Su camiseta pone Porri, porque ella es de O Porriño, pero casi lleva tantos años jugando al baloncesto en A Coruña como en su lugar natal. Así que Andrea Pérez algo de cariño le tiene a la ciudad y, sobre todo, a su MaristasMaristas. "Pero no se lo digas a nadie, que soy muy pesada con mis compañeras, todo el día hablándoles de Porriño", bromea. Aquí se siente como en casa y triunfa sobre la pista. En la jornada 9 de Liga Femenina 2 es la máxima anotadora nacional de la categoría. Con el salto de nivel sus números no se han resentido. Ni siquiera por jugar fuera de sitio, como ala pívot, por la carencia de centímetros de su equipo. "¡Pero si yo empecé de base! Aunque sí que tras dos lesiones graves me reconvertí en 3 y la verdad es que en cualquier otra plantilla no sería 4, aunque en Maristas es fácil porque me dan muchas facilidades", confiesa. Lo que sea por poner su granito de arena. Eso es lo importante y, en realidad, la base del Maristas: el trabajo en equipo. "No miro las estadísticas, los puntos o rebotes, sino cuántas veces he podido ayudar", dice.

De hecho, la semana pasada solo aportó 9, pero la victoria del equipo contra el ArxilArxil, la segunda de la temporada, estuvo por encima del premio individual. "Fue el partido que menos puntos hice, pero ya se lo dije a mis compañeras que yo encantada lo cambiaba, que fuera ellas las que metieran los puntos y ganásemos. Vale más una victoria que mis puntos", explica. Andrea Pérez es séptima en el ranking global de anotadoras. En nueve jornadas suma 125, es decir, una media de 13,89. La primera entre las jugadoras nacionales porque le superan la americana Dekeiya Cohen (20,13), la rusa Marita Davydova (16,89), la belga Harriet Bende Nawezhi (16,67), la argentina Cecilia Liñeira (15,56), la canadiense Jessica Fequiere (14,67) y la americana Adrienne Motley (14,47).

Esto demuestra que en la liga hay mucho talento internacional y plantillas profesionales, lo que choca con la realidad del Maristas. Salvo la finlandesa Anissa Pounds, son jugadoras de la casa. Todas trabajan o estudian. Medicina, Enfermería, Ingeniería de Caminos, INEF, Matemáticas... Ninguna cobra por jugar -sí por entrenar a las categorías inferiores-. Y los entrenamientos son a horas intempestivas. "Terminamos a las doce y pico de la noche porque tenemos que esperar por algunas que salen tarde de trabajar", apunta. Algo que no les ha restado ni un ápice de competitividad en su primer año en la elite del baloncesto: "Sobre el papel todos los equipos son muy superiores, pero luchamos y competimos contra todos". Y de momento, están fuera de descenso. La próxima cita, el sábado en Vizcaya contra el Ibaizabal.