Entrevista | Pepe Doré Promotor musical, organizador del ciclo +QJazz

“Hay público fiel al jazz, pero hay que crearlo también acercándolo a las corrientes más amables”

“No recuerdo tantos conciertos en la ciudad en tan poco tiempo. Es un reto conseguir atraer a la gente a la música, sin duda”

Pepe Doré, en Garufa Club, mientras ensaya una banda de jazz.   | // VÍCTOR ECHAVE

Pepe Doré, en Garufa Club, mientras ensaya una banda de jazz. | // VÍCTOR ECHAVE / R. D. ROdríguez

El jazz tuvo parada obligada en A Coruña a finales de los años ochenta. Había festivales entonces, que, aunque bien recibidos por los aficionados, no prolongaron mucho su vigencia. A mediados de la década siguiente la Fundación Barrié se erigió en timón de la programación jazzística en la ciudad con un ciclo por el que pasaron año tras año un centenar de artistas sobresalientes de todo el mundo. Desde 2014, +QJazz, promovido por Pepe Doré, es cita ineludible. El cartel de 2023 (Yellowjackets, Sharrie Williams Band, Steve Turre, Michael Olivera, Red House Revival y Garufa Blue Devils Big Band) concentró la semana pasada en distintas salas y escenarios coruñeses a más público que nunca. Doré, también alma de la sala Garufa Club, reflexiona sobre la esencia del jazz y la programación musical de la ciudad en este verano de variada y continua oferta.

Nueve años ya.

Empezamos al poco de abrir la sala Garufa. Me acordaba de aquellos festivales que hubo en la ciudad, algunos muy importantes, y de cuando algunas de las figuras más relevantes del jazz internacional desembarcaban gracias a la Fundación Barrié. Después el jazz se movió en una órbita más cercana, que no desmerece de otras, para nada. Pero creo que se necesitan ciertos elementos como faros rutilantes que le den otra dimensión al género.

¿Perdió público y hacía falta recuperarlo?

Llevo muchos años programando música muy diversa y he constatado que el público se ha ido alejando del mundo del jazz. Hay un público muy fiel que lo aprecia a morir, pero es escaso. Por eso creo que hay que ir creando público aproximándolo a las corrientes más amables del gran universo que es el jazz, por decirlo de alguna manera, un universo que abarca el funk, el rhythm and blues, bossa nova, afro-music, música cubana… Por eso el ciclo se llama Más Que Jazz (+QJazz), sin fronteras.

¿Y han logrado retener al público fiel y atraer al que se alejó?

Creo que sí. Esto no se consigue sin apoyo, desde luego, por eso es necesario destacar la respuesta del Ayuntamiento, el interés de la asociación cultural Coruña Mordente, Estrella Galicia, las propias salas… Sin espacios, no se puede hacer. El jazz tiene sus ámbitos a veces pintorescos que atraen a la gente, pero cuando la música es buena por sí sola eso basta para atraer público.

¿Notaron una expectación distinta en esta edición?

Sobre todo notamos que hemos crecido en público. Se hizo un concierto gratuito en la plaza de Azcárraga (aunque bueno, nada es gratis, que hay que financiarlo), con la banda de Sharrie Williams, que es una delicia exuberante, y convirtió la plaza casi en una misa de góspel. Se acercó muchísima gente, me llegaron a decir que más de 2.000 personas, algo que normalmente no junta el jazz. Eso fue un éxito brutal.

¿Hubo gente este año que no se perdió una sesión?

Conozco a algunos, bastantes, que fueron a todos los conciertos.

¿Y les gusta todo tipo de jazz?

A estas alturas es muy difícil definir lo que es el jazz, se ha extendido tanto que se escapa a definiciones. Pero hay un elemento que sigo aglutinando a todo lo que suena a jazz, que es la improvisación, y ese es el núcleo. Todas las músicas que carecen de un guion establecido, como lo tiene por ejemplo el pop que repite esquemas tanto para el concierto de una ciudad como el de otra, no deparan conciertos iguales como pasa en el jazz, en el que no hay uno igual a otro. Para esa improvisación se necesitan músicos muy preparados, eso es evidente.

¿Es el jazz un género que impone, o que asusta?

Con iniciativas como +QJazz intento generar nuevos públicos. Porque aún hay gente que se asusta con la palabra jazz, generalmente por desconocimiento. Para perder ese miedo intento hacer una programación que satisfaga a todos, incluidos los eruditos que piden cosas muy intensas, para que se sientan reconocidos también.

Sus conciertos coincidieron en la semana en que actuaron Scorpions y Sabina. En unos días empieza Morriña Fest, para un público distinto. ¿Convive bien la música en la ciudad?

Es un reto conseguir atraer a la gente a la música, sin duda. Hay una gran densidad de conciertos. No recuerdo tantos en la ciudad en tan poco tiempo. Hay música de distinta calidad, parte de ella que atrae a un público goloso. Aunque yo creo que la gente que no sigue las corrientes mainstream siempre está atenta a lo que se programa en A Coruña.

En Garufa suena de todo. ¿Le falta algún género por programar?

Unas músicas las he programado más que otras. Soy un esclavo de mis gustos, es evidente, aunque a veces los violo. Para llevar a cabo una empresa como Garufa Club, que tiene sus dificultades para sacarla adelante por los gastos que genera, se necesitan muchos conciertos a los que yo llamo cariñosamente alimenticios, que son los que permiten los deficitarios desde el punto de vista económico pero que engrandecen la categoría de la sala y la proyección de la ciudad. En ese equilibrio caben todas las músicas, incluso las que a mí menos me interesan. En todos los estilos hay cosas buenas y cosas malas, incluso en el jazz o la música clásica.