La Escuela de Idiomas de A Coruña cumple 50 años: "Era todo muy cutre, todo era manual"

La Escola Oficial de Idiomas celebra su medio siglo de vida con un encuentro de profesores y alumnos veteranos en su primera ubicación, el Zalaeta

Antiguos profesores y alumnos que se convirtieron en docentes, este jueves en Zalaeta.   | // IAGO LÓPEZ

Antiguos profesores y alumnos que se convirtieron en docentes, este jueves en Zalaeta. | // IAGO LÓPEZ / Enrique Carballo

La Escola Oficial de Idiomas coruñesa abrió sus puertas hace medio siglo, en 1974, y desde entonces, según señala una de las trabajadoras que estaban en ese primer año, han pasado por ella “montones de gente”, y hasta parece que “casi toda la ciudad”. Ahora tiene unos 6.000 alumnos por curso en sus instalaciones de la calle Educación, pero sus orígenes fueron mucho más modestos. Empezó en algunas aulas del instituto Ramón Menéndez Pidal (Zalaeta), en el que no había ni mostrador y un número restringido de lenguas, aunque eso, sí, con gran ilusión de profesores y alumnos. Este jueves, unos quince antiguos docentes, y exalumnos que se convirtieron ellos mismos en maestros, se reunieron en el salón de actos del instituto para recordar aquellos primeros años.

Solveig Franz es la más veterana. Nativa de Munich, llegó con 21 años al Santiago del tardofranquismo, “sin hablar una palabra de español” y con la idea de aprender el idioma. “Siempre dije, yo en España no me quedo”, explica, pero allí conoció a su futuro marido y, tras unos años dando clases de inglés en Compostela, vino a A Coruña como docente en el primer curso de la Escola. “Me sentí bien aquí” recordaba ayer desde el salón de actos del Zalaeta, “nos recibieron como si estuviéramos en nuestra casa e hice amistad con algunos profesores del instituto”.

El mismo año “a mi marido lo nombraron jefe de la torre de control”, y la alemana acabó quedándose en la ciudad. Y “muy contenta, me encanta el mar: de aquí ya no me mueve nada”, resalta ahora. En el Zalaeta daba al principio clases de inglés, para alumnos que, en general, “ya sabían mucho y solo venían por el título”, y en clases en las que, como ahora, “había una mezcla de edades”. “La gente venía con muchísimo interés, y se lo tomaba bastante en serio”, destaca. Unos años más tarde, fue la encargada de montar el primer departamento de alemán.

Franz llegaba con “ideas un poco más modernas” acerca de la enseñanza, pero la escuela a la que llegó era todavía de “pizarra y tiza”, con pocos medios. “Luego empezamos con el cassete”, indica Franz, que se jubiló tras 34 años en el centro y que lo recuerda como “una escuela de vida” que le enseñó “respeto”.

También estaban en ese primer año Victoria y Cristina, dos administrativas que llegaron, cuentan conjuntamente, “trasladadas de Lugo, acabábamos de aprobar la oposición”. En la escuela, recuerdan entre risas, era “todo muy cutre, todo manual: no había ni mostrador, lo montábamos con pupitres, y acabábamos con él clavado en la costilla: había mucho trabajo, porque había muchísimo alumnado, pero muy buen ambiente”.

Especialmente, entre ellas. Victoria señala que cuando se trasladaron a la escuela actual fue “una maravilla, era mucho más cómoda”, pero que trabajo había “cada vez más”. En el periodo de matrícula, cuando venía a apuntarse gente de toda Galicia, se formaban colas que “salían en el periódico” y “estábamos trabajando horas y horas”, pero se respaldaban la una a la otra. “Habíamos estudiado juntas el Bachillerato y nos llevábamos bien”, indica, y Victoria apostilla “y seguimos siendo amigas”.

Colas desde las 04.00 horas

También recuerda las colas Manuel Ramos, que fue alumno de la escuela cuando empezó y luego su director durante siete años en los 90. “El primer día de septiembre me encontré con las famosas colas para matricularse, que daban la vuelta al Conservatorio”, con gente que cogía puesto “a las cuatro o cinco de la madrugada”. Se dijo que acabar con ellas era “lo primero que iba a hacer”, y organizó, a partir de entonces, un sorteo para los solicitantes.

“Otro reto fue convertir a la escuela en un centro de excelencia, y convertirlo en uno para investigar en la enseñanza de idiomas”, indica Ramos, que ha visto a esta orientarse “hacia lo práctico”, como los alumnos “pedían y necesitaban”. “Recuerdo clases de 40 alumnos en las que se enseñaba gramática”, pero “con los años nos fuimos dando cuenta de que el idioma es para hablarlo”.

Pese a que Ramos estuvo en otros centros ve la Escola como “el corazón de mi actividad, el sitio ideal”. “Es el lugar más indicado para alguien que tenga ganas de trabajar”, pues los alumnos vienen porque quieren y “con interés”, y hay un “ambiente maravilloso de clase”. Es cierto que “exige, es un reto continuo”, pero también ve el trabajo “realmente gratificante”. En el acto de ayer estuvieron otros alumnos devenidos en profesores, como Susana Aldao, la actual directora, que señaló que el centro de A Coruña, impulsado por Miguel Castelo, fue el primero de Galicia y el octavo de España.

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