El Madrid ejerció una nueva demostración de fuerza para sellar su quinta victoria consecutiva en Liga y acentuar las penurias del Villarreal, lejos del talante que ofreció antaño y que fue una presa más, resignada, del poderío blanco.

El conjunto de Mourinho sigue a su ritmo. A la espera de un mínimo fallo del sorprendente Levante para ejecutar el asalto al liderato. El Madrid ha sacado con solvencia todos los encuentros a los que ha hecho frente en octubre. Goleadas al Espanyol, Betis, Lyon, Málaga...

El cuadro blanco va rodado. Con el manual aprendido. Ejecuta una presión asfixiante de inicio. En especial en el arranque. Ordenada, colectiva. A los diez minutos el Villarreal ya tenía ante sí una nueva losa. Dos goles en contra. Tres a la media hora, con dos goles de dos jugadores que estaban siendo cuestionados hasta el momento, Karim Benzema y Kaká.

En plena avalancha Di María marcó el tercero y el partido se dio un respiro. Cristiano Ronaldo no encontraba su gol. El Madrid bajó el pistón y se centró en controlar el juego ante la mirada de su rival. Tal y como sucedió en Málaga el cuadro blanco perdió intensidad en el último tramo. Pero el Villarreal apenas amenazó a Íker Casillas, que cerró otro partido en blanco.