La Ciudad que viví

El viveirense que vino para intentar jugar en el Deportivo

Llegué a la ciudad para hacer una prueba en el club, pero una lesión en la pretemporada me impidió quedarme, aunque desde entonces me instalé aquí para residir

Acacio, en su juventud, con un equipo del Deportivo Ciudad.  | / L. O.

Acacio, en su juventud, con un equipo del Deportivo Ciudad. | / L. O. / Antonio Luaces Izquierdo

Acacio Rey Pérez

Aunque nací en Viveiro, me considero coruñés, ya que desde pequeño mis padres me traían asiduamente a esta ciudad para visitar a mis tíos y primos, por lo que cuando a los quince años me instalé aquí de forma definitiva, ya la conocía perfectamente. Mis familiares vivían en A Cubela, donde más tarde construyeron El Corte Inglés, pero al venir de forma estable fui a vivir con mi hermano Paco en el Camino del Pinar, la zona más antigua de Peruleiro.

Mi llegada a la ciudad se debió a que jugaba al fútbol en los juveniles del Viveiro y vine para hacer una prueba con el Deportivo, en el que hice una pretemporada, aunque me lesioné y se fueron al traste todas mis ilusiones de jugar en un equipo profesional. A pesar de todo, seguí jugando en equipos modestos como el Deportivo Ciudad —con el que fui campeón de Liga y Copa de 1974 a 1977—, el Miño y el Viveiro. Cuando fiché por el segundo de ellos me compré mi primer coche, un Renault 5 que me permitió desplazarme hasta allí para jugar.

Antonio, como jugador veterano.   | // LA OPINIÓN

Acacio, como jugador veterano. / La Opinión

Al llegar a la ciudad empecé a estudiar contabilidad en la Escuela del Trabajo, de la que pasé a la Escuela de Comercio para hacer Empresariales. Al terminar los estudios monté con un amigo una asesoría, aunque en los años noventa me establecí por mi cuenta y abrí la asesoría Rey Tarrío Asecon, en la que desarrollé el resto de mi vida laboral.

Me casé a los veintiún años con la coruñesa Pilar Tarrío Pérez, que trabajaba en la empresa Conde Medín y con quien tengo dos hijos, Carlos y Fernando, quienes nos dieron tres nietos: Lucas, Mateo y Jimena. Al casarnos nos fuimos a vivir a la calle Páramo y en la actualidad lo hacemos en Monelos.

Antonio, en su juventud, con un equipo del Deportivo Ciudad.  | / LA OPINIÓN

Acacio muestra el trofeo conseguido. | / / LA OPINIÓN

Entre los amigos que hice en la ciudad en mi juventud destaco a Muiños, Veloso, Fito, Fernando el de Gregasa, Matos y Abelenda, todos ellos de la zona de la calle Vizcaya, aunque también formé parte de otra pandilla en la que estaban Rufino, Teo, Carli, Manolo, Rico, Perfecto, Arturito, Ignacio, Geluco, Pepín y Tito. Hacíamos todo lo posible para disfrutar de todas las diversiones, sobre todo cuando bajábamos al centro, en el que había un gran ambiente y en el que íbamos a los cines Coruña, Rosalía y Avenida. Ese último era utilizado como punto de encuentro para la mayoría de las pandillas, tanto en verano como en invierno, ya que las galerías de su entrada nos protegían de las inclemencias del tiempo.

Al salir del cine íbamos a recorrer las calles de los vinos, en las que parábamos en los bares Otero, Siete Puertas, Priorato, La Patata y Pacovi, donde coincidíamos con otras pandillas en las que también había jugadores de fútbol de otros equipos. También disfrutábamos de lo lindo cuando íbamos a los bailes y discotecas, entre las que Cassely y El Seijal eran nuestras favoritas, además del Sally y El Moderno, mientras que entre las fiestas de los barrios las que más nos gustaban eran las del Gurugú, Os Mallos y la Ciudad Vieja.

En los carnavales formé parte de la Peña Vizcaya, cuyos miembros nos disfrazábamos y bajábamos al centro y a la calle de la Torre para pasarlo bien. Al dejar el fútbol modesto empecé a jugar al fútbol sala en el equipo de la Joyería Abelenda, que ganó la liga coruñesa en 1983. En la actualidad me sigo reuniendo de forma periódica con muchos de mis antiguos amigos para recordar los viejos tiempos.

Testimonio recogido por Luis Longueira

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