Entrevista

Dolores Redondo: "Cuando empecé a tener éxito, al mundo editorial no le quedó otra que acogerme"

Casi una década después del comienzo del fenómeno de la 'Trilogía del Baztán', sigue siendo una autora superventas: al año de su publicación, 'Esperando al diluvio', su última novela, es el libro más vendido en España

La escritora Dolores Redondo.

La escritora Dolores Redondo. / Carlos Ruiz

Inés Martín Rodrigo

El fallecimiento prematuro de una hermana marcó la infancia de Dolores Redondo (San Sebastián, 1969). Tenía, ella, cinco años y la muerte, con su negra sombra, como escribió Rosalía de Castro, se instaló en su casa. La niña que entonces era Dolores buscó cobijo en los libros.

La literatura fue ese refugio que alumbró su niñez hasta que la vida volvió a imponerse y, con ella, regresó la luz. Cuentos y más cuentos estimularon su imaginación y la desataron tanto que no tuvo más remedio que inventar otros mundos posibles para que los demás pudieran habitarlos.

En la adolescencia, habiendo ya leído todo el canon establecido y buscado con libertad fuentes de inspiración literaria, empezó a escribir diarios. Buscaba desahogarse, salir del remoto lugar en el que había nacido, empezar a vivir lejos sin moverse aún de casa.

Fueron pasando los años y la Dolores que un día fue una niña solitaria se convirtió en escritora. Hoy, casi una década después del comienzo del fenómeno de la Trilogía del Baztán, sigue siendo una autora superventas: al año de su publicación, Esperando al diluvio, su última novela, es el libro más vendido en España.

¿Cuándo se despertó en usted esa pasión que siente hacia los libros?

Se despertó cuando era muy muy pequeña, con la lectura. Pero desde antes de saber leer.

¿Por qué?

Mi madre me leía muchísimo, me encantaban los cuentos. Yo iba siempre con una cartera llena de cuentos buscando a alguien que me leyera. Y mi madre me dijo: "Tienes que aprender a leer, porque así no necesitas a nadie que te lea los cuentos". Y me enseñó a leer antes de la edad escolar. Cuando fui al colegio, ya sabía leer.

¿Le provocaba curiosidad saber quién había inventado esos cuentos?

Sí. Mi madre cuenta que una vez le dije: "Pues cuando sea mayor, yo voy a escribir cuentos".

Fueron pasando los años y fue una adolescente muy lectora.

Sí. Fui ya una niña muy lectora, porque mi hermana falleció cuando yo tenía casi cinco años y mis padres pasaron un duelo terrible. Yo era consciente de la tristeza que había en mi casa y leer era un refugio. En mi casa había mucho silencio, no había el jolgorio habitual en una casa con niños.

Mi hermana murió cuando yo tenía cinco años y mis padres pasaron un duelo terrible. Yo era consciente de la tristeza que había en mi casa y leer era un refugio

¿Buscaba ese jolgorio en los libros?

Claro. Leía sobre todo aventuras, porque yo vivía en el puerto de Pasajes. Mi padre era marino y me gustaban mucho las historias que tenían que ver con navegación, los naufragios, los piratas, los corsarios…

¿Y se refugiaba en los libros para combatir el miedo a que su padre no regresara?

Después de morirse mi hermana, todos teníamos miedo a la muerte. Yo tenía miedo a que se murieran los otros, no tenía miedo a morirme yo. Cuando falleció mi hermana, a los dos años falleció un tío muy joven, con 42 años.

O sea que en su casa estaba muy presente la muerte.

Cada tarde, cuando salía del cole, mi madre me recogía con la sillita de mi hermano e íbamos al cementerio, sacaba el bocata de Nocilla y me lo comía allí.

Yo tenía miedo a que se murieran los otros, no tenía miedo a morirme yo

¿Y cuándo empezó a escribir?

No tiene tanto mérito, porque es en la adolescencia y eran diarios. En mi casa dicen que yo siempre les contaba cuentos a mis hermanos, pero me los inventaba, los cambiaba. Tuve la maravillosa suerte de que, después de ese periodo de luto, me nacieran dos hermanos seguidos, y fue la resurrección de mi casa. Volvió la alegría, volvió el jolgorio.

Se fue la muerte.

Eso es, sí, hasta se acabaron las visitas al cementerio.

¿Tiene conciencia del momento en el que dijo: "Quiero ser escritora"?

Sí, tenía 14 años. Supongo que por todo lo que había ido pasando en esos años. Me encantaba leer y me gustaba mucho estar sola, en silencio y tranquila y en casa. Casi recuerdo como una tortura momentos de mi infancia en los que me obligaban a ir a jugar. "¡Deja el libro, vete a jugar!". Cuando conoces la muerte, te da una visión del mundo que ojalá no la tuvieras que conocer hasta que fueras más adulto. Y creo que cuando eres un niño se te borra la magia.

Y la literatura le permitió recuperar esa magia que la muerte le había robado.

Claro. Me permitía viajar, porque, de pronto, el lugar donde vivía empezó a parecerme terriblemente sórdido. Cuando tenía ocho o nueve años tenía que ser una niña insoportable de todo lo que había leído. Leía libros que no eran adecuados para el canon fijado, la literatura infantil me la había fusilado antes de saber leer, como quien dice. Leí El padrino con diez años, pero no vi ni el sexo ni la violencia.

¿Y qué vio?

Vi a la madre y a las hermanas llorando en los funerales, el dolor, cómo se rompía la familia por los que iban muriendo.

Cuando conoces la muerte, te da una visión del mundo que ojalá no la tuvieras hasta que fueras más adulto, y cuando eres niño se te borra la magia

Se crió en una sociedad matriarcal.

Sí, absolutamente.

¿Cómo le marcó eso?

Total, total. Sin saberlo, claro, no era consciente. En mi casa, mi madre estaba siempre sola con nosotros porque mi padre estaba navegando. Pero no era solo mi madre, eran sus hermanas, las vecinas, sus amigas.

¿Y a qué Dolores creó esa sociedad matriarchal?

A la de las conversaciones de vecinas y los cafés. En mi casa recuerdo los cafés con vecinas, con amigas, con esas mujeres que contaban anécdotas de todo y, como yo no jugaba con los niños, me quedaba ahí a escuchar.

¿Y ese fue el germen de una conciencia feminista posterior?

Algo tuvo que contribuir. Hay algo que me gusta de ese tipo de matriarcado a la fuerza, porque es impuesto, no les quedaba más remedio, y se ayudaban entre ellas. Y los hombres de ese tipo de cultura se dejaban querer.

Para que luego pensemos que la palabra sororidad es de anteayer.

Desde luego que no. Ellas lo hacían todo en la casa, hasta administrar. Una de las cosas que me parecía supernormal era ver llegar a mi padre con el sueldo y dárselo a mi madre.

La literatura infantil me la fuislé antes de saber leer, como quien dice. Leí 'El padrino' con diez años, pero no vi ni el sexo ni la violencia

A medida que van pasando los años, encuentra a referentes como P. D. James, Juan Benet, Agatha Christie…

La Matute.

¿Por quién se hizo escritora?

Por Stephen King. Estimulaba mi imaginación. Me sigue encantando la frescura de sus diálogos. A Stephen King lo escuchas en la cabeza y, sin hacer una descripción minuciosa del personaje, en el diálogo refleja toda su personalidad y sabes cómo lo dice y cómo habla y qué voz tiene.

Y qué difícil es escribir diálogos…

Es una pasada, es maestría.

¿Hay un libro que le marcó tanto que le cambió la vida?

Uno de los que más me ha influenciado es La mamma, de Mario Puzzo. Va de una familia italiana de inmigrantes muy pobres que tenían como objetivo salir de Little Italy, el barrio donde vivían. Lo leí con 15 o 16 años y me hizo pensar mucho sobre lo difícil que era salir de donde yo vivía. En esos años, me había tocado escuchar más de una vez algo que odiaba: "Tú te casarás con un marinero".

¿Se lo decían mucho?

Sí, y ahí sí tomé mucha conciencia y dije: "No voy a aceptar esa vida". Por eso también hubo unos años erróneos en los que enfoqué que no podría ser nunca escritora habiendo nacido donde había nacido.

¿Por qué pensaba eso?

Porque era un lugar sórdido de gente paleta, inculta, de trabajo, la gente se moría trabajando. Y era un sitio que estaba sucio y olía mal y había tripas de pescado. Había fábricas de amoniaco y secaderos de bacalao. Aquel sitio apestaba. No quería vivir ahí, quería irme a otro sitio. Al haber leído tanto, tenía una apertura mental que hacía que cuando escuchaba cosas como "Tú te casarás con" o "No sé quién se ha casado o embarazada" lo encontraba tan paleto, tan provinciano… La frase es que leer hace tu mundo más grande, pero leer hizo mi mundo real diminuto. Odiaba vivir ahí y pensaba, tonta de mí, que era algo local, que si viviese en Madrid eso no iba a pasar.

Hubo unos años erróneos en los que enfoqué que nunca podría ser escritora habiendo nacido donde había nacido, en el puerto de Pasajes

Pero salió de allí y se convirtió en escritora. Hábleme de la diferencia entre el autor y el escritor.

Me lo empecé a plantear al principio de mi carrera, cuando llegó el éxito muy rápido, pero hubo gente que empezó a preguntarme: "¿Y por qué no escribes sobre otras cosas? ¿Y por qué no escribes sobre la Guerra Civil? ¿Y por qué no escribes sobre ETA siendo vasca?". Recuerdo un día, ya con el Premio Planeta, estaba teniendo un éxito tremendo Patria en ese momento, y una periodista me preguntó: "¿Y tú, siendo vasca, por qué no escribes algo como Fernando Aramburu?". Y yo le dije: "Pues porque lo escribe Fernando Aramburu y lo hace muy bien. Fernando lleva muchos años escribiendo y escribía cosas que las leíamos cuatro. ¿Y sabes por qué Fernando ha escrito Patria cuando ni está de moda el tema ni sabía si se lo iban a publicar? Porque a Fernando le ha nacido. Lo escribió porque es escritor y a los escritores les crece una novela dentro y la tienen que escribir sin saber muy bien por qué".

Y por eso usted escribe.

Por eso eso yo escribo lo que me nace a mí. Los autores pueden elegir sobre qué escriben, porque su elección tiene que ver con el momento político actual, la muerte de Henry Kissinger…

¿Y cree que esa pregunta se la habrían hecho igual a un hombre?

Creo que hay muchas preguntas que me han hecho que no se las harían a un hombre. Hay un filtro muy bueno para eso: si la pregunta es absurda haciéndosela a un nombre, es machista haciéndosela a una mujer.

Hay muchas preguntas que me han hecho que no se las harían a un hombre

¿Desde dónde escribe Dolores Redondo?

Desde un lugar muy feliz. Escribo desde el palacio, siempre.

¿Y qué es "el palacio"?

El palacio es un lugar mental donde están todas las historias. Es el palacio más hermoso que puedas imaginar, tiene siempre todas las ventanas abiertas y cortinas ondeando al viento, y es un lugar por el que yo corro descalza y en el que soy muy feliz.

En el prólogo de su última novela habla del placer que le sigue produciendo seguir sometida a la dulce tortura de las catástrofes que su mente imagina.

Claro, porque no llegan a ocurrir. Es verdad que el género en el que estoy…

¿Cree que es un género?

No. Una de las cosas que dijo algún periodista al principio de la Trilogía del Baztán fue que había contribuido a democratizar la novela negra. Pero es verdad que la mía no es novela negra, es novela mestiza, y ese mestizaje la enriquece porque me permite no tener esos límites en lo literario, hablar desde otra voz, desde otro tiempo, o hacer una floritura aquí porque me apetece y la gozo. Eso, por un lado. Pero, por otro, poder mezclar todo: amor, aventura, momentos históricos… ¿Quién ha dicho que todo tenía que ser de una manera concreta?

¿Por qué escribir en base a unos límites?

Por eso no me gusta el género puro, porque hay unos límites muy concretos. Me gusta salirme de esos márgenes y hacer lo que me apetezca.

Yo soy escritora, pero no escribo libros como un trabajo, soy escritora

¿Cómo concibe la literatura?

Para mí es un privilegio. Es un privilegio tener lectores y es un privilegio dedicarse a esto, porque es lo que más me gusta y es lo que me permite ser más libre.

¿Y la escritura es trabajo, esfuerzo, sacrificio?

Yo vengo de una educación en el mundo del trabajo, y sí lo concibo como un trabajo. No hay nada como dedicarse a lo que amas, porque la mayoría del tiempo no serás consciente de que estás trabajando, sino de que haces lo que tienes que hacer. Y, en este momento, lo veo como algo natural. Yo soy escritora, pero no escribo libros como un trabajo, soy escritora. Y, como soy escritora, siempre estoy imaginando. Y, como soy escritora, también escribo cuando no estoy escribiendo. Ya no lo veo como un trabajo, pero sigo siendo muy trabajadora y disciplinada. Yo trabajo todos los días, pero no es trabajo, es una necesidad. Todos podemos escribir en un tren, en un avión, pero no es la manera. A mí lo que me funciona es el modo abuela: calorcito, ya sea del sol o de una estufa, quieta, tranquila, con los manguitos puestos…

El palacio.

El palacio.

Vengo de un mundo del esfuerzo y todo me ha costado mucho. No fue fácil. Mi primer libro salió con 600 ejemplares y no se vendieron

Ha dicho que es un privilegio tener lectores. Los lectores la acogieron desde el principio y la siguen acompañando. ¿Sintió esa misma acogida por parte del "mundo editorial"?

Pues no, lo que pasa que también te digo que no les quedó más cojones, y ahí puedes poner cojones. No les quedó otra, porque lo que pasó fue tan tremendo que se lo comió todo. De El guardián invisible llevamos 115 ediciones. Sobre todo donde noté que me tuvieron que meter con calzador fue en el mundo de la novela negra. Y recuerdo los artículos: "Lo que hace no es novela negra". Y yo: "No, no es novela negra. Es novela mestiza. ¿Y qué?".

¿Ve esa misma impostura fuera de España?

No, desde luego. En otros países no ocurre, y países de tradición muy machista. Pero que se lo hagan mirar, ya está. Tuvieron que comérselo con patatas.

¿Sigue celebrando los éxitos como al principio?

Sí. ¿Sabes por qué? Porque vengo de un mundo del esfuerzo y todo me ha costado mucho. No fue fácil. Mi primera novela salió con 600 ejemplares y no se vendieron. Y encima perdí los derechos porque se los quedó la editorial con la que publiqué, los retuvo diez años. Hay cosas que pasan así. A veces, por tu afán por publicar firmas derecho de pernada, casi. Quieres avanzar, no sabes por dónde, no eres de ese mundillo, y te estafan y te pasan cosas y te sale mal, o sales muy bien con una buena editorial pero no funciona la novela. Pues otra, chico, otra. Yo inmediatamente cuando publico una novela ya estoy con la siguiente. Mi filosofía es esa: esto ya está, pues a lo siguiente.

[object Object]

Dolores Redondo

Ediciones Destino

576 páginas

22,90 euros