Sus problemas con Hacienda, el desafecto con el Madrid por no protegerle del fisco y su infinito ego fueron los ingredientes del cóctel que agitaron la salida de Cristiano Ronaldo. El entorno del jugador ya había sondeado al Juventus, antes de su gol de chilena en Turín. El ganador del Balón de Oro se marchaba del Madrid martirizado porque en la historia blanca se le pusiera por detrás de Di Stefano y por cobrar menos que Messi y Neymar. A las oficinas del Bernabéu llegaron ofertas del United e incluso del Paris Saint Germain, que a través de Mendes, acordó fichar al luso al cierre del mercado de verano para evitar una posible represalia blanca, que sacara de París bien a Neymar, bien a Mbbapé. Pero Cristiano ya había decidido que su destino era Italia.