La Opinión de A Coruña

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El arte que esconden los muros de la cárcel de Teixeiro

Los internos del centro penitenciario asisten a talleres de música, pintura, informática y cuero e incluso decoran las paredes de la prisión con grafitis de gran tamaño

Mural de la biblioteca del módulo de destinos. | // CEDIDA

Para los internos del centro penitenciario de Teixeiro el tiempo suele pasar muy lento, aunque el reloj avance a la misma velocidad dentro que fuera de la cárcel. Saben que no podrán salir hasta que hayan cumplido una parte importante de su condena y que en prisión hay que seguir una rutina y eso hace que un lunes se parezca a todos los lunes, aunque, a veces, surgen excepciones, como la de este verano, en el que el centro puede volver a abrir las puertas de su piscina después de más de diez años sin funcionar. Primero, por motivos económicos, después, porque se necesitaban socorristas y no los había, así que, por fin, una actividad que rompe la rutina.

Piezas de cuero realizadas por los internos de Teixeiro. | // CEDIDA

Para tener una mejor gestión del tiempo libre y también para ofrecer una oportunidad laboral a los internos cuando se despidan de Teixeiro, en los módulos de la cárcel se hacen talleres, muchos talleres, algunos de ellos con profesores y profesoras titulados, otros, con los propios internos, que comparten sus conocimientos con sus compañeros, algunos con intención artística y otros, para encontrar una afición con la que llenar los días de condena. Así que, en el aula de música del Módulo Nelson Mandela, que es mixto y de máximo respeto, actualmente suena flamenco. “Depende de quién esté interno suena una música u otra, hay también grupos de pop o de otros estilos dentro del centro”, explica el director de Teixeiro, José Ángel Vázquez, que defiende que hay verdaderos artistas de puertas hacia dentro.

Mural en el módulo Gómez Noya. | // CEDIDA

Y prueba de ello está en sus paredes. Fueron los internos quienes dibujaron estampas del Camino de Santiago en los muros del Módulo 1 y los que remataron el viaje con una enorme imagen de la catedral compostelana. Fueron ellos quienes eligieron el tema y los que, en diferentes momentos de su vida, fueron completando el recorrido, y también los que cogieron las pinturas para inmortalizar a Nelson Mandela en el módulo que lleva su nombre y que, según los internos que conviven en él, les ofrece una sensación de mayor libertad que los demás.

Camisetas realizadas por internos en el Módulo Nelson Mandela. | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA

“Es una cuestión de gestión del tiempo libre, pero también se trata de que los internos adquieran responsabilidades, ya que algunos de ellos son responsables del taller y responden por el material y por las herramientas que se utilizan. Aunque después lo controlen los funcionarios, hay internos encargados de todo eso”, comenta el director de la prisión, que explica que, además, los internos pueden hacer cursos en aula de informática y que, algunos de ellos tienen el certificado de profesionalidad del SEPE, un documento que les ofrece una salida laboral a quienes busquen empleo cuando hayan cumplido con la justicia.

Camisetas realizadas por internos. | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA

En la cárcel hay muchas horas que llenar, así que, incluso, hay voluntarios que acceden periódicamente a la prisión para hacer actividades con los internos y las internas de los distintos módulos. En el Nelson Mandela, por ejemplo, el lunes hay un club de debate en el que, la última semana de junio, los participantes hablaron de la filtración de las imágenes de contenido sexual del presentador Santi Millán con una mujer. Para los participantes, esta actividad es una ventana abierta a la vida que sigue allá fuera. Los martes hay club de lectura y, entre los 5.051 libros que tienen a disposición en el centro, eligieron últimamente El niño con el pijama de rayas, y los jueves hay taller de alfabetización, para los que todavía tienen dificultades a la hora de leer y de escribir, también hay clases de refuerzo para los que se están intentando sacar un título, ya sea el graduado o una carrera universitaria, ya que tienen acceso a la UNED.

Hay talleres ocupacionales en la gran mayoría de los módulos, por ejemplo, de cuero, que se imparte en el Módulo 7, que es también un espacio de respeto; de papel, de espejos, de hilo... En el 1, el Nelson Mandela, hay camisetas estampadas colgadas en una sala para que se les seque la pintura, y grandes avionetas hechas de papel de colores que necesitan más de una semana de trabajo para convertirse en el adorno que son; en el Módulo 5, que es el que lleva el nombre del triatleta Javier Gómez Noya, tanto las actividades como el día a día gira alrededor del deporte, incluso los grafitis adquieren esa temática.

“El taller de cuero lo tenemos siempre, después hay determinados cursos que puede ser que los imparta personal seleccionado por el SEPE o por otras entidades colaboradoras y van cambiando. A lo mejor un año hay pintura, panadería y limpieza de edificios y, al siguiente, tenemos informática, albañilería y cocina. Vamos variando, porque les dan certificado de profesionalidad, entonces, quien haga esos cursos, cuando salga a la calle tiene un título. Incluso el SEPE nos homologa las instalaciones para impartir los cursos. Uno que se hace siempre es el de auxiliar sanitario para cuidar a personas mayores. Hay unas horas de teoría y otras de práctica y hacen todo en el centro”, relata Vázquez, que hace hincapié, además, en que, una vez aprobados estos cursos del SEPE, “nadie sabe que esa persona hizo la formación en prisión”, así que, les abre una puerta a la reinserción laboral.

Pizarra de la biblioteca del Módulo 1. | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA Y CEDIDA

Todos los módulos tienen su biblioteca y, además, cuentan con los recursos de la biblioteca central, que tiene en catálogo 10.000 títulos que les ceden en préstamo para sus actividades. “A raíz de la pandemia, como no podían mezclarse los internos de diferentes módulos, lo que hicimos fue dotar a casi todos los módulos de cine fórum, así que, cada uno elige su película, se proyecta un día y los internos la comentan”, describe Vázquez

En prisión hay también tiempo para la música, para tocar y para componer, para cantar y para inspirarse, así que, en uno de los pilares del espacio común del Módulo Nelson Mandela hay pegada, en un folio, la canción Unha sombra de min, de Sés, y, en el aula de música, entre guitarras y percusiones, se pueden ver carteles de conciertos pasados de Leiva, de Andrés Suárez y de Quique González entre fotos y firmas que recuerdan a músicos que se forjaron entre esas mismas paredes y que compartieron su arte con los demás, así que, la cárcel suena a lo que les gusta y se les da bien a sus internos.

Y, aunque no lo parezca, en Teixeiro hay mucho color. “Yo creo que humaniza el entorno, lo hacen ellos y lo que se ve siempre ayuda a estar mejor, no solo en prisión, en cualquier sitio”, zanja Vázquez. “Los pasillos centrales tienen imágenes del camino de Santiago, en cada módulo hay un montón de murales. Hay varios de Gómez Noya, de temática deportiva, en el de mujeres hay de paisajes, en casi todos los módulos hay algo, en el de destinos hay unos de Don Quijote... No es una cosa de un solo interno, sino de muchos que pintaban y que se les permitió pintar en los muros, ni siquiera son todos de la misma época ni del mismo estilo. Además, normalmente, los internos que hacen los murales son de ese módulo, no van de otros a pintarlos, así que, en todos los módulos hay artistas en algún momento, y pueden ser ellos o el educador los que piden permiso para hacer un mural y se les dota del material necesario para que lo hagan”, comenta Vázquez, que destaca también que hay otros talentos en los módulos, por ejemplo, los que escriben y dan contenido la revista del centro, Vis a Vis.

Cestos de canutillo de papel Casteleiro/Roller Agencia

“Aunque una persona se vaya del módulo, siempre va a haber otra que sepa hacer una tarea, como las piezas que hacen con papel. Es conocimiento en cadena. Hay cosas que son complicadas y que, si no les enseña alguien, es difícil que se pongan a hacer algo así”, comenta Vázquez, en referencia, por ejemplo, a los elementos de papiroflexia. Ahora, ver avionetas de papel trenzado en las estanterías o cubos para guardar la ropa sucia en el taller no es raro, pero esto empezó porque alguien quiso hacer este trabajo, pidió información y libros para formarse y, con el tiempo, fue mejorando y haciendo cosas más y más elaboradas. Uno de los internos que está en el Módulo Nelson Mandela contaba —durante la jornada de convivencia con las familias que se celebró a finales de junio— que podía dedicarle dos semanas a una sola pieza, horas y horas destinadas a doblar cartulinas y a hacer canutillos de papel de periódico para lograr, después, un entramado tan consistente como el mimbre.

Para algunas personas el paso por la cárcel supone, además de lo obvio, una oportunidad para descubrir algún talento que no sabían que tenían, por ejemplo, a la hora de trabajar el cuero. “Hay gente que te cuenta que cuando estaba en la calle ya se dedicaba a estas cosas, pero otra que no, que llega aquí y que ve que es habilidosa”, explica Vázquez, que incide en que los internos pueden probar diferentes actividades y quedarse en la que mejor se les dé y en que pueden proponer clases o talleres que todavía no se ofertan en prisión, para ponerlas en marcha y que el conocimiento siga fluyendo.

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