Meigas. Martes y trece. Coruxas, sapos y bruxas. Ajos a Sergi Fernández. Todo es bienvenido al espectáculo en el que el Liceo prepara su conjuro para romper con el maleficio, ese que dice que cuando juega contra el Barcelona siempre le falta un algo para ganar pese a haber sido superior sobre la cancha. Es hora de cambiar la historia reciente en el tercer capítulo entre ambos en lo que va de temporada. A lo largo de los años, la cuenta se eleva un poco más. Porque es, sin duda, uno de los clásicos del hockey sobre patines español. Casi siempre que los dos se enfrentan, hay algo grande en juego. Lo hubo a finales de febrero, cuando se vieron las caras en la final de la Copa del Rey, con victoria azulgrana por la mínima. También cayó de lado culé el primer duelo del curso, allá por el mes de noviembre en la primera vuelta de la competición, con un 3-1 en el Palau. A la tercera, esa que se suele conocer como la de la vencida, los verdiblancos buscan la revancha, una victoria con valor doble porque además los colocaría, de nuevo, al frente de una clasificación en la que marchan segundos a dos puntos de su eterno rival. El partido no se merece el día, martes, ni la hora, nueve de la noche. Pero el Palacio de los Deportes de Riazor se prepara para una de sus grandes noches mágicas.

Hay gran expectación. La ciudad se ha volcado con el Liceo durante estos días a través de las redes sociales. Equipos coruñeses de otros deportes le han mostrado su apoyo, como el Leyma, con el que comparte instalaciones de entrenamientos y partidos en Riazor. Pero también los de hockey sobre patines. La mayoría ha cancelado sus entrenamientos en la jornada de hoy para poder estar en el Palacio. Una vinculación en gran medida fruto de la coruñesización de la plantilla. Desde el entrenador, Juan Copa, el primero autóctono desde que Willy Duarte abandonó el banquillo en el año 2000 -salvo por la breve estancia del propio Copa en 2006-. Hasta la plantilla, con cinco jugadores formados en A Coruña, el portero Martín Rodríguez, los hermanos Josep y Eduard Lamas, el goleador David Torres y el canterano convertido en hombre César Carballeira, cuatro de ellos titulares indiscutibles en todos los partidos. Con esto, las paradas de Xavi Malián, la dirección de Sergi Miras, el disparo de Marc Coy, el talento de Martín Payero y la entrega de Carlo di Benedetto, el Liceo lleva una gran temporada a la que solo le falta la guinda de un título que ya rozó en la Copa del Rey. Tampoco es exigible. Sí una ilusión fundada.

Sabor humilde frente a talonario. A nadie se le escapa que el Barcelona tiene la mejor plantilla del mundo. Sin fisuras en ninguna de sus líneas. Da hasta miedo leer la alineación. Entre tantas estrellas sorprende, en cambio, que la principal virtud del equipo en las últimas temporadas sea la defensa. En la final copera de hace unas semanas el que marcó las diferencias fue Sergi Fernández. El meta balear para sentado. No en una silla como la canción de patio de colegio. Y ha convertido su particular estilo en un muro contra el que se estrellan todos los rivales. El conjunto de la Ciudad Condal es, con diferencia, el que menos encaja. 27 goles en 21 partidos. La media no supera el de un tanto por encuentro. Los azulgrana han ido de menos a más. Pese a que mandaron en la clasificación en las primeras jornadas, siempre daba la sensación de que sus victorias llegaban de manera apurada. Por lo justo y con lo justo. Con eso fue siguiendo el ritmo del Liceo, ganó en el Palau y aprovechó después su tropiezo en Vendrell para ponerse primero y coger una ventaja de dos puntos. Y ya con otra sensación de juego.

Siempre es el favorito. Campeón de la Supercopa y de la Copa del Rey. En cuartos de la Liga Europea. Y líder de la OK Liga. Hoy defenderá esa posición. La perderá si el Liceo gana. El partido será decisivo para el devenir de la competición, más para el Barça, que puede dejar la liga media sentenciada. Con cinco de ventaja el terreno empezaría a convertirse en peligroso. Pero el triunfo verdiblanco igualaría las fuerzas y metería al Reus de lleno en la lucha, por lo que los duelos que a ambos les quedan contra los rojinegros también tendrán mucho que decir. La tensión es máxima. Los equipos llegan picados. Tras la Copa han disputado dos partidos. El Barcelona ganó los dos, primero el intrascendente trámite contra el Montreux y después un duro reto en Girona. El Liceo sufrió pero remontó y ganó en Caldes. Perdió después en Lisboa contra el Sporting. Poco importa. Se resetea para cincuenta minutos. Las fuerzas están muy igualadas. Lo dice la clasificación y sus enfrentamientos previos. La bola parada fue otro factor determinante. Inexplicables porcentajes del Liceo. Contra eso... solo las meigas.