Entrevista | Rosa Barreiro Nueva presidenta de la Asociación Ciudadana de Lucha contra la Droga (Aclad)

“La drogadicción es una enfermedad. Solo lo entiendes cuando lo tienes en tu familia”

“Los jóvenes han normalizado el consumo de cannabis, es algo social. Se le perdió el miedo”

Rosa Barreiro, nueva presidenta de Aclad.   | // VÍCTOR ECHAVE

Rosa Barreiro, nueva presidenta de Aclad. | // VÍCTOR ECHAVE / Marta Otero Mayán

Tras ocho años de colaboración con la Asociación Ciudadana de Lucha contra la Droga (Aclad), Rosa Barreiro salta a la primera línea para ejercer como presidenta de la entidad, que encara, en los últimos tiempos, dos nuevos escenarios en la ciudad: un ligero repunte del consumo de heroína y un preocupante aumento progresivo del uso de cannabis a edades cada vez más tempranas.

¿Cómo es el panorama que presenta ahora la ciudad respecto al consumo de drogas, y que tendrá que encarar usted desde la presidencia de Aclad?

Ahora mismo, nos parecen preocupantes los nuevos consumidores, sobre todo de marihuana. Son jóvenes entre los 13 o los 14 años. Después, hay un repunte de la heroína, que no lo notamos de momento en Aclad, pero sí lo vemos en la calle. El año pasado tuvimos 72.000 intervenciones en psiquiatría, 5.800 revisiones y 227 primeras citas; en psicología fueron 8.200 revisiones y 380 primeras citas; en trabajo social, 3.700 revisiones y 388 primeras citas. En porcentajes, el 80% son hombres y el otro 20% son mujeres. Llama la atención que por lo general es gente que ya estaba consumiendo y que ya vinieron al centro hace años y ahora vuelven otra vez. Que vengan a Aclad es algo muy positivo, porque ellos quieren de alguna forma salir de su situación. Atendemos a mucha gente con problemas judiciales, con suspensión de condena, condicional o tercer grado. Tenemos también el programa de metadona, con 5.000 intervenciones mensuales. Esto es una cifra bastante alta, pero bueno, se sabe que están controlados.

Registran recaídas de antiguos consumidores. ¿Se debe a que ha vuelto la heroína a las calles y es de nuevo accesible, o responde a otras coyunturas?

Ahora mismo sí que hay un pequeño repunte de heroína en las calles, pero a Aclad todavía no están viniendo. Los que sí vienen ya a Aclad son los jóvenes, a tratarse de la marihuana. Eso significa que hay muchos más en la calle que no vienen. Para nosotros, estos datos son fundamentales, y preocupan.

La marihuana no inspira tanto respeto como otras sustancias. ¿Se ha naturalizado en la sociedad el consumo de cannabis?

Estamos hablando de ese escenario, de gente que ha normalizado el consumo. Me llama la atención esa falta de temor. Antes, en los 80 o 90, tenías miedo porque veías a la gente tirada en la calle. Ahora el cannabis ya es un tema como más social entre los jóvenes. Ves a gente en la playa fumando marihuana, grupos de jóvenes, porque vienen a decir, “total, un porrete, qué más da”; no le tienen miedo. Eso es preocupante. Están empezando a venir al centro, también con las familias, que es algo fundamental. ¿En qué se nota que un niño o joven está fumando cannabis? ¿Por qué está mi hijo más irritable, o más atontado o le va peor en el colegio? Son cosas que hay que tener en cuenta. Son llamadas de atención.

Se ha hablado mucho de drogadicción ligada a la delincuencia en la ciudad en los últimos años. ¿Hay estigma, o poca empatía, para abordar la drogadicción como una enfermedad?

Eso lo digo rotundamente. La drogadicción es una enfermedad. Solo lo entiendes cuando lo padeces en tu casa, en tu familia o en gente próxima. Hay que entender que esta gente son enfermos. Si se tiene una adicción importante, se intenta buscar esa sustancia donde sea, porque si no, no pueden vivir. Ese es el problema. Yo creo que la sociedad no está preparada, o no quiere prepararse para eso. Es algo que está oculto, pero en cualquier familia puede pasar, porque es muy fácil entrar pero muy difícil salir. Con esto no quiero decir que no se salga, pero a veces se convierte en enfermedad crónica, que tienes que estar controlando, y te mantiene constantemente alerta. En la sociedad somos bastante hipócritas en este sentido. Esto mueve dinero, muchísimo dinero, y es muy fácil que la gente caiga. Luego ves a gente que económicamente si está muy bien, que pueden consumir cocaína y vivir hasta una vida normalizada. Cuando no tienes económicamente esos medios es cuando surgen esos problemas. También por eso quise entrar en la presidencia, para visibilizarlo, para decir que son personas enfermas, que nos puede pasar a cualquiera. Tenemos que centrarnos en la prevención, y después en el tratamiento, y no ser hipócritas. Un recluso cuesta diez veces más que una persona en la comunidad terapéutica, pero es más cómodo tenerlo en la cárcel.

Suscríbete para seguir leyendo