ADN para resolver los crímenes de la Guerra Civil y la represión franquista

La bióloga coruñesa Ana Mosquera forma parte de un grupo de historiadores, arqueólogos, antropólogos y genetistas que ayuda a identificar a víctimas de la Dictadura

El equipo del instituto forense Luis Concheiro, con Mosquera de segunda por la derecha, abajo.   | // LA OPINIÓN

El equipo del instituto forense Luis Concheiro, con Mosquera de segunda por la derecha, abajo. | // LA OPINIÓN / Enrique Carballo

Aunque Galicia no se suele considerar como una de las regiones de España que vivieron la represión franquista más feroz durante la Guerra Civil, esta existió y dejó miles de muertos. El proyecto Nomes e Voces cuenta más de 1.450 penas de muerte llevadas a cabo, y otras 3.161 ejecuciones extrajudiciales, de represaliados cuyas familias, en general, no tienen una tumba en la que dejar flores. El equipo de investigación de la del Plan de Memoria Democrática de la Universidade de Santiago intenta arrojar luz sobre este crimen: cuenta con historiadores, arqueólogos y antropólogos, que rastrean los datos, abren fosas e identifican restos, mientras que el Instituto de Ciencias Forenses Luis Concheiro elabora análisis genéticos para poner nombre a los huesos. Según explica la bióloga coruñesa Ana Mosquera, que realiza con otros de sus compañeros el trabajo de laboratorio, es una tarea difícil, pero “muy enriquecedora”.

Los problemas, indica, empiezan por el modo en el que se produjeron los enterramientos, en general “clandestinos”, con lo que localizar el lugar depende “del boca a boca de los familiares”, y “es fácil que donde las familias creen que estén enterrados no lo estén”. Los asesinos dejaban a los represaliados en “fosas previamente excavadas, para que fuera ágil y no tener que remover tierra dura”, con lo que muchas veces los restos de varias personas están mezclados con los de otros represaliados o enterramientos anteriores. Normalmente no hay ataúd que preserve el cuerpo, lo que lo expone al suelo ácido que predomina en Galicia, y frecuentemente las fosas quedaron inundadas por agua, lo que aceleró la degradación de los restos.

Incluso en los casos en los que la preservación es mejor, dado el tiempo transcurrido desde la muerte ya no quedan tejidos vivos. “Extraemos ADN de la parte del cuerpo que mejor se haya conservado: suele tratarse de huesos largos como el fémur, los molares o una zona cerca del oído, los petrosos [parte del hueso temporal]”, señala Mosquera.

Extraer información genética de los esqueletos, por sí mismo, no vale de nada: hay que comparar el ADN con el de parientes de los que se sabe la identidad, y cuanto más cercanos mejor. Pero “las víctimas son tan jóvenes que muchas veces no tenían descendencia, y murieron en los años 30 y 40: hay muy pocos familiares directos”, explica la genetista. Así, buscan muestras de sobrinos, nietos, pero muchas veces se recurre a “personas más alejadas del árbol familiar, y cuanto más te alejes es más difícil poder comparar y conseguir un resultado concluyente”, desarrolla.

El proyecto, que coordina el grupo Histagra de la Universidade de Santiago y cuenta con apoyo de la Xunta y la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, empezó en 2021, pero el instituto forense, que ya había colaborado en investigaciones de memoria histórica de manera puntual, comenzó a tratar restos al año siguiente. Desde entonces han trabajando en cuatro localizaciones, y solo consiguieron éxito en dos ocasiones, identificando a dos víctimas de una fosa de Celanova que compartían siete cadáveres.

“Fue concluyente: en una de las familias teníamos una hija y en otra una nieta, pero a los otros cinco cuerpos no podemos identificarlos mientras no tengamos familiares”, explica la bióloga. En otro caso excluyeron que un resto fuese la persona que la familia estaba buscando, y “en muchos no se pudo concluir nada concreto” por las limitaciones del material con el que trabajan.

Pese a las dificultades, Mosquera valora el proyecto como “muy enriquecedor”. “Veo perspectivas que no estoy acostumbrada a ver”, dice, como “todas las vías que tienen los historiadores para intentar reconstruir la vida de la persona desaparecida, lo que ayuda a arqueólogos y antropólogos”. “Si se sabe la altura del desaparecido, vale para orientar la identificación”, pone como ejemplo la bióloga, que considera “súper satisfactorio” identificar los cuerpos y entregárselos a familias que “llevan mucho tiempo buscando y en un proceso muy complicado anímicamente”.

Macrofosa en Narón

El grupo tiene “varios casos en proceso”, y recientemente ha empezado a trabajar en una de las mayores fosas de Galicia, situada en el cementerio naronés de O Val. Al menos 50 familias, indican desde Histagra, están buscando a víctimas de la sublevación militar en Ferrol en 1936 que podrían estar enterradas allí, y en la investigación colabora también la Asociación Cultural Memoria Histórica e Democrática de Ferrol.

Los que crean que tengan información sobre las fosas o las víctimas pueden llamar al teléfono 881 971 010, dirigiéndose a la extensión 101, o escribir a histagra@usc.es.

Suscríbete para seguir leyendo