"Cuando era pequeño, venía Martinazzo a darnos clase. Nos decía: '¿Dónde queréis que ponga la bola?' Y nosotros le pedíamos: 'Que de en el palo derecho y salga despedida hacia un lado'. Agarraba el stick, tiraba y lo hacía tal cual se lo habíamos dicho. Y así cada vez. Nunca he visto una cosa igual", recuerda Tomás de Llano, coordinador de Dominicos. La memoria de un niño guarda el secreto de los jugadores argentinos. Simplemente se le puede llamar magia. Una música solo comparable a la de sus palabras. Hay muchos ejemplos. Mario Agüero. Mario Rubio. Roberto Roldán. Pancho Velázquez. Facundo Salinas. Los hermanos Negro y David Páez. Carlos López. Martín Payero. Marcaron un antes y un después en una liga española que, debido a la crisis, se está quedando sin su espectáculo. En la actualidad, solo hay cuatro extranjeros: Pablo Álvarez y Reinaldo García en el Barcelona; Matías Pascual y Lucas Ordóñez en el Liceo. La mayoría de los equipos apuestan por el producto autóctono, aunque, por lo general, en la variedad está el éxito.

"El jugador extranjero te da un nivel de competición más elevado, enriquece muchísimo la liga. Los italianos tienen su perfil, los portugueses su patín, los argentinos te ofrecen técnica y garra... incluso hubo una época en la que hubo una camada de jugadores brasileños muy buenos", analiza Facundo Salinas, uno de los pocos argentinos que no salió de la cuna sanjuanina, sino de Mendoza. "Hay aspectos que son como naturales en los argentinos: la técnica, la velocidad, la garra... y además trabajamos cada día para ser mejores", aporta Reinaldo García. "El jugador argentino tiene un nivel de competencia y unas exigencias personales altísimas. Y la diferencia técnica es importante. Hay algunos con un toque técnico a la altura de muy pocos, como Martín Payero, aunque los que más me han impactado con los que he jugado fueron Pancho Velázquez y Negro Páez", corrobora Salinas, que cree que lo que caracteriza al jugador español es "el orden defensivo y táctico", algo con lo que se ha llevado el gato al agua en los últimos choques de estilos, sin ir más lejos, en el Mundial de 2010 disputado en San Juan. Un maracanazo a la argentina.

Carlos Gil, actual entrenador del Liceo, fue uno de los primeros en cruzar el charco y desembarcar al otro lado del Atlántico. Después, Martinazzo, que marcó una época y es difícil que nadie pueda pillarle en la lista de máximos goleadores en la historia del club verdiblanco. La lidera con 661 goles. Muy por detrás, Jordi Bargalló es el único que puede soñar con alcanzarlo. Otros que han creado escuela fueron Roberto Roldán y Facundo Salinas, que le preceden en la lista. "Para un deportista argentino lo más grande es jugar con la selección, pero los títulos con el Liceo los sentí como un coruñés más", dice el mendocino. También están Carlos López, de una garra increíble y que no daba una bola por perdida; Pablo Álvarez, que no patina, se desliza por la pista casi sin tocar el suelo, y Martín Payero.

Clubes como el Liceo, el Tenerife o el Alcoy siempre fueron cuna de los principales jugadores extranjeros, además del Barcelona, con cartera para fichar a los mejores del planeta. "Es que en Cataluña, por suerte, tienen jugadores de sobra. Lo bueno es que ahora, aquí, los de casa tienen más oportunidades", explica Salinas. En muchos casos, los extranjeros se convierten en el epicentro de sus equipos. En el Liceo, por ejemplo, en la temporada 2007-08, los goles foráneos, 74 repartidos entre Pablo Álvarez (32), Martín Payero (22), Reinaldo García (14) y Kirro (1), supusieron el 80,4% del total de todo el equipo. En la anterior, la 2006-07, la cifra fue inferior, pero todavía superior al 50% (59,3%) con los 57 del propio Álvarez, Payero, el portugués Pedro Alves y Mauricio Galvani. El récord en las últimas temporadas en cuanto a máximo número de dianas se dio en la 2009-10, cuando se llegó a las 75: Pablo Álvarez (43), Ricardo Barreiros (21) y Martín Payero (11). Cumbia de maravillas.