Entrevista | Jesús Suárez Vocalista de Mar de Fondo, el sábado en la sala Garufa

“Desde que entendí que mis ojos no me sirven, disfruto más. Pelear por ver y no poder es estresante”

“Escribí las letras como si fueran poemas. El guitarrista, Miguel Thomas, se metió dentro de mí y compuso lo que le evocaban”

Integrantes del grupo Mar de Fondo, con Jesús Suárez (centro).   | // LOC

Integrantes del grupo Mar de Fondo, con Jesús Suárez (centro). | // LOC / Marta OTero Mayán

Jesús Suárez es la voz y el corazón de Mar de Fondo. La voz porque entona sus temas, y el corazón porque lo pone todo en el último proyecto musical que la banda presenta este sábado en el Garufa. Se trata del disco 38 pasos, un recorrido musical por la vivencia del propio Suárez a la hora de entender y aprender a vivir sin ver. Un proceso en el que su hijo tiene un papel protagonista.

El proyecto 38 pasos nace tras una exitosa campaña de crowdfunding. ¿cómo suena en directo?

Sí, fueron casi 3.000 euros en 24 horas. Creo que va a ser un concierto muy potente, muy característico de nuestro sonido. Durante estos ocho años hemos ido creando un sonido propio y muy característico de la banda. Somos rock, pero no nos cerramos a un estilo concreto. Nos gusta investigar, tiramos hacia el metal, el rock progresivo, el rock urbano; como cada uno de los músicos viene de un estilo, eso es precisamente lo que caracteriza a Mar de Fondo. Es un sonido propio.

38 pasos es la forma en la que usted explica su propio proceso vital.

Sí. Es un disco conceptual que cuenta una historia: la historia de que a mí me detectan esta enfermedad, que lleva conmigo desde el año 2000 hasta el año 2008, que es cuando nace mi hijo. Es ese recorrido de las cosas buenas y las cosas malas.

Es una historia muy personal. ¿Cómo se ha implicado o entendido el resto de la banda la ejecución de este disco?

Lo construimos de una forma distinta. En discos anteriores, yo escribía, y, con la guitarra ,en plan cantautor, llevaba unas melodías junto a Miguel, que es el guitarrista, y él hacía los arreglos, lo convertíamos en música rock. Yo sabía que si iba a componer este tercer álbum, iba a hacerlo dando vueltas a lo mismo todo el rato. No quería convertir en un grupo que estuviese sonando todo el rato parecido. Yo escribí las letras sin pensar en la música, escribí poemas, o relatos, si quieres. Luego le llevé las letras a Miguel Thomas, el guitarrista, y le conté la historia. Él se metió dentro de mí y compuso lo que le evocaba cada canción, conociendo la historia que había detrás. Desde el cómo él sentiría lo que a mí me ocurre siendo él, a través de la música, y yo, a través de la letra, construyó la melodía.

Ahora, con cierta distancia temporal con ese camino de 38 pasos para entender su enfermedad y su nueva realidad, ¿cómo recuerda ese trance?

El camino sigo en él. Y luego, como le pasa a cualquier persona a la que le ocurre algo con lo que no cuenta, hay un momento de incredulidad, después un tiempo de frustración o rechazo, luego hay otra fase de empezar a acostumbrarse, y después empiezas a vivir. Yo siempre digo una frase: desde que entendí que mis ojos no me sirven y los tengo metidos en un cajón, disfruto más. Pelear por ver y no poder es muy estresante.

En su debut en los escenarios, 38 pasos escenificó uno de los pocos conciertos accesibles para personas sordas. ¿Cómo es esta experiencia de describir un concierto a personas que no pueden oír?

Mar de Fondo se caracteriza por intentar innovar un poco dentro de lo que hacemos. De mi relación con la diversidad funcional conocí Entresignos, que son unas chicas intérpretes. Y pensé que, igual que yo ando con Escoita intentando que las personas invidentes disfruten del deporte que no pueden narrar las radios, me gustaría que una persona sorda pudiera disfrutar de un concierto de música que generalmente no podría existir. Tuve la oportunidad de conocer cómo funcionaba una de las mochilas vibratorias que nos cedió el concello de Nigrán, y ver como se disfruta así es una pasada. En un momento dado, bajé del escenario y una chica me dijo: “gracias por pensar en nosotros”. Bailaban más que nadie, imagínate. En el Rock in Cambre me la pude poner durante un buen rato y es una experiencia tremenda. Es algo por lo que tenemos que luchar si apostamos por la cultura, aunque a veces se apuesta de cara a la galería. Creo que las salas de conciertos con subvenciones públicas tienen que tener mochilas vibratorias para todos los conciertos, no para unos pocos. Es algo en lo que hay que avanzar mucho más.

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