solo?

Me permite reflexionar sobre la soledad. Qué significa esta, y el silencio. Cuando uno decide guardar silencio y ocultarle algo tan importante a los suyos, se condena a la incomunicación, que lleva aparejada la soledad. Me ha hecho reflexionar mucho sobre por qué se guarda silencio. Muchas veces se guarda intentando proteger a los demás, pero entonces se le impide al otro la posibilidad de ayudar. Y también puede que el otro lo entienda como una falta de confianza, e incluso, algunas veces, que se interprete como una mentira. A veces el silencio, cuando quiere ser protector, acaba volviéndose contra el que lo guarda.

Estamos a los 40 años del descubrimiento oficial del sida. ¿Cómo ha visto evolucionar la percepción social sobre la enfermedad?

Creo que la sociedad no ha cambiado demasiado. Aunque se puede reducir la carga viral a cantidades muy difíciles de contagiar, y se hace en el Primer Mundo, la sociedad no lo sabe. La sociedad desconoce mucho sobre el sida, y tenerlo todavía significa tener que guardar silencio y tener un estigma, una marginación. Muchos, muchísimos enfermos de sida todavía no lo dicen.

La generación de su personaje, y la suya, se criaron durante el franquismo. ¿Cree que es más fácil que afronten este tipo de problemas cerrándose, o no cree que esta sea una cuestión generacional?

Creo que es una cuestión personal. Hemos tenido otra pandemia que tiene muchos paralelismos con el sida. Está la cantidad de contagios, el desconocimiento y la culpabilización a los enfermos. A los pacientes de sida se les culpabilizaba por haber contraído la enfermedad, que se cebó con dos colectivos que ya estaban muy estigmatizados: homosexuales y drogodependientes. Y con el COVID también se culpabiliza al enfermo. Te contagias de una gripe y nadie te pregunta dónde la has contraído; a los enfermos de COVID sí, como a los del sida: parece como si lo hubiesen podido evitar. Esa es una pregunta que puede tener una doble interpretación.

Ha escrito poesía, poemarios, novela juvenil, obra de teatro... ¿Cómo se ve, como una poeta que escribe novelas, una literata que emplea varios géneros para expresarse...?

(Ríe) Pues no lo sé, la verdad. Yo creo que soy sencillamente escritora, y que me encuentro cómoda en cualquier género: creo que todos los géneros tienen algo en común. Me gusta escribir, me gusta expresarme. A veces necesito hacerlo en forma de poesía, que es muy intensa y condensa mucho emociones y sentimientos. La poesía lo que hace es sintetizar muchísimo las emociones, y a mí me sirve para expresarlas de manera muy intensa. La novela también me sirve para comunicarme. Me gusta mucho escribir diálogo, y por eso me gusta también mucho el teatro, pues desarrolla la trama a través de estos.

En esta novela incluye versos.

Quería poner citas de poemas distribuidas a lo largo de la obra. Quería que fuesen poemas escritos por mujeres, y que representasen una parte importante de la trama. Empecé a buscar y no encontraba exactamente lo que yo quería, y me dije: los voy a escribir yo.