"Cando a vin xogando ao fútbol quedeime tonto. Primeiro foi ela, logo veu Messi". Entre los recuerdos de su infancia en Elviña, el escritor Manuel Rivas tiene muy presente a una niña que creció dándole patadas a un balón, corriendo de aquí para allá y escapándole con la bicicleta a su hermano Moncho en cuanto éste se despistaba. Todos la conocían como el Pirucho, porque era como un niño al que le gustaban todos los deportes. Pero el tiempo la convirtió en doña Dolores Tasende, una de las atletas coruñesas con mejor palmarés de la historia, internacional con la selección española y con incontables títulos en su haber, aunque el culmen de su carrera fue el récord de España de 3.000 metros bajo techo, batido un 22 de febrero de 1975 en A Coruña. Ayer cumplió 60 años. Una ocasión para echar la vista atrás.

"Mi hermano estaba en la mili y lo seleccionaron para que corriera en el Campeonato del Mundo militar que se celebró aquí y él fue el que me dijo que probara en el atletismo, me gustó y ya me quedé", recuerda Dolores. Antes, ya practicaba fútbol. Fue, de hecho, la protagonista del primer partido femenino que se disputó en la ciudad, una pachanga entre solteras y casadas pero en la que un ojeador del Fertiberia ya quiso mandarla a una residencia en Barcelona, en donde podría estudiar, sacarse una carrera y entrenar a la vez. Su padre no le dejó. Pensaba que era todavía muy joven para empezar a volar sola. Además, dejó el fútbol porque cogió miedo: jugando un partido con el Galicia Gaiteira hizo una chilena y la chica que estaba detrás se llevó un balonazo y se desmayó. Pero la vida le reservaba un destino mejor en el tartán.

Desde el primer momento despuntó por encima del resto de las chicas. Es más, a los dos meses de empezar a entrenar acudió a su primera competición y ya fue segunda. "Era un cross en Palavea, al lado de la Fábrica de Armas. Sólo me ganó Alia Amieiro, que era una gran atleta que ya llevaba muchos años, pero a todas las demás las pasé", explica. Comenzó a entrenar más y más, primero de la mano de José Díaz Rascado, después a las órdenes de Enrique Graña. Y con el esfuerzo también llegaron los resultados: medalla de oro en el Campeonato de España de Educación y Descanso (1968) -que la recibió de manos del por aquel entonces príncipe Juan Carlos-, plata en un torneo internacional de cross entre las selecciones de España, Irlanda, Holanda y Francia (1968), campeona de España de cross (1970), además de varios podios en una de las pruebas de más nivel del mediofondo nacional, el 1.500, que incluso ganó en 1974.

Derechos femeninos

Ser mujer en unos años en los que los derechos femeninos brillaban casi por su ausencia no fue impedimento para que su trayectoria siguiera hacia arriba. Era una niña especial y a sus vecinos les extrañaba que anduviera viajando sola por ahí. Sus padres le iban concediendo los permisos porque al principio, iba su hermano con ella. "Pero Moncho llegó a ser mucho mejor que yo, tuvo la novena mejor marca del mundo en 10.000 metros y estaba seleccionado para los Juegos Olímpicos de México 1968, pero estando de concentración en Finlandia se lesionó y tuvo que volver", dice muy orgullosa. Ella consiguió la clasificación para el Mundial de cross y su padre le firmó la autorización. Incluso ya se había sacado el pasaporte y le habían cogido las medidas para el uniforme de la selección, pero a última hora la Federación decidió no llevarla y que fuera en su lugar la primera júnior catalana. Una gran decepción que hizo que estuviera cerca de un año apartada de las pistas.

Fue su peor momento, pero en general, todos los recuerdos son buenos. "El Deportivo me ponía todos los medios que podía, la verdad, es que se portaron muy bien conmigo. Y cuando iba con la selección me sacaba unos ahorros y me hacía mucha ilusión gastarlo en caprichos o ir a Galerías Preciados", cuenta. Y también hubo muchos grandes momentos. "Gané el Gran Premio Ayuntamiento de La Coruña, una Torre de Hércules de plata muy bonita, que se lo daban a la mejor marca por tabla alemana de todas las pruebas. Yo corrí el 3.000 y mi rival era una chica portuguesa que había sido olímpica. En la penúltima vuelta me sacaba 40 metros y en la última la pillé y le saqué otros 40. Mi padre estaba en las gradas viéndome y me emocioné mucho, igual que el día que llevé la antorcha en los Juegos del Cantábrico. A mi padre se le caía la baba conmigo", rememora. Tampoco faltan las anécdotas: "Las grandes rivales del mediofondo éramos Coro Fuentes, Belén Azpeitia, con la que me llevaba muy bien y pasaba temporadas en su casa, y Consuelo Alonso. Ésta me ganó en el Campeonato de España en la prueba de 1.500 metros por el pecho. Mucho se rieron de mí. Me decían que me tenía que crecer el pecho, porque era muy delgadita".

La cumbre de su carrera llegó cuando batió el récord de España de 3.000 metros en pista cubierta. Además, en A Coruña, con todos sus familiares en las gradas. La marca, 10.04.04, tardó mucho tiempo en repetirse tanto a nivel nacional como autonómico y aún sigue asombrando a las corredoras actuales. "Fue un día normal y corriente, pero tenía una fuerza especial", recuerda. "Ya se preveía que podía con la marca por los entrenamientos previos, porque estaba haciendo muy buenas marcas, pero lo peor en mi caso es que tenía que utilizar a los chicos tanto para entrenar como para que me hicieran de liebres en la propia prueba. Las chicas siempre iban por detrás. Y los chicos, cuando los adelantaba, se deprimían y se retiraban de la prueba porque decían que se les caía el alma al suelo". El atletismo también le ayudó a conocer a su marido, el lanzador de martillo Ángel Rodríguez. Tuvieron tres niñas y por eso Dolores decidió retirarse. Después dio clases de preparación física al equipo de baloncesto de la Fábrica de Tabacos, estuvo unos años dando clases particulares de gimnasia y también hizo una incursión en el mundo del balonmano. Ahora, con sus 60 años, es una abuela, madre y esposa feliz.