Jóvenes coruñeses en la piel de los mayores
Estudiantes de A Coruña simulan tener edad avanzada a través de un traje de envejecimiento en una jornada organizada por Cruz Roja
Atarse los zapatos, cepillarse los dientes, preparar la comida, dar un paseo o quedar para tomar algo y estar de charla con los amigos. Son actividades de la vida de diaria que, llegada una edad, pueden llegar a convertiste en un reto para las personas mayores. Para acercar esta realidad a los más jóvenes, la Cruz Roja organizó ayer en la Fundación Paideia la jornada Ponte en su piel, en la que informó sobre la realidad de las personas mayores y ofreció un taller práctico en el que los asistentes pudieron ponerse en la piel de la vida diaria de nuestros mayores gracias a un traje de envejecimiento.
“Para desmitificar los estigmas que rodean a las personas mayores, hay que ponerse en su piel”, explicó a estudiantes y profesores Sara Gordo, neuropsicóloga de la Asociación Nacional de Gerontólogos de Portugal, creadora del traje que simula la tercera edad, que apuntó a la “falta de empatía y comunicación” como barrera con las que hay que acabar para tratar a las personas mayores y acabar con su soledad no deseada.
Para hacer vivir en propias carnes las consecuencias físicas del paso de la edad, el equipo ideó un simulador de envejecimiento que muestra los “déficits físicos de la vida diaria” asociados al paso del tiempo. Unos déficits que, como recordó la neuropsicóloga, repercuten a nivel psicológico (ansiedad y depresión), social (soledad y aislamiento) y funcional (dependencia de otras personas para actividades).
Y una estudiante voluntaria pudo vivir todo el proceso del deterioro de principio a fin. Un chaleco le sirvió para comprender el peso que conllevan los 75 años. “Existe un debilitamiento del diafragma y una reducción de la masa muscular”, explicó Gordo. Pero la edad también pasa factura a la visión y la audición, como pudo sentir las joven cuando le pusieron unas gafas, unos tapones y unos cascos. “Los ancianos pierden visión periférica y muchos necesitan leer los labios para entender”, relató la profesional en gerontología, para recordar que en las personas mayores “la parte expresiva se mantiene, pero la comprensiva se reduce”.
Y eso mismo le estaba pasando a la joven voluntaria. Necesitaba que le hablasen más alto, o prestaba más atención al movimiento de labios de la neuropsicóloga. Pero esto no acabó ahí. Un inmovilizador de cuello le hizo perder la capacidad de movimiento vertical de cabeza y unas pesas se sumaron a sus manos y piernas, para dificultar sus pasos o vivir lo que puede suponer aguantar un vaso durante mucho tiempo. A esto se le sumaron unos guantes que simulaban los problemas de motricidad fina de los ancianos. “A muchos les cuesta abrocharse un botón, vestirse o hacer movimientos detallados para comer o conducir”, les explicó a los jóvenes la neuropsicóloga.
Y con todo, la joven logró ponerse en la piel de una persona mayor. Le costaba caminar, subir escaleras, ponerse una camiseta, atender a lo que le decían o calzarse unos zapatos. “Algunos con más dificultades que otros, pero eso es ser una persona anciana”, concluyó la exposición la profesional Sara Gordo.
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