“Hay que refundar la hospitalidad para que los migrantes no tengan que esconderse en la periferia”

“Mi propuesta es que estos lugares sea donde se pueda presentar a los extranjeros como portadores de cultura”

EL ARQUITECTO FRANCESCO CARERI, EN EL COLEGIO DE ARQUITECTOS.

EL ARQUITECTO FRANCESCO CARERI, EN EL COLEGIO DE ARQUITECTOS. / Carlos Pardellas

La delegación coruñesa del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia acogió ayer la conferencia Andar, detenerse, hospedar/se, impartida por el arquitecto italiano Francesco Careri a partir de la publicación de su libro Hospedar/se, en el que reclama la recuperación del carácter hospitalario de la sociedad occidental.

En su libro hace una propuesta la refundación hospitalaria de las ciudades. ¿No son todo lo hospitalarias que deben ser?

No me refiero a los hoteles, eso no me interesa nada. Estoy hablando de hospedar al extranjero que antes venía como vagabundo y tocaba una puerta y al que en todas las culturas arcaicas tenías que abrir la puerta, porque si estamos en la Grecia homérica o en el desierto de Abraham, el que toca tu puerta puede ser un dios, Atenea, Hermes o un ángel. Y si uno no abre la puerta va a encontrar el castigo divino. Acoger viene del verbo latino acolligere, que viene de la agricultura y hace referencia a la recolección, por lo que quiere decir que se elige lo que se acoge, que no se acoge a todo. Pero la hospitalidad es indistinta. Tienes que abrir la puerta a todos, sin demandar papeles. La verdadera hospitalidad es anónima, no se pide el nombre de quien toca tu puerta.

¿Sigue habiendo en estos momentos personas que viajan así?

Hay muchos que se desplazan y no le abrimos la puerta. Los estados europeos no abren la puerta a todos, sino que acogen a alguno y a los otros los llaman clandestinos y los rechazan. Pero hay lugares en las ciudades que acogen, que pueden ser lugares religiosos donde no te piden documentos o de activismo político, donde la arcaica hospitalidad se sigue practicando. La propuesta es refundar la hospitalidad para que puedan existir lugares donde los extranjeros no tengan que esconderse en la periferia. Se trata de personas que vienen con cultura y con las que se pueden intercambiar ideas. Mi propuesta es que sean los lugares donde se pueda presentar a los extranjeros como portadores de cultura. En la antigüedad, quien llamaba a tu puerta era un regalo porque era la única manera de conocer el mundo.

Pero en los últimos años estamos viendo que hay muy poca solidaridad con estas personas.

Claro, por eso creo que hay una emergencia y que tenemos que acordarnos de que nuestra cultura greco-cristiana era diferente, había otra manera de tratar a estas personas. La hospitalidad es una máquina arquitectónica que transforma al enemigo en amigo, en huésped. Se tendría que hacer a todas las escalas —desde la doméstica, la urbana y la nacional— un repensamiento en términos de hospitalidad y no de acogida.

En Galicia tenemos una muestra de esa hospitalidad clásica con el camino de Santiago, en el que se prestaba ayuda a los caminantes.

Sí, y eso me parece fantástico. Es una gran escuela. He estado tres días en A Fonsagrada, donde hicimos un taller sobre esto y está claro que el hecho de tocar a la puerta para pedir un vaso de agua es un primer paso para construir un espacio de hospitalidad. El Camino de Santiago está en vuestra cultura porque estáis acostumbrados a que alguien pueda llamar a vuestra puerta. Pero también todo el sistema de los peregrinos ya está organizado de manera comercial y turística. Aunque seguro que todos los días hay peregrinos que se pierden o que tienen mal una pierna y piden ayuda.

¿Debería recuperarse entonces ese sentido clásico del Camino?

Sí, la verdadera hospitalidad no es económica. Es un regalo, porque regalas una porción de espacio de tu casa, de tiempo tuyo y matas un cerdo para hacer una fiesta porque un huésped ha venido y ha llamado a tu puerta. Si las ciudades de hoy pudieran valorar la llegada de los migrantes de esta manera, verla con otros ojos, los problemas se convertirían en algo diferente, en algo positivo para todos.

¿Tienen que tener alguna característica determinada desde el punto de vista arquitectónico los espacios que propone para la hospitalidad en las ciudades?

He trabajado en Roma mucho en proyectos que reutilizan los edificios abandonados como lugares donde hacer una mezcla, de forma que sean lugares donde se puedan abordar diferentes problemas, como los jóvenes que no tienen casa, estudiantes o los mayores. Si se ponen juntos muchos problemas que tenemos y se cocinan bien, va a salir algo más interesante que no dividir todos en diferentes cajas.

Se trataría de que esos lugares para la hospitalidad no se conviertan en guetos.

Sí, y ya existen muchos ejemplos. Llevo años trabajando con los ocupas porque en Roma hay un movimiento de ocupación que tienen más de cien edificios grandes que albergan a 10.000 personas. Son lugares donde los niños hablan diferentes idiomas, porque hay italianos e inmigrantes, por lo que están más preparados para el mundo que viene, y hay una solidaridad que permite que se construya una nueva sociedad con los vecinos. Conseguimos 11 millones de euros hace dos años para transformar una ocupación en un ejemplo de lo que puede ser una casa hospital. Yo lo llamo Circo, que son las siglas en italiano de Centro Irrenunciable para el Recreo Cultural y la Hospitalidad.

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